Hoy 7 de octubre celebramos "la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, presentes, ni esperan ver los venideros" según señaló nuestro Miguel de Cervantes: la batalla de Lepanto (1571), un triunfo para la cristiandad que asestó un golpe definitivo a la amenaza otomana.
En aquel año, el formidable imperio otomano llegaba hasta la misma Viena, los Balcanes y el mediterráneo oriental.
El papa Pío V teme una invasión de berberiscos, los piratas auspiciados por el imperio y acaudillados por Barbarroja, en el sur de Italia -bajo dominio español-.
Conscientes de la amenaza, en el verano de 1571 por fin se compone la flota cristiana: la Liga Santa.
Felipe II aporta a su hermanastro Juan de Austria (ver imagen) de 26 años, pero también a los catalanes Requeséns y Cardona, y los castellanos Gil de Andrade y Álvaro de Bazán.
Génova contaba con Gian Andrea Doria, sobrino del prestigioso almirante Andrea Doria (ver imagen); mientras que Marco Antonio Colonna dirigía las galeras del Papa. Al frente de los navíos venecianos estaban los veteranos Sebastián Veniero y Agustín Barbarigo.
Enfrente tenían al almirante turco Alí Pachá, acompañado del pirata argelino Luchalí y el gobernador de Alejandría, Mohamed Sirocco.
La flota cristiana disponía de 231 barcos, 50.000 hombres entre marineros y galeotes, y 30.000 soldados, de los cuales unos 20.000 eran españoles.
La flota cristiana era impresionante, algo nunca antes visto en la mar, pero mayor todavía era la armada turca, con 300 naves y un número de soldados que superaba la cifra de 40.000 efectivos (Alí Pachá en la imagen).
El 7 de octubre de 1571 la flota cristiana se alineó frente a las costas del golfo de Lepanto, en el corazón de las bases navales turcas.
Pachá, en su nave "Sultana", la recibió con un cañonazo al aire, a lo que Juan de Austria respondió con otro dando así comienzo a la batalla.
Juan de Austria fijó en el palo mayor de su nave, La Real (ver imagen, hay una réplica en el museo marítimo de Barcelona), una talla del Cristo Crucificado que fue donada por la ciudad de Barcelona.
Desde este momento, todo se precipita en la batalla.
La Liga gana el primer asalto: son las 11 de la mañana y, con el viento a favor, las naves venecianas en el lado izquierdo del ataque desbordan y empujan hacia la costa a las naves turcas de Sirocco quien cae herido de muerte.
Casi a la par, ambas flotan chocan en el centro.
Los turcos penetran en la línea cristiana y La Sultana avanza hacia La Real, que es embestida con el poderoso espolón de la primera.
Ambas naves quedan enganchadas. El caos se adueña del momento, pero los cañones de La Liga barren las cubiertas de las naves otomanas.
En medio de aquella confusión, se produce el abordaje y se lucha cuerpo a cuerpo. La Real está a punto de ser rodeada con Juan de Austria. Pero entonces...
El gran Álvaro de Bazán entra en escena. Cambian las tornas: la artillera cristiana masacra a las naves turcas.
Juan de Austria y Álvaro de Bazán preparan ahora el abordaje a La Sultana, previo barrido de la cubierta por los mortíferos arcabuces españoles.
La fortuna quiso que una de esas balas atravesara la cabeza de Pachá, matándole al instante.
Antes del asalto, Juan de Austria liberó a los galeotes de su nave -los que reman, también conocidos como "chusma"-.
Al ver a Pachá muerto, uno de ellos no se lo pensó dos veces y le cortó la cabeza que clavó en una pica, con el tremendo efecto psicológico que conlleva.
La Liga Santa ganaba el segundo asalto, y ya solo quedaba desarbolar el flanco derecho otomano.
Bazán socorrió las naves de Doria que peleaban contra Luchalí, quien desistió y se retiró.
Eran las 4 de la tarde y la cristiandad rubricó una contundente victoria contra el Islam.
También esta ocasión contó con una valiente mujer que luchó como arcabucera: María "La Bailadora".
Juan de Austria escribió a Felipe II sobre la aplastante victoria, y le envió el mismo estandarte de Pachá.
Honremos a nuestros héroes y ¡jamás les olvidemos!
Hay una historia fabulosa detrás del Cristo que iba en La Real.
Se cuenta que durante la batalla un bala turca fue a impactar en la talla, pero ésta se ladeó y la esquivó. Asombrados, el Cristo ladeado fue devuelto a la ciudad Condal el cual se encuentra hoy en su catedral.
Mosén Cinto Verdaguer escribió un poema en el que se lee:
Naves de España que adelante vais...
...Catalunya, Catalunya, prou t'en pots ben alabar...
...i per ço tens, Barcelona, lo Sant Crist de Lepant.
• • •
Missing some Tweet in this thread? You can try to
force a refresh
Tal día como hoy, 9 de octubre, pero de 1238, el rey aragonés Jaime I "el conquistador" entraba victorioso en la ciudad de Valencia, poniendo fin al dominio musulmán tras siglos de ocupación.
Un pedazo de la gloriosa Reconquista que merece nunca ser olvidado.
¡Vixca Valencia!
Hacia 1229, gobernaba Valencia el almohade Zaid Abu Zaid, pero pronto le estalló una revuelta, encabezada por Zayán ibn Mardanish (ver imagen).
Para muchos autores, el apellido Mardanish es de origen mozárabe, la arabización de Martínez.
Zaid (sello en imagen) fue desalojado del poder, se hizo vasallo de Jaime I y se instaló en Segorbe.
Del rey obtuvo el derecho a gobernar la ciudad, a poblar cuantos lugares conquistara en zona mora, y acabaría convirtiéndose al cristianismo con el nombre de Vicente Bellvís.
Este pasado fin de semana Vox Valencia organizó una serie de mesas informativas con las que seguimos tomando el pulso a la calle e informando acerca de los #MotivosParaLaMoción