Hace 13.000 años una mujer caminaba a ritmo rápido por el entonces pantanoso paisaje del actual Monumento Nacional de las Arenas Blancas, Nuevo México. Sus huellas se extienden por 1,5 km.
El rastro hoy en día es visible en la playa del lago Lucero, cuando aquella persona hizo aquel trayecto el suelo estaba enfangado, posiblemente resbaladizo.
A pesar de que el suelo estaba mojado y era resbaladizo, su paso era rápido. Se ha estimado en 1,7 metros por segundo. Una velocidad cómoda al caminar oscila entre 1,2 y 1,5 m/s.
Las huellas son pequeñas, por ello se cree que se trataba de una mujer. Aunque también podría tratarse de un chico adolescente, pero hay un detalle que inclina a pensar que era una mujer.
Llegado un punto, las huellas se detienen un momento y junto a ellas aparecen otras más pequeñas todavía. Aquella persona caminaba llevando a un niño en brazos.
Las huellas del pequeño sugieren que no tendría más de dos años. Sus huellas aparecen varias veces a lo largo del kilómetro y medio de recorrido. Lo dejaría en el suelo para descansar o ajustárselo mejor a la cadera.
Sus huellas son anchas y deformadas, debido al peso extra de llevar al niño en brazo, y la rotación hacia fuera del pie al caminar para compensar. No sabremos nunca porqué corrían.
¿Buscaban refugio? ¿Algo o alguien los había asustando? Junto a las huellas de esta persona, aparecen otras del mismo momento. Tras la mujer pasó por allí un perezoso gigante.
Su rastro puede seguirse un rato por la playa del lago actual, hasta que llega un momento que se superpone a las del humano. Entonces el perezoso se detiene. Se levanta sobre sus patas traseras. Ha detectado la presencia humana, esta olfateando, captando el olor en el aire.
El animal se gira y pisotea las huellas humanas, vuelve a caer sobre sus cuatro patas y huye del lugar. Debía ser consciente del peligro que supone la presencia de humanos.
No mucho después debió pasar por allí un mamut. Su rastro no es tan complejo como el del perezoso gigante. El mamut aparece y desaparece de la escena sin detenerse ni desviarse de su ruta.
No se sabe cuanto tiempo pasó, aunque no pudo ser mucho, hasta que la persona vuelve a aparecer en escena esta vez en sentido contrario. Recorre el kilómetro y medio de vuelta.
Sus huellas son del mismo tamaño, ¿la misma persona? Pero va ligera, sus pies no se hunden tanto en el fango ni dejan huellas tan deformadas. Ya no carga con el niño.
No hay forma de saber lo que realmente pasó allí hace 13.000 años. Ni saber con seguridad si se trataba de una madre con su hijo. Pero la direccionalidad de sus huellas indican que sabía donde iba.
Sin saber la razón de su temor o huida, la persona cargó con el pequeño y se dirigió lo más rápido posible hacia un refugio… ¿a reunirse con el resto del grupo?
Las huellas del Monumento Nacional de las Arenas Blancas permiten indagar en escenas cotidianas del pasado. E imaginar las emociones de aquellas personas.
En sus arenas se han encontrado también las huellas de escenas de caza de los humanos sobre los perezosos gigantes. Lo cual explicaría la reacción de huida del protagonista de la escena descrita.
En otros lugares del parque se ha observado que las trayectorias de los perezosos cambian en cuanto aparecen cerca huellas humanas. Los rodeaban, atacándolos de distintas direcciones.
En el rastro del perezoso se aprecia que de repente las huellas se convierten en un gran círculo. El animal está girando sobre si mismo, defendiéndose de los humanos que vienen por todos lados.
Sus pasos van y vienen en todas direcciones muy rápidamente, se pisa a si mismo. Gira en círculos. Su muerte está escrita en los fangos fosilizados como el viaje de la persona con un niño en brazos.
En las manadas de lobos llevan cuidándose los unos de los otros desde hace 1,3 millones de años. Los huesos de piernas y mandíbula fracturados y soldados de 'Canis chihliensis' indican que el animal fue alimentado durante días hasta que se recuperó.
Las lesiones observadas en este lobo ancestral y en los restos de la especie 'Canis dirus' hace 55.000 años, sugieren que los individuos no habrían podido moverse suguiendo al grupo, ni obtener comida por su cuenta, por lo que la recuperación de las heridas implicó cuidados.
El mismo comportamiento que se sigue observando en las manadas de lobos actuales, donde se proporciona comida a los lobos heridos o ancianos, incluso masticando previamente la comida si estos no pueden hacerlo correctamente.
Tras medio siglo alzando la voz y simplificando su canto, el confinamiento por Covid19 de San Francisco ha permitido a los gorriones corona blanca no tener que "gritar" para ser oídos y desarrollar cantos con más matices.
Durante el confinamiento, el tráfico y actividad humana cayó más del 50% y con ello el ruido ambiental. Dicha antropausa permitió temporalmente que los gorriones urbanos recuperasen cantos con frecuencia y volumen como los de las poblaciones no urbanas.
El canto de los gorriones en la ciudad, antes y después del confinamiento, viene a ser como una conversación en una discoteca: alzar la voz, perdiendo con ello gran cantidad de matices. El canto suave y rico desarrollado durante el confinamiento es más atractivo a las hembras.
En los monos natigudos, 'Nasalis larvatus', el tamaño de la nariz es un carácter sexual secundario. La especie debe su nombre a la gran nariz que poseen algunos de sus machos. Un estudio ha demostrado que la nariz es signo de "estatus" o masculinidad.l
Los individuos con la nariz proporcionalmente más grande, son los individuos más grandes, musculosos y con unos testículos más desarrollados. A su vez, el tamaño de la nariz influye en su vocalización, conferiéndoles un sonido característico según el tamaño de la nariz.
Los investigadores han llegado así a la conclusión de que las narices de estos primates son un carácter sexual sincero, de manera que las hembras pueden escoger a los machos más viriles con tan sólo mirarles la nariz.
¿Cómo protegerte de un pájaro cuando eres un suculento insecto? Pareciendo que eres algo desagradable. La polilla 'Macrocilix maia' tiene el aspecto de excremento de ave. Para resultar más "realista" las manchas de las alas recuerdan a dos moscas alimentándose del excremento.
Resulta increíble el parecido entre las manchas y una mosca. La especie habita los bosques del este asiático de Japón a Sumatra pasando por la India y Malasia. Lo fascinante de esta polilla no es que solo consiga mimetizarse con un excremento, cosa que otros insectos hacen....
...sino que en su caso, sus alas recrean una escena completa: excremento e insectos alimentándose de él. Pero la cosa no queda ahí. El guano de las aves tiene un olor intenso, olor que también emite la polilla, un olor a amonio que acaba de mantener alejados a sus depredadores.
Metropolis de pingüinos en la Patagonia. Pingüinos de Magallanes fotografiados durante la visita a la colonia de Punta Tombo.e
Entre pingüino y pingüino de vez en cuando hacia aparición algún guanaco (Lama guanicoe).
Una experiencia inolvidable caminar entre los nidos de estas aves y poder observar su actividad, la presencia de los humanos no parece alterar mucho su conducta.