Es mi experiencia, primero como alumno, ahora como profesor (de FyQ en ESO y Bach): en el mejor de los casos (es decir, con un buen profesor q es capaz de conectar con sus alumnos), el alumno nunca termina de comprender todo lo que se le explica en clase. Ni falta que hace (hilo)
Los docentes deben dominar la materia que enseñan pero ello no los capacita inmediatamente para el "arte de enseñar". Han de ser capaces de ponerse en el lugar del otro, del alumno al que presenta por primera vez esos conocimientos tan complejos que para él ya son "tan simples".
Este es el motivo fundamental por el que para nuestros adolescentes la enseñanza presencial es imprescindible: solo el profesor que mientras explica es capaz de interpretar los silencios, las miradas e incluso la respiración de sus alumnos será capaz de resultarles de utilidad.
La exigencia intelectual no está reñida con la atención a la diversidad de un aula plural (de la Pública, claro, de la otra ni hablamos) en la que muchos alumnos realmente intentan comprender lo que explicas pero ello les supone un enorme esfuerzo (que jamás se debe minusvalorar)
La sonrisa sarcástica se me hiela en la boca cuando leo a pedagogos y compañeros alienados abogar por el valor del "caos creativo" como motor del aprendizaje. Venga, campeón, vente a mi clase y consigue que entiendan así la diferencia entre "espacio" y "desplazamiento" en la ESO.
Eso sí, si es posible, que sea en 30 minutos, que no tenemos un mes para construir un proyecto sobre el tema con el único objetivo de conseguir que el entusiasmo juvenil de tus mejores alumnos permita alimentar tu narcisismo docente con la pueril exhibición pública de su trabajo.
No existe alternativa alguna a ese "silencio" (comprometido con su aprendizaje) de los alumnos cuando un profesor explica un concepto nuevo en clase usando todas las herramientas de comunicación de las que dispone. Solo ese silencio activo es promesa de un aprendizaje real.
Tras la explicación, tras ese momento de "enternecedora" confianza del alumno hacia su profesor, será el momento de las dudas, d la (re)construcción del conocimiento a través de sus (precarias) preguntas y nuestras (pobres) respuestas. Será la hora del (rico) balbuceo intelectual
Es evidente que ese "silencio" del alumno supone, en el caso ideal, plena atención. Si ese silencio nace del miedo, se impone por el (absurdo) desprecio adolescente hacia el adulto que pretende enseñarle algo o, simplemente, surge del desinterés, nunca será un silencio productivo
La posibilidad de aprendizaje real llegará después. Primero, en soledad, cuando el alumno se enfrente a lo que ha creído intuir que entiende perfectamente en clase y termine dándose cuenta de que no es así, de que no es capaz ni de reproducir ni de "construir" esos conocimientos.
"Profe, contigo en clase lo entiendo todo pero después, en casa, no soy capaz de hacer nada". Esto me persigue desde hace años. Un halago q el profesor responsable solo ve como un problema. Una reflexión lúcida adolescente q permite entender la dificultad real que supone aprender
En el mejor de los casos el aula apenas supone una posibilidad para el alumno. Solo eso. La posibilidad de un aprendizaje real. Una "intuición". La intuición de que comprende lo que explica un buen profesor. La intuición de que tiene sentido lo explicado,que con ello podrá crecer
Aprender. El aula no es suficiente. Nunca lo fue. Pero es la clave de todo. El aula abre la primera puerta (colectiva) al aprendizaje. Será después (a veces, mucho después) cuando el interés y el esfuerzo del alumno por darle sentido a lo "intuido" darán valor a nuestra labor.
• • •
Missing some Tweet in this thread? You can try to
force a refresh
