Thread by @zolliker

Son las 11pm del 11/11. ¿Listos para el hilo?

Acerca del #1111

La última vez que les escribí de este tema, tuve que interrumpir porque, quizás lo recuerden, llevaba un tiempo tratando de ocultarme y justo cuando les revelé el sentido mágico del número 9

(el número eterno porque cualquier cosa por la que lo multipliques, la suma de su resultado, siempre te dará 9 de nuevo) cuando vi entrar al bar donde me encontraba, a unas personas que ya desde días antes, me parecía que me estaban siguiendo. ¿Lo recuerdan?

Sucede que desde que publiqué que había recibido una oferta muy generosa del personal de la Biblioteca Beinecke por el ejemplar del Necronomicón que adquirí por casualidad, mi vida se ha convertido en un caos.

Resulta que no es nada fácil poseer un libro tan precioso en términos económicos (y eso que no es un incunable) y tampoco en términos de lo que el libro significa, pues más allá del valor histórico y del fetiche de los coleccionistas, el contenido parece ser en sí, invaluable.

Cabe destacar que desde que publiqué el inicio del hilo de esta historia (

https://twitter.com/zolliker/status/1211803132042366976?s=20

) , el libro lo he podido analizar menos de lo que habría querido, pero es que a partir de esa fecha, me vi inundado de problemas que antes ni imaginaba que existían.

Más pronto de lo imaginado, comencé a recibir DM’s, correos, chats, etc., inquiriéndome sobre el libro, sus características, y aunque no lo crean, hasta una llamada internacional para ver si les podía describir su olor (para entonces, por supuesto, ya lo tenía resguardado)

No solo se metieron en dos ocasiones a mi departamento y lo dejaron patas pa’rriba, sino que también, intentaron por todos los medios, de hackearme mis redes sociales, de hacerme caer en phishing con emails y links para tratar de extorsionarme primero, y para tratar de robarme...

...mis contraseñas después, quizás –imagino– para averiguar el paradero del libro. ¡Por favor! Ni que fuera tan tonto para dejar su ubicación por escrito en un mail! (sí, ya todas mis contraseñas son de veinte variables minúsculas, mayúsculas, caracteres especiales y números).

Aunque no lo crean, a la fecha, no he dejado de recibir ofertas, algunas muy atractivas, pero algunas también muy amenazantes y anónimas, para que venda o comparta el contenido del libro.

Como paréntesis les cuento que, a tal grado llegaron algunos, que hasta me arruinaron un celular nuevecito enviándome una imagen “maldita”, que para los que no conozcan del término (yo no lo sabía), es una imagen que tiene cierta composición de código, que inutiliza tu celular.

En mi caso, se trató de una imagen de una pequeña isleta en medio de un lago y unas montañas de fondo, que traía un ejecutable que me preguntó si quería instalarlo como fondo de pantalla. Se los cuento, por si les llega a pasar a ustedes, para que tengan cuidado.

Obvio, me lo mandaron usando el email de una amiga muy querida y diciéndome en el mail, que me la regalaba para mi celular porque se había acordado de mi al tomarla (ojo, no lo hagan en su móvil, pero si les interesa conocer más del tema, vean este video )

En fin, esto solo es para contarles que se trata de gente bien organizada, que se tomó todas las molestias de hackear el correo de una amiga, que es fotógrafa, que ya me había regalado fotografías antes, de ver cómo se refería ella a mí por mi apodo de la infancia y...

... de cumplir con muchos detalles más, para que yo cayera… todo lo cual, en su conjunto, me causó tal malestar, que decidí mejor llevarme el libro al extranjero, porque no es como que aquí en México, el gobierno nos de muchas garantías sobre nada, mucho menos un libro.

Estando en el aeropuerto de la CDMX, clarito recuerdo haberlos visto y que me dieron mala espina. ¿Les ha pasado?

En cuanto los sentí raros y como tenía yo mucho tiempo libre antes de mi vuelo (el boleto lo compré ahí mismo en el aeropuerto), decidí irme a la otra terminal aérea para entrar a la sala de espera que me da como beneficio mi tarjeta de crédito.

Aunque parezca increíble, estaba ya sentado en la barra, cuando alcancé a ver que llegaban ahí también y que parecían merodear las maletas que se dejan en la entrada (yo llevaba el libro en una backpack, arriba de mi maleta de mano, de la cual, indubitablemente, no me separé).

Con un par de güisquis encima, intenté relajarme y convencerme de que todo era solo una casualidad, por lo que, cual perdulario, pedí la cuenta y me largué a distraerme en las tiendas de duty free (logré abastecerme de bebida sin impuestos y de una loción que necesitaba)

Cuál sería mi sorpresa que, al llegar a donde tenía que abordar, de nuevo, un par de horas después, en la vieja terminal, justo en el extremo contrario, ahí estaban ellos, una pareja, bastante atractiva ella, él medio insustancial, sentados... ¡esperando el mismo vuelo que yo!

No les voy a decir que no me puse nervioso, la neta, pero pronto mi nerviosismo habría de ser superado por el retraimiento: Al poco tiempo de sentarme, el tipo se me acercó y me entregó un papel.

Resultó que él, había pagado mi cuenta, que porque se le hacía injusto que le fueran a cargar a la señorita mi olvido, y no pude menos que agradecerle, e intentar fallidamente reembolsarle.

Según él, lo hizo sin saber que coincidiríamos y que nos volveríamos a ver... “No te apures, en Londres me invitas un single malt”, me dijo cuando volvía a su lugar, mientas me llamaban para abordar (por mi tarjeta de crédito, me habían dado un upgrade a primera clase).

En el avión, como era de esperarse y a regañadientes de la aeromoza, puse mi backpack debajo de mi asiento y me hice el pentonto para no beberme el trago que me mandó “alguien de la clase turista” de “cortesía”. No fueran a echarme algo, la neta.

Aunque ahora se los platico con calma, en el momento, fue un vuelo muy estresante, pues sientes que estás atrapado con quien te puede robar o dañar, a la vez que intentas calmarte y minimizar las extrañas conveniencias.

Como el avión hizo escala programada y yo no llevaba nada documentado, decidí hacer algo tanto precipitado como impulsivo: me dirigí al baño del área de comida rápida y después, bajé las escaleras todo lo rápido que pude y decidí salirme del aeropuerto. No tomar la conexión.

La estaba yo pasando tan mal, que me dije: "preferible aquí exageró y gastó a lo tonto, que aquí murió". Por supuesto, tuve que hacer trámite de migración para poder salir del aeropuerto en cuestión, tiempo durante el cual...

... llamé a la aerolínea para explicar que me había surgido un imprevisto. Claro que no me ayudaron gran cosa, pero ya con tranquilidad, decidí ir a las oficinas locales de aeroméxico, ahí mismo, donde ya pude hacer que me dejaran el boleto "abierto" para volar a Londres después.

(lo siento, tengo que atender una llamada de @dany, vuelvo más tarde para continuar el hilo)

Después de sopesarlo, he tomado la decisión de no seguir contándoles esta parte de la historia, pues tiene razón @Dany, alguien podría ir atando cabos y deducir dónde fue que oculté el ejemplar del Necronomicón (ya saben; googlear qué vuelos a Londres hacen escala dónde, y etc)

Solo les contaré, para concluir la jornada de hoy, que dos vuelos más a dos países distintos y una larga autopista, me colocaron varios días después, justo en ese bar donde estaba yo platicándoles de la numerología del 9 y donde intempestivamente, llegó aquella extraña pareja.

Así que hemos vuelto aquí justo, a medio camino:

https://twitter.com/zolliker/status/1215854341275283456?s=20