Thread by @alex_rojas02

HILO: El CASO SYLVIA MARIE LIKENS

Es un poco largo, pero merece la pena hacer el esfuerzo de leer, uno de los peores casos de Estados Unidos, Indiana.

La horrible historia de Sylvia Marie Likens comienza en Indiana el 3 de enero de 1949, cuando nació como la tercera hija de una familia de trabajadores del Carnaval: Lester Likens y Elizabeth Francés.

La pareja tenía cinco hijos y una situación económica bastante inestable, por lo que Sylvia y Jenny (su hermana menor, enferma de polio) solían pasar largas temporadas en la casa de familiares para no perder la escuela.

Eventualmente, Lester acordó dejar a las niñas en el cuidado de Gertrude Baniszewski por 20 dólares semanales. Lester no inspeccionó la casa antes de salir; si lo hubiera hecho, habría descubierto que la casa de Gertrudis no tenía estufa ni microondas.

Los Likens tenían que enviar un pago de 20 dólares semanales a Baniszewski para cubrir los costos de las dos pequeñas, pero el día 7 Gertrude no recibió su dinero y comenzó a increpar a las niñas, a lo que Sylvia respondió que, "simplemente se habría retrasado".

Baniszewski llevó a las niñas al sótano y les dijo: «Bien, perras, he cuidado de vosotras durante una semana por nada. El cheque de vuestro padre no ha llegado». Gertrude ordenó a ambas que se inclinaran sobre una cama y se quitaran la ropa y las azotó con una pala en las nalgas.

Como Jennifer tenía poliomielitis y era la más pequeña, Sylvia propuso a Gertrude que la castigara a ella en vez de a su hermana pequeña. Baniszewski accedió. El dinero llegó al día siguiente, pero Baniszewski no estaba contenta, no quería retrasos.

Cada vez que ella estaba en la habitación con Sylvia o Jennie, las abusaba física y psicológicamente eran el inicio de macabros por venir para ellas. La vida no había sido sencilla para Gertrude Baniszewski. Su padre había fallecido cuando ella tenía 11 años.

En agosto de 1965 Baniszewski atacó a Sylvia, golpeándola en la entrepierna. Cuando Sylvia trató de sentarse, Paula la hija mayor de Baniszewski —quien pronto sería una de sus pesadillas—, la tiró y le dijo: “Usted no está en condiciones de sentarse en las sillas.”

Desde allí, Baniszewski sólo permitió a Sylvia sentarse en una silla con permiso. Alrededor de este tiempo, Baniszewski también comenzó a permitir que sus hijos mayores usaran a Sylvia como una especie de "cosa de juego" que van desde golpes hasta ser empujada por las escaleras.

Dos días más tarde, los Likens se tomaron un tiempo libre del empleo en el circo para pasar por la residencia de los Baniszewski para ver cómo estaban sus hijas. Nadie se quejó. Todo parecía estar bien, así que los Likens se regresaron contentos.

Tiempo después, por alguna razón, Gertrude estaba convencida de que Sylvia estaba pasando demasiado tiempo en la tienda, Sylvia trató de explicarle que había encontrado unas botellas vacías y estaba devolviéndolas para ganar unos centavos y ayudar a papá a pagar sus estadías.

Baniszewski no le creyó y la obligó a desnudarse e introducirse una botella de Coca-Cola en la vagina delante de todos. Este suceso ocurrió dos veces. La botella se rompió estando en el interior de la niña y los cristales rotos le desgarraron las paredes vaginales.

Cuando esto ocurrió; todos, menos Jennifer estallaron en risas y aplausos, mientras Baniszewski se deleitaba. Todo se convirtió en un juego perverso, orquestado por una mujer sádica que estaba descargando las desgracias de su vida en una niña indefensa.

Parte de la comunidad iban a presenciar las vejaciones y a burlarse. Los vecinos llevaban a sus novias e invitaban a otros amigos. Frecuentemente, estos otros invitados también decidían participar en los tormentos de la niña.

Después uno de los niños del barrio que habían ido a ver a Sylvia, una joven de doce años llamada Judy Duke, fue a casa y le dijo a su madre que estaban golpeando y pateando a Sylvia. La madre de la niña respondió que, “eso era lo que pasaba cuando alguien era castigado”.

Baniszewski decidió castigar a Sylvia pegándole con una paleta, cuando se cansaba, le daba turno a su hija Paula de unos 80 Kilos. Ella amaba su nuevo poder, Paula le propinaba con más fuerzas las golpizas a Sylvia. Para Gertrude, Sylvia era la culpable de todas sus desgracias.

A la hora de la cena, en la mesa, Sylvia generalmente no recibía comida, se le obligaba a observar cómo comían los otros. A veces su hermana Jenny robaba un poco de pan para ella. Así las cosas, la casa de los Baniszewski era el lugar donde se reunían los adolescentes del barrio.

Cuando varios jóvenes observaron que Sylvia soportaba el abuso al que era sometida, ellos también comenzaron a mofarse de ella y a aplicarle castigos físicos.

Coy Hubbard; quien tenía 15 años, pesaba 85 kilos, y medía casi dos metros. Este se convirtió en uno de los peores tormentos de Sylvia. Era una especie de experto en judo y le encantaba lanzar a la chica por el aire.

En el sótano de los Baniszewski, había un viejo colchón que, se suponía, le proveería a Sylvia un suave aterrizaje. Coy, generalmente calculaba mal, y Sylvia aterrizaba con un crujido en el piso de cemento. Todo el mundo se reía.

Todo esto fue el inicio de las peores vejaciones que jamás nunca, no sólo podría sentir una indefensa niña, sino ser partícipes niños no mayores de 15 años. Nadie incluyendo a Jenny, hizo nada al respecto.

Después de todo, el único adulto cuidándolos era Gertrude, y ella no sólo aprobaba su comportamiento, sino que parecía deleitarse con él. Tiempo después Baniszewski contó a todo el vecindario que Sylvia era una prostituta, lo que causó que no la miraran con buenos ojos.

Luego obligó a Sylvia a escribir varias cartas donde en una de ellas decía:

Los vecinos que vivían a lado de la casa de la señora Baniszewski oían gritos, lamentos, gemidos y golpes, pero no hicieron nada al respecto porque pensaron que era mejor “no meterse en problemas”. +...

Las palizas que le daban a Sylvia hicieron más difícil para ella controlar su vejiga. Un día mojó la cama sin querer por lo que se le dijo que ella no merecía vivir con la gente "decente". Estaba atada y encerrada en el sótano.

La niña sólo era liberada cuando Gertrude Baniszewski o los niños querían golpearla. La niña fue desnudada, obligada a bailar y realizar actos lascivos frente a los compinches juveniles de Baniszewski obligándola a subir las escaleras para luego lanzarla entre risas.

A John Baniszewski Jr, a pesar de tener sólo trece años, le gustaba escuchar los dolorosos gritos de Sylvia cuando le pegaba patadas o apagaba los cigarrillos de su madre en los brazos, piernas o estómago de Likens. También gozaba al darle puñetazos en el rostro.

A Ricky Hobbs, un muchacho del barrio de Indianápolis, le había gustado Sylvia, pero ella le rechazó, lo que le produjo un gran odio hacia ella. En varias ocasiones, él y Coy Hubbard ataban a Sylvia a una viga de madera para propinarle golpes.

El 23 de octubre de 1965, Gertrude, con una aguja al rojo vivo, escribió en el abdomen y estómago de Sylvia: «Soy una prostituta y estoy orgullosa de serlo». A mitad del trabajo se cansó, pero Ricky Hobbs continuó el trabajo por ella mientras John Baniszewski la sujetaba.

A mitad de penúltima palabra, la aguja dejó de quemarle la piel, por lo que Hobbs empezó a hacerle cortes en vez de rozar la aguja en la piel. «¿Qué harás ahora, Sylvia?», -exclamo Gertrude con la mirada fría-. «¿Qué harás? Ahora ya no podrás mostrarte desnuda ante ningún hombre.

Sylvia, efectivamente, tenía llagas en su cuerpo... Era el resultado de su propia mala higiene personal, decía la nefasta Baniszewski. Gertrude decía a los vecinos que la había echado de la casa porque se había convertido en una prosti-(tuta).

Durante un tiempo fue tratada con una mezcla extraña de la brutalidad absoluta y de bondad deformada; sin embargo, uno de los abusadores la hacía beber orina y comer excrementos. A partir de entonces, Sylvia sólo se alimentó de una pequeña porción de agua y galletas saladas.

También fue torturada y obligada a comer sus propias heces. La muchacha se desnutrió y deshidrató. Baniszewski expresó sus intenciones de dar a Sylvia un baño, los chicos la sumergían en baños excesivamente calientes donde la sacaban del cabello casi inconsciente.

El 25 de octubre, Sylvia Likens le quedaban 24 horas para librarse de las garras de sus torturadores, pero le espera algo terrorífico, Paula Baniszewski le dio a Sylvia su tratamiento especial: le pasó sal por todas sus heridas.

Sylvia estaba casi inconsciente; tenía moretones, cortes y heridas de todo tipo el cuerpo, hedía a causa de la falta de aseo. Las últimas palabras que Sylvia expreso fueron de “irse con sus padres y alcanzarlos en la feria donde se encontraban”.

Gertrude decidió mojarla con la manguera. Todo el mundo se río mientras el agua salpicaba sobre el demacrado cuerpo. Pero… Sylvia Likens dejo de luchar y su cuerpo dejo de moverse. No pudo hacerlo… Lamentablemente Sylvia, la joven, estaba muerta.

Cuando la policía llegó a la casa, los Baniszewski intentaron convencer a las autoridades que la joven había sido golpeada por una de sus parejas y que ellos solo la habían recogido y llevado a la casa, querían quedar como unos héroes.

Sin embargo, Jenny, su hermana, le susurró a un policía “sáquenme de aquí y les contaré todo”. La aterrada pequeña, que se había mantenido callada por miedo, decidió al fin decir la verdad… Aunque ya era demasiado tarde.

Gertrude Baniszewski fue hallada culpable de asesinato en primer grado y sentenciada a cadena perpetua. Se le recluyó en la Prisión de Mujeres de Indiana. Obtuvo su libertad condicional por “buen comportamiento” el 4 de diciembre de 1985, tras estar 20 años en prisión.

La noticia de la audiencia de libertad condicional de Baniszewski envió ondas de choque a través de la comunidad de Indiana. Jenny Likens y su familia aparecieron en la televisión para hablar en contra de Baniszewski.

Los miembros de dos grupos contra el crimen, “Protect the Innocent” entre otros, viajaron a Indiana para oponerse a la libertad condicional de Baniszewski. Los grupos recolectaron 4500 firmas de los ciudadanos exigiendo que Baniszewski se mantuviera detrás de las rejas.

A pesar de todo esto, Baniszewski le fue concedido libertad condicional. Ella se cambió el nombre por el de Nadine van Fossan y se mudó a Iowa, donde murió de cáncer de pulmón el 16 de junio de 1990, pocos años después de aceptar finalmente su culpabilidad.

A pesar de que dio muchas entrevistas a escritores y periodistas de la cárcel, ella nunca expresó ningún remordimiento genuino. Tampoco ella alguna vez ofreció explicaciones de sus actos extraños y crueles. Gertrude Baniszewski solo dijo: "Tuve que darle una lección."

Coy Hubbard: Fue hallado culpable por homicidio impremeditado y sentenciado a 21 años de prisión. Se convirtió en un delincuente y volvió a la cárcel con frecuencia.

Richard Hobbs: Murió de cáncer de pulmón a la edad de 21 años, 4 años después de salir del reformatorio.

John Baniszewski: Pese a tener 13 años de edad, fue sentenciado a cumplir 21 años de cárcel; fue el preso más joven del reformatorio de la historia de ese estado. Tras cumplir su condena, se convirtió en pastor laico, para contar su historia.

Stephanie Baniszewski: Fue hallada culpable por cómplice y fue sentenciada a cumplir 12 meses en prisión. Ella junto con Coy Hubbard arrojaron a Sylvia por las escaleras del sótano, lo que le produjo una hemorragia cerebral.

Paula Baniszewski: Fue hallada culpable de asesinato en segundo grado y sentenciada a cadena perpetua. Obtuvo su libertad condicional el 23 de febrero de 1973, después de servir 7 años en prisión. Tuvo una hija en ese mismo año y la llamó Gertrude.

Marie Baniszewski: Marie con tan solo 10 años de edad, respaldó todo lo que su madre había dicho, hasta que, durante el interrogatorio, de repente gritó "¡Dios me ayude!" Antes de admitir todo lo que había dicho, que era una mentira, y continuó a contar en detalle gráfico.

Marie Baniszewski fue contundente al contar cómo su madre y sus hermanos habían torturado y asesinado a Sylvia. El chocante giro de la joven contra su propia familia fue en gran parte responsable del veredicto final.

En el juicio quedó claro que no solo los 6 hijos de la familia habían participado de las torturas, varios amigos y conocidos de la familia habían sido testigos de los hechos y no habían hecho nada para evitarlo. Antes bien, parecían disfrutar el sufrimiento de la joven.

Cuando el jurado les preguntaba el porqué de sus acciones no fueron capaces de responder más que “No lo sé, señor”. Esta fue la misma respuesta cuando se les preguntaba sobre su indiferencia ante el sufrimiento de la joven y su renuencia a ayudarla.

Los oficiales y médicos al ver el cuerpo de Sylvia Likens, declararon que era el peor caso de abuso físico que habían investigado en la Historia del estado de Indiana. Sylvia Likens había muerto por hemorragia cerebral, shock y desnutrición.

Una autopsia de Sylvia Likens produjo más de 100 quemaduras de cigarrillos en su cuerpo, además de varias quemaduras de segundo y tercer grado, moretones severos, daños musculares y nerviosos. En su agonía, Sylvia se mordió los labios, casi cortando a cada uno de ellos.

El crimen pasó a la ignominia en los Estados Unidos, Indiana. Incluso se realizó una película que narra los hechos. Paula es una de las peores y todavía estoy rascándome la cabeza sobre el retrato simpático que recibió su personaje en la película «An American Crime».