Thread by @ManakeAl

Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, el ritmo y las velocidades de las comunicaciones y los viajes entre los distintos lugares del globo han sido bastante similares. Los ejércitos de Napoleón avanzaban más a o menos a la velocidad de las legiones de César.

Las carabelas de Colón eran apenas un poco más rápidas que los drakkars vikingos. El siglo XIX lo cambió todo. Todos los viajes que antes duraban días, meses e incluso años se vieron reducidos a horas con la invención del ferrocarril y la máquina de vapor.

Pero lo que terminó rompiendo los esquemas de las comunicaciones fue sin ninguna duda la puesta en marcha del telégrafo en 1837, una máquina que permitía al hombre comunicarse a través de kilómetros y kilómetros de países y continentes de forma momentánea.

A pesar de ello, aún quedaba una frontera que el telégrafo no era capaz de superar: el mar. Nadie era capaz de aislar las líneas de cobre de los telégrafos del agua en 1837, pero estamos en el s.XIX y pocos años después se descubre la gutapercha.

En 1851 la gutapercha permite tender una línea de telecomunicaciones a través del Canal de la Mancha lo que une por primera vez Europa con el Reino Unido haciendo que desde ese año un continente entero pueda ser testigo de los acontecimientos de la época de manera simultánea.

Pero unir telegráficamente los 34 km que separan Inglaterra de Francia en el Paso de Calais no son comparables a los 5000 km que separan Irlanda de Estados Unidos. El continente americano parecía condenado al aislamiento perpetuo del mundo.

En ese tiempo parecía una misión imposible conectar ambos continentes, el Atlántico era un obstáculo insalvable, no se conocía su profundidad, la presión del agua destrozaría los cables, no existían barcos capaces de transportar tanto cobre. Pero entonces apareció Cyrus W. Field.

En 1854, un ingeniero inglés llamado Gisborne quería colocar un cable que uniese Nueva York y Terracota y para financiar su idea se pone en contacto con un joven empresario llamado Cyrus W. Field que a pesar de su juventud ya era un empresario de éxito.

Cyrus acepta financiar la empresa de Gisborne, pero él ve más allá, ya que iban a conectar Nueva York con Terracota ¿por qué no conectar Terracota con Irlanda a través del océano? Su entusiasmo y su falta de conocimientos técnicos hacen que Cyrus se vea capaz de todo.

Enseguida, Cyrus W. Field se pone manos a la obra: reúne a grandes especialistas, obtiene licencias del estado, emprende campañas de financiación y en solo unos pocos días reúne de la Telegraph Construction and Maintenance Co. las 50.000 £ necesarias para empezar con el proyecto.

También consigue dos barcos suficientemente resistentes como para cargar con las dos gigantescas bobinas de cable que unirán el Nuevo y el Viejo Mundo, el buque de guerra Agamemnon de la marina inglesa y la fragata estadounidense de 5000 toneladas Niagara.

Con las consiguientes reparaciones y refuerzos Cyrus ya tiene sus barcos, ahora necesita un cable que sea tan resistente como para soportar las presiones de las aguas oceánicas y tan elástico como para que se adapte al fondo marino y sea fácil de colocar.

Empieza a moverse la maquinaria para la confección del cable, se talan bosques enteros para obtener el caucho con el que se fabrica la gutapercha y se agotan minas para obtener el cobre que formará el mastodóntico cable. Un año se tarda en hilar los 600.000 km de cable.

Quizás estéis pensando, que flojo es este hilo, queremos saber más sobre el sexo en Roma o las drogas en el Antiguo Egipto. ¡600.000 km! Casi dos veces la distancia entre la Luna y la Tierra. Poca broma. Una vez fabricado este súper cable comienza la verdadera misión…

El 05/08/1857, con la mitad del cable enrollada y cargada en la Niagara y con una flota de barcos y de los mejores ingenieros del mundo acompañando a la fragata (entre ellos Morse) parten desde la pequeña localidad irlandesa de Valentia con la misión de comunicar dos mundos.

Poco a poco el Niagara va soltando kilómetros de cable mediante cabestrantes. El barco consigue superar el mar abisal que se extiende tras Irlanda pero al sexto día, durante la madrugada, todos se despiertan al ver que ha cesado el traqueteo de las máquinas:

La bobina está vacía, el cable se ha soltado y no hay forma de recuperar el extremo del cable perdido en el fondo marino. La misión ha fracasado. Pero Cyrus tiene una voluntad inquebrantable, vuelve a conseguir el dinero y al año siguiente vuelve a intentarlo.

Todo parecía ir bien en este segundo intento, pero tras cuatro días de aguas tranquilas comienza el temporal. Una tormenta que dura 10 días sacude esta vez al Agamemnon, el buque insignia de la marina británica, provocando graves daños al barco y al cable.

La tormenta cesa y el capitán decide continuar a pesar de los daños. Al tiempo el Agamemnon se encuentra por fin con la Niagara e intentan conectar ambos cables pero es imposible, el cable del Agamemnon está hecho pedazos y la misión falla de nuevo.

La noticia del fracaso llega a EE.UU y a Reino Unido, los accionistas del proyecto pierden la confianza en Cyrus y a pesar de ello, el empresario con su elocuencia y su ambición consigue convencerlos para hacer un tercer intento.

El Niagara y el Agamemnon parten de nuevo en 1858, esta vez sin flota de refuerzo, sin periodistas, sin despedidas oficiales y sin expectación ninguna por parte de ambos países. Y sin ninguna épica ni adversidades, el 28 de julio los dos barcos empalman el cable.

Por la tarde del 16 de agosto llega el primer mensaje telegráfico a Nueva York procedente del Reino Unido, enviado por la mismísima reina Victoria. Se celebran grandes desfiles, fiestas y banquetes en ambos países e incluso el Times compara la hazaña de Cyrus con la de Colón.

En medio del júbilo, uno de los electricistas del proyecto se da cuenta de que no llegan mensajes y de que el cable se ha averiado. El 1 de septiembre la prensa se hace eco de la noticia y promulgan una campaña de odio hacia Cyrus al que acusan de estafador.

El cable es inservible y Cyrus queda totalmente denostado. Pasan 6 años y las únicas comunicaciones entre EE.UU y Europa se hacen a la vieja usanza. Europa, Asia y África ya están conectadas y la tecnología ya es capaz de conectar telégrafos a través del océano.

Con las facilidades tecnológicas del momento Cyrus se pone en marcha de nuevo y con 600.000 libras y el gran barco de carga Great Eastern que ya es capaz de cargar con todo el cable sin la necesidad de usar otro barco logra su objetivo por fin en 1866.

📞🌍🌎FIN DEL HILO 🌎🌍📞

Con esto cierro el Al-manake por ahora, pero no desesperes, pronto volveré con más quehaceres y placeres.

FUENTE: MOMENTOS ESTELARES DE LA HUMANIDAD. STEFAN ZWEIG. (Este hilo es basicamente un resumen de un capitulo de este libro que recomendamos leer)

Barco de vapor, no máquina de vapor. ¡Qué despiste!