Esta es la sonrisa de Ezequiel. La sonrisa más hermosa que Mamá Laura vio en su vida. Desde el miércoles 13 de enero que no la ve, porque a Ezequiel lo mataron... (Abrimos hilo)
Ezequiel estaba preso en la Unidad penal 6 de Corrientes. Como tantos pibes de este país, en el que los medios de (in)comunicación lo único que reclaman es que haya más presos y bajar la la edad de imputabilidad, fue detenido por un delito que no cometió.
La Justicia ya había admitido el error y la inocencia de Ezequiel. Iba a quedar en libertad cuando se levantara la feria judicial. No va a suceder: lo mataron después de que en la cárcel reclamara que le dejaran la hora completa de recreo que le correspondía fuera de la celda.
Le pegaron hasta matarlo. Los guardiacárceles lo desfiguraron en una golpiza tremenda y la Justicia se hace la desentendida. Pero Mamá Laura tiene pruebas: otros celadores, de forma anónima, le reconocieron que al menos 8 efectivos mataron a Ezequiel a golpes.
"Estoy destrozada, solo quiero que se haga justicia. Mi hijo era un pibe bueno. Tal vez la gente dirá: ´Sí, todos son buenos, ella es la madre, ¿qué va a decir?’. Le pido a la sociedad que comprenda a una mamá desesperada, necesito ver a sus asesinos presos", dice Mamá Laura.
Y agrega: "Esto le puede pasar a cualquier mamá. No nos juzguen sin saber de nuestra historia. Ezequiel era un pibe de un barrio humilde, como tantos. Lo acusaron de un robo que no cometió, se pasó casi un año preso y cuando iba a salir me lo mataron".
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“‘¡Ninguno de ustedes tiene dignidad!’, les dije a los policías que persiguieron, golpearon y detuvieron a varios de mis vecinos por nada". #PoliciaDeTucuman
"Llegaron al barrio cuatro camionetas y 10 efectivos en motocicletas; con disparos al aire, corrieron y golpearon a los vecinos".
"Cuando yo les dije que no tienen dignidad vinieron ocho o nueve policías corriendo hacia mi casa. Cerré el portón con llave y el policía más violento se acercó y empezó a gritar ‘ya sé dónde vivís, te voy a matar’".
#COVID19 EN EL CONURBANO: “UNA ENFERMERA ME DIJO QUE A MI MARIDO LO ENTUBARON Y HORAS DESPUÉS LLAMÓ OTRA PARA DECIRME QUE SE HABÍA MUERTO, QUE LO CREMABAN”
Gabriela Romero tiene 35 años, dos hijas de 12 y 4. Vive en el barrio José Ingenieros, de La Tablada.
Su esposo Héctor tenía 41, y casi 15 en la empresa de transporte Cruz del Sur. Era clarkista, manejaba los autoelevadores que cargan camiones en los depósitos.
Durante una semana sus jefes lo vieron trabajar con síntomas de Covid: fiebre, tos, dolor de cabeza y garganta.
Gabriela dice que la empresa no les daba barbijo ni guantes. Sólo una botella con lavandina. A Héctor la fiebre no le bajaba, se sentía cada vez peor y fue dos veces al sanatorio San Justo, donde lo mandaron a la casa. Llamó al 107, sin respuesta. Lo internaron 10 días después.
Como antes habían hecho varios diarios con las muertes por coronavirus, en Cítrica usamos el mismo método pero para mostrar otra realidad: los nombres y apellidos de las personas asesinadas por las distintas fuerzas de seguridad en los cinco meses de aislamiento social (1/9)
La Federal, la Bonaerense, las policías provinciales, la de la Ciudad, Gendarmería. Todas las fuerzas y todos los gobiernos están involucrados en este número que crece semana a semana y casi nadie se detiene a observar: a fines de julio eran 71; a fines de agosto, son 92 (2/9)
Aunque las cifras no se difundan a diario y no salen en noticieros de TV, estos nombres son parte del drama en este contexto de pandemia. Todxs son de barrios pobres, que además de estar acorralados por el virus, están condicionados por la violencia estatal cotidiana (3/9)
Esto pasó el sábado en la localidad de Fontana, provincia de Chaco. Otra vez la policía golpeó a hombres y mujeres de la comunidad qom. No solo les pegaron. También hubo balas y tortura. Y abuso sexual.
"La agarraron del cabello a mi hija y la arrastraron y entre seis policías agarraron a mi hija y a mí. El oficial Antonio Fernández me pegó con la 9 milímetros en el rostro", relata Elsa, la señora que vive en la casa donde entró la policía.
"Y después entraron a agarrar a mi sobrino y le pegaron contra la pared. Ahora está todo desfigurado. Y después agarraron a mi hijo, que no estaba en ese momento en la casa, venía de la casa de su papa”, agrega Elsa.