El Holocausto es el agujero negro en la historia de la humanidad. Negarlo es un crimen. Manipularlo es vil. Y rampante la degradación de las elites que quieren olvidar que el nacionalsocialismo, como el comunismo, fue globalista y la Shoa fue el intento de exterminar una nación. 
El ejemplo más zafio de la perversión globalista de usar el Holocausto contra enemigos políticos fue ayer el presidente del europarlamento Sassoli. Que vino a llamar nazis a quienes defienden nación y fronteras. Insultando a todas las naciones y a Israel más que a ninguna.
Pero habló Goldschmidt, rabino de Moscú, jefe de la Conferencia Europea de Rabinos y le dijo a Sassoli que basta de palabras huecas e hipocresía. En Europa se permite el antisemitismo importado musulmán, impiden prácticas religiosas judías y la izquierda vierte odio a Israel.
“Denn heute gehört uns Deutschland und morgen die ganze Welt”. Hoy nos pertenece Alemania, mañana el mundo entero. La ideología asesina nacionalsocialista no quería fronteras, como los globalistas de hoy, como Sassoli. Como la ideología asesina comunista de la Internacional.
El nazismo igual que había hecho el comunismo unificó el mensaje en los medios para acabar con la discrepancia. Gleichschaltung, se llamó. No está lejos la brutal censura del globalismo ahora en EEUU o Alemania donde discrepar de la verdad oficial supone muerte civil.
Yo crecí en la cultura del luto por el Holocausto. Luto por el horror y la culpa. Mi padre, superviviente de Sachsenhausen, fue víctima del nazismo después de haber sido diplomático nazi y vivió la culpa de elites que debían haber impedido lo que ayudaron a construir.
Y culpa por el entorno judío de amistades, cultura y trabajo desaparecido en exilio o muerte. En Alemania como en España conocí alemanes que lamentaban haber perdido la guerra. Nunca ni uno en mi casa. El Holocausto, crimen genocida fue maldad total, hoy una llama sagrada eterna.
Sí al compromiso de tener la guardia alta, sí, para no participar con mayorías en odio, exclusión y criminalización del discrepante, voluntad aniquiladora y censura. Ni desprecio a la identidad, nación, familia y creencia que son el vinculo más íntimo entre nosotros y otros.
Mi padre me enseñó a no cometer el error que le llevó al horror de ser gregario cuando la conciencia le exigía el coraje de la soledad. Cuando debió quedarse solo como el padre de Joachim Fest, Solo. “Yo no”. Levantar la voz cuando creas que hay que decir lo que nadie dice.
El Holocausto es el agujero negro en la historia de la humanidad. No está escrito que no fuera el inmenso ensayo de la gran función final del mal. El horror lo preparan gentes obedientes y lo ejecutan gentes vulgares. Machacar al discrepante desde la sumisión es un primer paso.
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