Esto me ha recordado que uno de los cuadros incluidos en este grabado de 1672 es la única representación fidedigna de la fachada sur de la catedral cuando todavía tenía las casas adosadas. Metahistoria.
(Creo que fue el historiador del arte Hernández Núñez quien se dio cuenta)
Si no tenemos más fuentes es porque grabados como este, cuando llegaban al ángulo suroeste, se tangaban. La catedral nunca tuvo este aspecto, pero las casas que tenía adosadas no encajaban con la idea de templo ideal.
Esta, de hecho, fue la última parte del complejo en construirse; las obras se prolongaron hasta los años 20 del siglo pasado.
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Hoy en Ucronías Sevillanas, el proyecto de urbanización de los Jardines de Cristina en 1869.
La propuesta contemplaba la construcción de un barrio ocupando toda la superficie entre la Torre del Oro, la Puerta Jerez, la Fábrica de Tabacos y el Palacio de San Telmo (el Hotel Alfonso XIII y el Hotel Cristina no se construirían hasta inicios del siglo XX)
Dado que quedaban 50 años para que estuvieran en boga las ideas de Ciudad Jardín, todo indica que se trataría de viviendas en manzana cerrada, del estilo de las de La Florida o las pocas que aún quedan entre Arjona y Marqués de Paradas, construidas por la misma época.
Mucha risa con que si la Cuesta del Rosario de Sevilla no tiene cuesta, pero eso es lo que pasa cuando se le deja el nombre a cosas que hace siglos que han desaparecido. Esto es lo que se decía de aquel sitio en el XIX:
«Calle de la Cuesta del Rosario:
Se llama cuesta porque lo és y bastante agria, y la única que hay en esta ciudad; y el nombre del Rosario lo toma por un antiquísimo retablo, que sobre un arco por donde se pasa, forma una capilla en que se venera una hermosa Imagen de talla…
Este es el sitio más raro y antiguo que tiene esta capital. No ha tenido renovación alguna […]; merece verse; y compararse con lo demás de la población, y aun conviene conservarlo así, […] mucho más cuando su situación es tan oculta que casi es necesario buscarlo al intento…
(El día que se rifaron hostias en la catedral de Sevilla)
Esta historia comienza el 13 de septiembre de 1598, día en que le dio por morirse a Felipe II, la persona más importante de su tiempo y una de las más poderosas de la historia.
Como ya era tradición en estos casos, en muchas de las ciudades del Imperio, nada más conocer la noticia, se acordaron suntuosas honras fúnebres y la construcción de templetes para honrar la grandeza del monarca. En Sevilla, todo esto se haría en el interior de su gran catedral.