Últimamente le estoy dando muchas vueltas al concepto de la cultura de la cancelación, a ser buena persona, a la importancia de la empatía.
Creo que una de las cosas que estamos viendo no es tanto que la sociedad está cambiando sino que ahora tenemos más maneras de saber, o menos inhibiciones a la hora de comunicar cómo se sienten otros.
Y no sé si se trata tanto de una cultura de la cancelación, dictadura de lo políticamente correcto o cosas así, como de ejercer la empatía y tratar de entender lo que hiere a los demás.
No sé si a lo mejor cambiaría algo que en vez de "es que ya no puedo decir X" o "ya no puedo hacer Y" o "ya no me dejan hacer Z" lo enfocásemos como "he descubierto que a alguien le duele cuando hago X".
No quiero parecer parodia de un woke estereotípico, pero yo me he revisado mucho y me he agobiado con tantas cosas que he hecho mal. Todas las veces que he usado palabras que podían herir a otros, todas las veces que he hecho sentir incómodo a alguien...
...las veces que he tirado los tejos a alguien haciéndole sentir incómodo, las veces que no he sabido reaccionar o no tenía la suficiente información sobre la identidad de alguien y he metido la pata hasta el fondo. Me siento mala persona.
Y del mismo modo, las veces que me han hecho sentir incómodo, acorralado, agobiado. Las veces que los demás han proyectado sus prejuicios contra mí, cuando no me he sentido seguro de ser yo mismo. Y me han hecho sentir mal.
Quizás no es tanto una cuestión de liderar una caza de brujas o de sentir que te censuran, sino de tomarnos la oportunidad de saber más como convivir mejor con los demás, hacerles sentir cómodos, seguros y ellos mismos. Un mundo mejor para todos.
A todos con los que he metido la pata alguna vez: lo siento mucho. En serio.
Y a todos los que han metido la pata conmigo: no le deis más importancia. Estamos todos aprendiendo.
Y supongo que aprender es hacernos más empáticos. Es decir, mejores personas.
Que si os parece una chorrada lo entiendo, pero de verdad que últimamente le estoy dando muchas vueltas al concepto de ser buena persona y necesitaba hilar mi pensamiento un poco.
• • •
Missing some Tweet in this thread? You can try to
force a refresh
En este penúltimo #gamuhilo vamos a hablar de cómo resucitar una marca muy dañada, cómo reinventarla gráficamente y quién diseña cosas que vemos todos los días y a las que no prestamos atención.
Hoy hablamos de Metro de Madrid.
Desde su constitución, Metro de Madrid fue una empresa privada. Los accionistas eran algunos de los grandes bancos y personalidades aristocráticas, incluyendo al rey Alfonso XIII que aportó un millón de pesetas. La empresa pagaba sus ampliaciones y operación con los billetes.
Desde el principio, Metro este nombre como marca (aunque la empresa se llamaba Metropolitano Alfonso XIII) y usó como logo un rombo rojo con el nombre en azul. Digamos que un homenaje al metro londinense, el primero del mundo.
Este tipo de billetes, sin banda magnética ni por supuesto chip, se conocen como resistivos o troquelables, y funcionan metiéndolas en una validadora que recorta un trocito del cartón para que se pueda ver cuántos viajes quedan.
Los hubo en muchas ciudades:
Pero no os creáis que solo funcionaban en autobuses. También Renfe los tuvo:
Hoy me he comprado en el Rastro un libro al que tenía mucho cariño de pequeño, "Silvia y la Máquina Qué" y lo he devorado entero ya.
¿Qué libros, al margen de los más populares, recordáis de vuestra infancia?
Aparte de estos, tengo buenos recuerdos de otros. No voy a citar a Manolito Gafotas porque es obvio en nuestra generación, pero también me encantó "Mi casa parece un zoo", "Devuélveme el anillo, pelo cepillo", "Pupila de Águila", "Muscha" o "Un genio en la tele".
Me estáis despertando mogollón de recuerdos en los replys. Añado "El hombre pequeñito" y "El diablo de los números", que se lo recetaban entre sí los padres de mi clase como remedio para el asco que le cogíamos muchos a las matemáticas.
En Soto del Real, que antes se llamaba Chozas de la Sierra, hay una calle dedicada a Phyllips B. Turnbull, profesora universitaria y pareja de Gloria Fuertes junto a la que vivió en el pueblo, y que estableció un programa de becas para jóvenes del pueblo.
En Guadalix de la Sierra hay una estatua de Pepe Isbert en el balcón del ayuntamiento, en recuerdo a su personaje del alcalde en Bienvenido Mister Marshall, que se rodó aquí
Y tienen una calle dedicada a Villar del Río, nombre del pueblo en el que se sitúa la ficción
En el #gamuhilo de hoy vamos a hablar de tebeos, de propiedad intelectual, de marcas y de plagios.
Concretamente, de auto-plagios.
Porque los dibujantes de personajes tan conocidos como Zipi y Zape o Mortadelo se vieron obligados a plagiarse a sí mismos a finales de los 80.
Bruguera fue una de las editoriales más importantes de España desde los años 40. Había sido fundada antes de la guerra con el nombre de El Gato Negro, pero con el franquismo cambió de nombre (aunque mantuvo su icono).
La especialidad de Bruguera eran las revistas semanales de tebeos: Pulgarcito, El DDT, Mortadelo, Zipi y Zape… que con el boom de nacimientos con el desarrollismo tuvieron su mejor época en los años 60 y 70.
Han anunciado que esta semana comienza la implantación de la imagen de CaixaBank a las oficinas de Bankia. Y me pregunto una cosa.
Ahora mismo Bankia ya no existe, CaixaBank es la titular de todos los activos de lo que fueron dos empresas. Hasta ahí bien.
Pero a la vez hay dos sistemas bancarios, el de ex-Bankia (2038) y el de CaixaBank (2100). El segundo va a migrar al primero en algún momento del año, seguramente en el tercer trimestre. La cosa es que son sistemas diferentes (por eso la integración técnica no es inmediata).