Voy a hacer un pequeño repaso de noticias de esta mañana con un elemento en común: el mismo sujeto.
La Justicia ha decidido suspender la semipeatonalización del centro de Madrid, conocida como Madrid Central. Una medida para reducir el tráfico y mejorar la calidad de vida (y del aire) del centro de la ciudad viola la ley.
La Justicia ha desestimado los recursos de amparo de los condenados por sedición del 1-O, que deberán permanecer en prisión (al menos, en tanto se tramitan los indultos).
La Justicia ha decidido que la situación en Navarra no justifica la decisión del ejecutivo autonómico de establecer toque de queda y horario de cierre de los locales de hostelería. (En sentidos disímiles, se han producido pronunciamientos de la Justicia en otros territorios).
La Justicia pide seis meses de prisión para el secretario de Organización de Podemos por un caso anterior a la fundación del partido, una supuesta agresión a un policía en una manifa de la que no hay evidencia gráfica, ni siquiera un atestado de identificación del acusado.
La Justicia admite el recurso de la diputada andaluza Teresa Rodríguez por su expulsión del grupo parlamentario en la Junta de Andalucía.
La Justicia avala que los ayuntamientos establezcan tasas para las empresas de telefonía fija e internet.
La Justicia rechaza las medidas anticovid decididas por el Gobierno de Canarias porque dice que no tienen justificación.
Podríamos seguir... Y estas son de hoy. ¿Qué tienen en común? Pues que es la Justicia modulando el ejercicio de los poderes democráticos (municipales, autonómicos o estatales, ejecutivos o parlamentarios). No resolviendo litigios, sino haciendo política.
La litigiosidad de la política y su abdicación de su obligación de negociar y aportar soluciones ha ido empoderando al poder judicial, al punto de que hoy no se le caen los anillos por suplantar con sus interpretaciones incluso a las autoridades de salud pública.
Este fenómeno (al margen del juicio que merezca cada uno de los casos, que son muy distintos) es una patente prueba de la gravísima aluminosis democrática que padecemos y de las incapacidades de la política para resolver sus conflictos por sí misma.
Hoy no se critica una ley, se recurre al Constitucional. Hoy no se reprueba a un político, se lo lleva al Supremo. Hoy no se discute la modulación de medidas contra la pandemia, se eleva al Tribunal Superior de justicia de la comunidad.
La Justicia, empoderada por el desistimiento político, no de devuelve esos asuntos al ámbito de la política y controla los principales resortes del poder institucional.
Todo eso, con un CGPJ okupa que, faltaba más, se envalentona con el Congreso y exige decidir sobre su reforma.
Que estemos dando todas estas informaciones en el mismo día sin percibir que hay algo extraordinariamente anómalo es indicativo del fallido aprendizaje de la democracia liberal que padecemos.
Vivimos gobernados por intérpretes del derecho.
Ejercemos una política tutelada.
Y ya.
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Llevamos 30 años sufriendo Montmelo, un circuito divertido para las motos, y un mojón del tamaño de un niño de primaria para la F1. O vamos a otro circuito o quitemos el GP de España, porque esto es insufrible año tras año.
Hagamos un change.org para quitarnos Montmelo del campeonato.
Hay cosas que me parecen un secreto a voces, un elefante en la habitación, y me pone nerviosísimo que no se mencionen, que se conviertan en una especie de tabú, así que voy con un pequeño HILO TRUMPIANO sobre mi perplejidad.
Una de las características sobrevenidas del trumpismo, como versión posmoderna del viejo reaccionarismo es que lo que creíamos que era un avatar, estar encabezado por un perfecto idiota (Donald Trump lo es en el sentido estricto) no parece ser accidental.
Durante todo el mandato de Trump se ha evitado decirlo, se hablaba de que es estrafalario, de que no tiene filtro, de que es un desalmado y, en general, se subrayaba que su equipo de asesores eran linces de la comunicación política. Vale.
Hemos leído a expertos por doquier explicarnos lo bueno que es el trumpismo movilizando voto, hasta el punto de que Trump mejoró resultados en noviembre. Lo votó bastante más gente que hace cuatro años.
Pero eso no explica por qué perdió. Unos dicen que un candidato tan moderado como Biden logró aglutinar a la izquierda y al centro. Otros, que el papel de los perfiles de izquierdas que lo apoyaron sin medias tintas, como Sanders o Alexandria Ocasio-Cortez, fueron determinantes.
Será todo verdad, pero yo, en cambio, creo que si en vez de un candidato, los Demócratas hubieran puesto un ficus, también habrían ganado. A pesar de la subida de Trump. Porque creo que el factor de movilización anti-trump es el propio Donald Trump.
HILO. Sobre el vídeo "apolítico" de moda:
El viejo adagio del Poema del Mío Cid "qué buen vasallo si tuviese buen señor" se usa hasta el empacho impulsando la idea de que somos (España, Catalunya, Almendralejo, Calahorra, Madrid...) gente estupenda en manos de políticos infames.
Siempre es tentador, toda vez que los políticos asumen la responsabilidad de lo común, cargarles nuestros penares y pensar que nos iría mucho mejor si fueran al menos tan chachis como somos nosotros. En un sentido político hablamos de una crisis de la legitimidad representativa.
En psicología se diría, en cambio, que responde al efecto Dunning-Kruger, un sesgo cognitivo por el que los individuos incompetentes tienden a sobreestimarse, mientras que los individuos altamente competentes son proclives a subestimarse. La semilla de la cuñadez.
Oís hablar de furgonetas ardiendo para no hablar de ESTO:
"Era un grupo con difíciles equilibrios. Desconfiaban unos de otros, se traicionaban, se ayudaban, se protegían: si uno caía, caían los demás (...) Un grupo comparable a los GAL". @carlota_guindallavanguardia.com/politica/20210…
"Cuarto punto del plan, la campaña mediática, puesta en marcha por periodistas dispuestos a atacar a los rivales de Villarejo, que pretendía desacreditarlos y enterrarlos socialmente". @carlota_guindal
👆🏻 Si leéis a @carlota_guindal enmarcaréis sin esfuerzo la resistencia a renovar el Consejo General del Poder Judicial y su hiperactividad de nombramientos.
Los investigadores consideran que en el Ministerio del Interior operaba "UN GRUPO COMPARABLE A LOS GAL".