Thread by @MarianaR31

¿Cómo fue a parar una niña de 4 años a manos de quienes hoy están acusados de haberla matado y quemado su cuerpo?
Este es un resumen del expediente que muestra cómo cuidó el Estado de Rocío Rojas cuando se enteró de que había sido sacada de su casa por una vecina.

Rocío y su hermanito de un año y 9 meses vivían en Manantial Sur, Tucumán, con su mamá, Mayra Rojas.
Según el relato de Mayra, ella queda internada en marzo por un problema de vesícula.
Acá comienza el expediente:

El 5 de abril, María Carolina Gramajo denuncia en la Policía que Mayra maltrataba a sus propios hijos. Gramajo había sido vecina de Mayra y era madrina de la pequeña.

En su denuncia, avisa que sacó a los niños de la casa y se los llevó a vivir con ella. Da la dirección. Un informe socioambiental del mismo día da cuenta de cómo es el domicilio donde se la llevó.

Ese mismo día, se piden medidas de protección.
Ocho días más tarde, asume la representación de los menores la defensoría de la 3° Nominación.

El 15 de abril, el fiscal José Augusto Zapata, de la fiscalía de Violencia familiar y de Género ordena que se mande el expediente a la Justicia de Familia.

Atención a esto:

Pasan dos meses hasta que el expediente llega a la mesa de entrada de la Justicia Civil.

Dos meses.

Dos meses en los que dos niños estuvieron con personas que no son su familia y que, simplemente, se los llevaron con ellos alegando que los maltrataban en su casa.

Dos meses.

El 16 de junio, cuando el expediente llega a mesa de entradas, a Rocío le quedan dos semanas de vida.
Ahí la cosa va un poco más rápido: se sortea Juzgado ese mismo día. La 7° de familia se da cuenta de que había un expediente anterior. Recae en la 6°.

A la 6° llega sin un decreto, lo piden, lo mandan.

Estamos a 28 de junio cuando la jueza Claudia López recibe el expediente completo.

A Rocío le quedan dos días de vida.

Ese mismo día, entra un informe de la Dirección de Niñez, Adolescencia y Familia (Dinayf) sobre el estado de los chicos que habían sido sacados de su casa por una vecina.

Desde el comienzo mismo, parece una broma.

Empieza con los datos de Rocío y su domicilio actual. Sigue con los datos del bebé y consigna: SE DESCONOCE PARADERO.

A nadie parece alarmar este dato.

Pero continúa. El informe se basa en una entrevista TELEFÓNICA que se le hace a la mujer que se llevó los chicos, la "madrina" María Carolina Graneros. Ella cuenta, por teléfono, otra vez lo mismo: que los niños estaban en peligro con su madre y ella se los llevó para salvarlos.

Pero la Dinaif no se conforma con esa entrevista telefónica. Vuelve a llamarla el 17 de junio y no contesta. Entonces, espera una semana y vuelve a llamarla el 28 de junio. Tampoco contesta.

Entonces, pasa a las conclusiones. Indica que se debe ahondar en la situación de las familias de origen y acogida y dice que es indispensable avanzar con una entrevista en Cámara Gesell.

Y, a continuación, detalla en las conclusiones: "Se observó a los niños Rocío y *** en favorables condiciones y afectuosos con la señora".

TODO ESTO, CON SÓLO UNA LLAMADA TELEFÓNICA.

En los tres meses en que Rocío vivió con la mujer que hoy está acusada de matarla, no la vio un médico forense para constatar que venía de maltrato materno ni para constatar si la maltrataban en su nueva casa.

Tampoco un psicólogo. Ni un asistente social.

No está pedida ni adjuntada en el expediente la planilla de atención en el CAPS (Centro de Atención Primaria de la Salud), donde debe constar si en algún momento se le observó alguna lesión.

No está adjuntada información sobre su escolaridad.

Nadie, según se desprende del informe, vio a ver a la niña, para observar si estaba bien cuidada o alimentada.
No figura en el expediente testimonio alguno de los vecinos que, tras el crimen, relataron cómo la castigaban y cómo la escuchaban llorar.

El Estado sabía que la nena había sido llevada por personas que no eran sus familiares, pero nadie se acercó a ver con sus propios ojos si estaba bien. O a escucharla.

Nunca llegó a la Cámara Gesell para saber si su madre, efectivamente, la maltrataba. O para saber cómo la cuidaba esta nueva familia. La mataron antes.

Nunca se sabrá qué le pasó en esos tres últimos meses de su corta vida, porque los asesinos ni siquiera le dejaron el derecho de tener una autopsia. Tampoco el derecho de tener un velorio, son tan pocos los restos que se hallaron y hay que tratar de extraer ADN.

De ella no queda más que un expediente flaco, con un bache de dos meses y un resumen de una llamada telefónica. Nada más. Así vivió y murió Rocío, que no dejó ni una lápida donde se pueda ir a llorar.-