Todo hace indicar que éste va a ser un año de transición (otro) para Barça y Madrid, que pretenden basar su reconstrucción y su vuelta al pódium del fútbol en base a dos grandes ejes: Superliga y superfigura.
Ahora todos los focos apuntan al París de Messi, Neymar y MBappé, tres de los cinco mejores jugadores del mundo, pero dos de ellos superan ya la treintena y la Ligue 1 está todavía lejos de poder competir con la Premier y LaLiga.
La Superliga era un salvavidas para el corto plazo de Madrid y Barça, pero la torpe puesta en escena y el furibundo contraataque del resto de agentes implicados lo ha convertido en un plan a medio plazo.
Lucho se subió al andamio y un puñado de excelsos veteranos tuvo cinco meses buenos. Los suficientes para levantar la Champions y para que Bartu se parapetase en el poder y siguiese embarrancando al Barça pagando la cuenta el mismo socio que le acababa de votar en masa. Poesía.
Este Barça está acabado, y no es de ahora. Culpables son los que inculparon al club, ahuyentaron a Neymar, hastiaron a Messi, pagaron 430 millones por Coutinho, Dembélé y Griezmann y colocaron un amasijo de facturas por 200.000€, pero también los 26.000 que lo validaron en 2015.
No basta con que hayáis cambiado el sentido del voto. No. Eso no os exime de culpa, mentecatos. Le entregásteis el Barça a los que estaban acabando con él sólo porque una conjura de cracks otoñales acabó en triplete. No tenemos el más espíritu crítico. Y así nos va.
4-0. Este trance histórico ya lo vivió el Barça. Antes de un Anfield’19 hubo un Atenas’94. También con Liga ganada y con superclases campeones de todo, también barridos de principio a fin. La diferencia fue el día después: ahí había un valiente dispuesto a tomar decisiones.
Johan Cruyff se puso a ello esa misma noche griega. Empezó por Laudrup y Zubi, nada más y nada menos, y luego les siguieron los otros. No llevaban en la cúspide ni la mitad de tiempo que la generación actual y no habían ganado ni una tercera parte, pero juntos ya no servían.
Los mismos que atizaron entonces (y hasta el fin de sus días) a Cruyff por pasar página y limpiar cuadras llevan cuatro años contando accidentes y asegurando que con Paulinho no se pierde en Roma. Están los que no quieren ver y también los que no quieren que miremos.
Si de mí dependiese Valverde no se sentaría el próximo año en el banquillo culé. Cierto es que en sus dos años aquí se ha ganado con creces la continuidad, y que ha gestionado el presente como pocos, pero no me parece la suya la mejor filosofía para encarar el futuro.
El mismo club que ficha a De Jong bajo promesa de vender a un medio titular -y todos los tiros apuntan a Rakitic- renueva a Valverde bajo promesa de retener al croata. Por ahí ya empezamos mal. Habrá que ver a quién engañamos.
Con Rakitic y Arturito en la plantilla y el enterrador en el banquillo los minutos van a escasear para Arthur y De Jong, y no digamos ya para Riqui y Aleñà. Todo esto contando con que, efectivamente, a Coutinho se le dé salida.