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4-0. Este trance histórico ya lo vivió el Barça. Antes de un Anfield’19 hubo un Atenas’94. También con Liga ganada y con superclases campeones de todo, también barridos de principio a fin. La diferencia fue el día después: ahí había un valiente dispuesto a tomar decisiones.
Johan Cruyff se puso a ello esa misma noche griega. Empezó por Laudrup y Zubi, nada más y nada menos, y luego les siguieron los otros. No llevaban en la cúspide ni la mitad de tiempo que la generación actual y no habían ganado ni una tercera parte, pero juntos ya no servían.
Los mismos que atizaron entonces (y hasta el fin de sus días) a Cruyff por pasar página y limpiar cuadras llevan cuatro años contando accidentes y asegurando que con Paulinho no se pierde en Roma. Están los que no quieren ver y también los que no quieren que miremos.
Que si variantes aquí, que si Paulinhos por allá, que si un poco de Arturito o un mucho de Valverde. El Barça lleva años tapando el lógico declive de una generación que lo ha ganado todo y a la que todavía le alcanza para ganar Ligas caminando mientras Leo aniquila a rivales.
Los que salen en las fotos de los 3-0 de Turín y Roma, y de los 4-0 de París y Liverpool, llevan en lo más alto desde 2008. Y no se quieren bajar de ahí, como tampoco querían Laudrup, Zubi, Stoichkov, Koeman y compañía. Pero todo llega a su fin. Todo menos Leo Messi.
Entendemos todos que el Madrid que levantó cuatro de cinco Champions está en descomposición porque lleva años palmando Ligas, pero no que lo esté la del Barça, que lleva años palmando Champions, dejándose la piel en las Ligas y compitiéndolo todo desde 2008. Algo falla ahí.
Nunca conocí un equipo que se mantuviese en lo más alto con seis tíos por encima de los 30 años jugándolo todo. Sigo sin conocerlo, pues a esta generación premium del Barça hay que aplicarle el factor corrector llamado Leo Messi. Con sus 30-35 goles en Liga se camina mejor.
Arturo Vidal no debería pasar de solución, y empieza los partidos siendo el primero de los problemas. Él es el último de los responsables del desaguisado, pues él no sólo no engaña a nadie sino que es de los mejores en lo suyo. Pero el Barça necesita lo de Xavi, no lo de Arturo.
El Barça necesita ser fiel a su idea pero también ser valiente y sincero consigo mismo. No autoengañarse y afrontar de cara los problemas. No más parches para que los verdaderos amos del club puedan seguir haciendo y deshaciendo a su antojo. El club debe recuperar el liderazgo.
El cónclave de vacas sagradas tras la caidíta romana decidió que las cosas tenían que cambiar, pero ellos no. Un Paulinho. Mi reino por un Paulinho! A ver qué decide el cónclave post-Anfield. No a Valverde y Sí a Griezmann? Si se queda en eso, tenemos un (otro) problema.
Otra cosa es que para que decidan Bartu y Segura casi mejor que decidan Leo y Gerard, pero seamos serios. En un club serio los jugadores jugarían, Segura tendría finiquito, la secretaría técnica planificaría y el presidente ejecutaría. En un club serio, digo.
Aquí el presidente se va a Brasil a fichar a Neymar o a Madrid a negociar con Griezmann sin preguntar nada a nadie. Aquí los fichajes son políticos (hola Arda!), las ventas son secreto de estado al 200% y los jugadores han pasado de ser activos a sobrevaloradas cortinas de humo.
Aquí se señala la chequera del City y se gastan 300 millones en dos suplentes. Aquí se dispara a los críticos de twitter porque en los medios ya no quedan. Aquí nos reímos del Madrid de las áreas pero alabamos al Barça de Messi y Ter Stegen. Aquí no hay autocrítica.
Y luego está Valverde. Gran tipo y buen entrenador de equipos media tabla. Y del Olympiakos. Un bonito paraguas que pronto vamos a cerrar para que todo siga igual. Suya es también la enésima Liga de Messi, porque sus dolores de cabeza le ha costado.
