("Los niños ignorados")
Estimado Iker:
Escucho esta emisión de #LaEstirpeDeLosLibres y poco a poco me doy cuenta de que, obviando las diferencias podrías estar poniendo palabras a mis vivencias estos meses de pandemia.
Lo que hicisteis informando sobre la pandemia, siendo fieles a los acontecimientos y a vuestro propio criterio, visto en el tiempo y pasados estos meses, se define de revolucionario.
Estoy de acuerdo en que cuando empiezas a pensar por tí mismo y quieres actuar conforme a lo que crees que se debe hacer para hacerlo bien empieza un recorrido inesperado cuyo final aún no se ha escrito.
Personalmente me uno al coro de voces y agradecimientos al decir que debido a la información y recomendaciones que disteis, muchos de nosotros nos pudimos proteger cuando la visión general era que “lo de China” pasaba solo en China y que no llegaría hasta aquí.
Nos pudimos adelantar un poco a los acontecimientos y de ese modo salvaguardar la salud de los más débiles en la familia.
Sin embargo no acabo de entender el discurso oficialista que permanece sobre los colegios.
Oigo a hablar a expertos en muchas materias y excepto a aquellos que hacen hincapié en la transmisión por aerosoles y a la importancia de mantener limpio el aire de espacios cerrados, el tema de los niños y los colegios parece un tema menor.
Es difícil de abordar, hay muchos claroscuros; metidos aún en el huracán de la pandemia no es fácil establecer directrices claras de lo que está pasando.
Ayudado por todo el ruido mediático, las informaciones convenientes, las contrainformaciones, los cambios de discurso radicales desde la pediatría, las incertidumbres inherentes al virus, no ha sido fácil saber qué hacer correctamente con los niños y su protección.
Primero había que mantenerlos encerrados en casa por ser posibles supercontagiadores, después tenían limitados los paseos por edades y justo antes de empezar el pasado curso, los niños eran ajenos a la condición humana y prácticamente eran inexpugnables al virus.
Pero no ha sido así. Ahora sabemos que se contagian. Que contagian. Que lo pasan leve. Asintomático. Que dan negativo en los test aún pasando al enfermedad. Que el virus tiene en ellos manifestaciones diferentes a los adultos.
Que la afectación en el intestino en relevante en ellos. Que semanas después de haber pasado la enfermedad y sin haber tenido síntomas puede aparecer el Síndrome Multisistémico Inflamatorio.
Que lamentablemente algunos fallecen. Son pocos, dicen. Son demasiados para cualquier familia.
A estas alturas escucho con sorpresa que lo de los coles al final no ha sido para tanto. Y he escuchado y leído muchas cosas durante el curso anterior. Cosas que no querría haber visto nunca.
Porque ya no soy la misma persona. He aprendido mucho, he crecido mucho pero algunas cicatrices quedarán para siempre, algunas no se han cerrado todavía y otras heridas se reabren ante el curso próximo.
También he vivido cosas buenas y he conocido muy buena gente. Lo mejor de todo esto ha sido no hacer el camino sola y poder conocer personas que de otro modo no hubiera podido conocer. Gracias a ellas y entre todas nos hemos ido sujetando para poder seguir.
Pero yo soy anecdótica, no soy nadie, una voz más, no he sido la única.
Muchas familias optaron, ante ninguna solución confiable y un gran oscurantismo en los colegios, no llevar a sus hijos presencialmente a clase, y reclamar siempre desde la transparencia y la honestidad, el derecho a continuar la educación desde casa.
No era gratis. Acompañar a los hijos durante el curso escolar desde casa ha supuesto muchas renuncias.
De todas las opciones la más fácil es dejar que los docentes hagan su trabajo y llevar a tus hijos a la escuela para que les enseñen, mientras tú trabajas para que la maquinaria familiar siga funcionando.
Los que nos hemos quedado ayudando a nuestros hijos para que no perdieran el curso y preservar la salud, suya y de los familiares, no solo hemos seguido las materias.
Hemos seguido siendo padres y madres ubicados en un rol desconocido para nuestros hijos; hemos sido compañeros, maestros, amigos, animadores, cuidadores y una caleidoscópica navaja suiza. Sin el apoyo de los colegios ni de las administraciones.
Unos pocos colegios han puesto por delante facilitar el camino a las familias; en medio de una pandemia de evolución desconocida decidieron poner su contribución para ayudar a proteger a los miembros de su comunidad, muchos con nombres y apellidos.
Niños que conocen, familias con las que se saludan a menudo, con quienes comparten los progresos de sus hijos, recomendaciones escolares.
Situaciones que hacen que docentes y familias se pongan de acuerdo y colaboren juntos proporcionando una silenciosa pero valiosa enseñanza de trabajo en equipo a los niños.
Les han proporcionado tareas, seguimiento online, han permitido que los alumnos que no asistían a clase pudieran acudir a los exámenes en aulas en las que estaban ellos solos, para seguir estando protegidos del contagio, por ejemplo.
La mayoría no se ha comportado así. A muchos colegios se les ha pedido antes de empezar el curso que se les permitiera ver las condiciones de las instalaciones donde pasarían mínimo 5h al día, aunque fuera a través de una conexión,
igual que se han celebrado las reuniones trimestrales para evitar que los padres y madres entraran al edificio y reducir los posibles contagios. La respuesta ha sido una lista de medidas reflejadas en un papel, eso sí, vía correo electrónico.
Vosotros hablabais de aerosoles. Los que os seguíamos lo sabíamos. Sabíamos ya quién era José Luis Jiménez y que era importante respetar las 3M y que el virus se transmite por el aire.
Algunos hicimos propuestas, antes de empezar las clases, para echar una mano en las aulas y ayudar a reconfigurar los espacios para que hubiera la distancia necesaria.
No nos limitamos a pedir, también brindamos nuestra colaboración porque entendemos que la comunidad educativa somos todos y todos podemos beneficiarnos de lo que hagamos unos por otros.
Todas las propuestas fueron rechazadas. Y así siguió siendo durante todo el primer trimestre. Muchos padres hemos empezado el curso solos, con los libros y nuestros hijos, tratando de seguir un temario que desconocíamos porque la respuesta desde el colegio era no. Siempre no.
Hemos hecho tareas a diario y las hemos enviado al colegio para dejar constancia de que se estaba trabajando, que no era un capricho, que no estábamos buscando una excusa para convertirnos en absentistas.
Después del curso vivido puedo asegurar que es mucho más fácil llevar a tus hijos a clase que demostrar que no eres absentista en medio de una pandemia. Enviábamos las tareas sin obtener otra respuesta que el silencio.
Entonces empezaron a llamarnos de Orientación, metiéndonos en el mismo saco que a los absentistas.
Absentista es aquél que lleva a cabo la "costumbre o práctica habitual de no acudir al lugar donde se ejerce una obligación, en especial al trabajo o a la escuela”
y también quien adopta la "Costumbre o práctica habitual de abandonar el desempeño de las funciones y deberes anejos a un cargo”.
Así que se acogieron a la primera acepción e ignoraron la segunda. Nuestros hijos han estado atendidos en todas las áreas de su vida y precisamente por querer cuidar de ellos y de los miembros más vulnerables de su círculo familiar es por lo que no han acudido a clase.
La siguiente llamada que íbamos a recibir era la de la persona responsable de abrir el expediente, encaminado el proceso de absentismo contra nuestros hijos.
Los colegios reclamaban un informe médico pediátrico donde dijera que el niño no podría asistir a clase por vulnerabilidad. Los pediatras nunca han justificado las faltas de los niños, siempre lo han hecho los padres y madres.
Hasta este momento en el que había una pandemia que se había llevado por delante a muchas personas mayores y no tan mayores. Donde la justificación de padres y madres dejó de tener valor.
Una pandemia que había mantenido a los niños aislados 3 meses por ser supuestamente vectores del virus. Hasta muchos pediatras cuestionaron la necesidad de abrir las aulas en septiembre por lo que podría pasar. En junio. En septiembre hubo un giro radical a lo contrario.
No siempre el vulnerable era el niño. A lo mejor el padre o la madre, o la abuela o abuelo conviviente.
En ese caso el médico debía hacer un informe recomendando que el niño no asistiera a clase pero un médico de familia no podía indicar que un paciente de pediatría no fuera a clase. Se había trazado el círculo con fuego.
Las direcciones de los colegios no reconocían ninguna acreditación de patología si no había un informe médico que con palabras exactas dijera lo que había que decir. No podían tomar decisiones sobre salud pero las estaban tomando sobre la enfermedad y la muerte.
Llegaron a proponer en algunos casos que el alumno se cambiara de domicilio durante el curso para alejarse del vulnerable. Incluso que teniendo dos progenitores, en el peor de los casos, siempre quedaba uno.
Por fin salió una resolución en diciembre que reconocía que si había un informe de riesgo en la familia quedaba a disposición del colegio valorar la asistencia online del niño.
Si el informe recomendaba explícitamente la no asistencia a clase del niño por el mismo motivo, entonces había que atenderle online sin lugar a dudas.
Fue un regalo de navidad para muchas familias. Pero no para todas porque no salió a nivel nacional. Sin embargo aún con dicha resolución, direcciones de colegio, renuentes a aceptar algo que parecían entender como una derrota,
no dieron su brazo a torcer y se inventaron unas medidas educativas que recortaban un porcentaje de la nota de las evaluaciones y tareas que realizara el niño “porque hay elementos que se valoran solo en clase”.
¿Significa esto que aquellos niños que forman parte de familias que deben viajar durante el curso escolar y no pueden asistir a clase su esfuerzo vale menos? ¿Son absentistas entonces?
¿Qué estaba pasando con aquellos niños que realmente estaban en riesgo por exclusión, en situaciones quizás de maltrato y a los que se tarda meses en atender?
Si los Servicios Sociales estaban volcados en nosotros, que solo queríamos y queremos asistencia online durante la pandemia, pero son niños en entornos familiares estables y favorables para su desarrollo físico y emocional, ¿qué estaba pasando con esos niños?
Muchos de nuestros hijos ya habían ido en cursos anteriores al colegio, y había quedado justificado por las familias que el motivo de la no asistencia en pandemia era la misma situación de pandemia ¿por qué ese acoso?
Siempre hemos dejado claro que nuestros hijos volverán cuando sea seguro hacerlo. No solo hemos pedido condiciones adecuadas en el aula para nuestros hijos, lo hemos hecho por todos.
No todas las familias han podido seguir online el curso con sus hijos desde casa y por ello era y es aún más necesario que las aulas sean un ambiente seguro para todos.
Todos y cada uno de los pasos conseguidos para asegurar el derecho a la educación a nuestros hijos en pandemia se ha tenido que pelear como si no fuera un derecho, en una guerra administrativa.
Las trabas han ido acompañadas de la prepotencia con la que hemos sido tratadas muchas familias por parte de las direcciones de los colegios. No de todos pero sí de muchos. Y esta historia no es la peor de las historias.
Seguro que muchas otras familias pueden relatar un recorrido más tortuoso donde incluso se le ha llegado a acusar de supuestos malos tratos intrafamiliares para hacer daño y que llegaran los casos a fiscalía, por ¿rencor? ¿frustración? ¿aversión personal?
Algunos niños deben repetir curso porque no entraron en el discurso oficial de que “ los coles son seguros”. Porque no lo eran. Porque tal y como está planteado el siguiente siguen sin serlo.
Así que estoy de acuerdo en que cuando se dijo “salimos más fuertes” la frase era como una flecha disparada al corazón y a la razón. En realidad los fuertes seguían ostentando su autoridad porque su fuerza viene de su posición y no de su coherencia ni de su humanidad.
Al principio del curso se dijo que se haría test a cada aula donde apareciera un contagio pero lo que dices en una rueda de prensa queda como una foto y no compromete. Poco a poco la información sobre los contagios en aulas y brotes se fue haciendo más opaca.
Pediatras mediáticos tachaban de alarmistas a las voces que avisaron de que había un aumento de niños hospitalizados en un momento del curso.
Un contacto estrecho se redujo al compañero sentado delante, detrás o a los de los lados en los" grupos de convivencia estables” que se entremezclaban entre todos porque así es más fácil gestionar la clase en pandemia.
El GCE es un término tramposo porque los niños conviven con las familias. En el colegio tienen compañeros, amigos, colegas.
Nos podrían haber alojado a todas las familias de cada niño de GCE en un hotel y haber pasado el año juntos
porque todos han sido contactos de todos, bajo el paragüas de dibujar otra foto desenfocada: la de que solo los niños entran en el colegio y por lo tanto solo ellos se relacionan entre sí.
Los test no se hicieron. Si un niño tenía que hacer cuarentena desaparecía sin más de clase y las familias tenían indicación de no avisar al resto de familias de su aula. Los test de fin de cuarentena no se hacían.
Si había un contacto estrecho no se aislaba al niño “porque llevaba puesta la mascarilla”. ¿En los colegios las mascarillas son más poderosas por sí solas? ¿Las 3M de la calle que además es un espacio exterior se reducen a la mascarilla en el colegio?
Se fueron produciendo un sin fin de “catastróficas desdichas” que han mantenido el mantra de que “los coles son seguros”.
El 21 de enero se aprobó en pleno del Ayuntamiento de Madrid la proposición no2020/80000958 acordada en el Pleno del día 24 de noviembre de 2020 por la que se daba el visto bueno a que se adoptasen medidas para garantizar las condiciones de salubridad en colegios públicos
y escuelas infantiles en la ciudad de Madrid, debido al contagio vía aerosoles de Covid19, haciendo llegar medidores C02 a todos los colegios así como instalando filtros Hepa según correspondiese tras estudio.
En la Comunidad de Madrid se aprobó la PNL-281/2020 RGEP.26163 cuyo objeto es que “la Asamblea de Madrid insta al Consejo de Gobierno de la Comunidad de Madrid a suministrar purificadores HEPA a todas las aulas de los centros educativos públicos de nuestra Comunidad,
con las prescripciones técnicas necesarias dependiendo del volumen de cada aula. Instalar un medidor de CO , en cada una de las aulas para valorar la calidad del aire.
Realizar un informe técnico de cada uno de los centros educativos que indique las pautas de ventilación que han de seguir en cada una de sus aulas según sus propias características.
Los medidores de Co2 que han llegado a los coles no han llegado a todos. Las mediciones que deben ser constantes para controlar y ajustar la ventilación natural se hacen esporádicamente.
Como gran contradicción se publica una guía por el CSIC donde se habla de la ventilación correcta en interiores pero se tergiversa al trasladarlo a las aulas.
Desde la administración regional se dan detalles de ventilación para la hostelería que se simplifican tanto cuando se abordan las medidas de los colegios que parece que con abrir la ventana un ratito en cada clase fuera suficiente.
Se habla para los colegios de “aulas testigo” que consiste en tomar un aula que disponga de ventilación natural cruzada y distribuida, medir y extrapolar los datos al resto de aulas.
Cuando muchas no tienen ni ventilación cruzada ni distribuida y puede que ni ventilación natural.
Seguidamente a aprobar los filtros HEPA se desaconsejaron de forma oficial para los colegios y se han puesto trabas administrativas y técnicas,
muriendo ambas proposiciones realizadas desde los partidos políticos para no implementar lo que todos ya sabemos que es prevenir el contagio haciendo buena la calidad del aire en interiores.
No obstante, en la Asamblea de Madrid, al amparo de que allí no hay ventilación natural, se han puesto entre 6 y 11 purificadores con filtros HEPA. En un espacio que cuenta con 27.000 m3 para una ocupación de unas 65 personas aproximadamente.
Se han trasladado los purificadores a centros de mayores, bibliotecas, etc.
Muchos padres y madres han puesto de sus bolsillos con gran esfuerzo, dinero para costear medidores y purificadores y desgraciadamente, ante tantas trabas y condicionantes institucionales pero poca voluntad de hacer algo eficaz de verdad, se han devuelto.
Un representante de la administración madrileña dijo hace poco que bajar la ratio de las aulas costaría 700 millones anuales pero que se haría todo lo posible. Otra vez la foto. O la pastilla de soma para que haga de placebo.
Si no se puede no se va a hacer. Muchos querríamos saber en qué se están gastando los 700 mill anuales para al menos consolarnos con que la seguridad de nuestros hijos en los colegios no puede ser porque se emplea el dinero en objetivos irrenunciables.
Los mismos docentes no saben cada cuánto se hacen las mediciones de CO2, ni cuál ha sido el valor registrado. Algunos dicen que hay profesores que, una vez dentro del aula, cierran las ventanas por el frío, por el calor o por el ruido.
El curso que se presenta nos encuentra en medio de una 5ª ola con la variante Delta mucho más contagiosa, que debido a toda la vacunación en el resto de edades va a ir a por los no vacunados y que todavía no se podrán vacunar porque en verdad no es su momento.
Muchos de los vacunados entre 12 y 19 años van a empezar el curso, en el mejor de los casos, con la segunda dosis puesta pero sin tiempo suficiente a que hayan generado los anticuerpos necesarios. Ya sabemos que personas adultas con doble pauta enferman, incluso de forma grave.
Volvamos a la foto del hotel lleno de familias de un curso conviviendo 9 meses y cambiemos el hotel por un colegio. Quizás con esta variante, por un hospital.
¿Qué se puede hacer? Recientemente la ministra de Educación expuso que las razones por las que el curso debe ser presencial es porque "el mensaje para este curso escolar es claramente de tranquilidad y de seguridad”
“Lo hicimos bien y este año también lo vamos a hacer bien.”“Confianza, seguridad y tranquilidad”.
Ni una sola mención a las medidas reales y científicas que se van a implementar. Porque no se van a implementar. Ni hay ciencia ni realidad.
Con los colegios vivimos en un universo paralelo, saturado de un discurso neurótico que un físico cuántico podría fabular. En los colegios de nuestros hijos el gato de Schrödinger ha encontrado su hogar.
Entonces yo me pregunto cuando escucho con atención tus programas y otros programas que merecen respeto y consideración por la calidad de su contenido y el nivel de sus expertos:
¿por qué el mensaje es siempre tan tibio con respecto a los colegios? ¿Cómo pueden convivir las dos realidades?
¿Por qué “los niños se contagian y contagian” y padecen covid persistente -del que no se oye nada en niños pero existe desde hace tiempo- pero cuando se habla de medidas en aulas y comedores seguimos abrazados solo a la distancia, en reducción, al gel y a cruzar los dedos?
¿Que pasa con lo aprobado por las administraciones? ¿Puede darse la circunstancia de que las voces reconocidas o autorizadas tienen un sesgo personal porque sus hijos asistan a colegios privados donde sí es más fácil disponer de filtros HEPA?
¿Provoca eso que la realidad del resto de colegios “no existe porque no se conoce?
Me es indiferente que alguien lleve a sus hijos a un colegio privado o no pero sí me importa muchos que las personas autorizadas que van a decidir cómo va a ser el curso escolar tengan, si no la experiencia personal,
el conocimiento exhaustivo de lo que tiene bajo la responsabilidad de su cargo o al menos bajo la responsabilidad de sus palabras.
Muchos niños están manifestando síntomas que los padres no interpretan como covid persistente porque son manifestaciones débiles o cambiantes pero esos síntomas difusos pueden ser el principio de enfermedades futuras que van a desarrollar.
El colegio tiene un papel muy importante en la situación que vivimos y la responsabilidad de exigir a las administraciones las herramientas y medios para proporcionar una enseñanza de calidad y segura, también ahora en pandemia
Es responsabilidad de las administraciones facilitar los recursos y herramientas que garanticen ambas cosas. De todos es responsabilidad difundirlo, visibilizarlo.
Queda medio mes para el inicio del nuevo curso y ya sabemos que una ola como la que vivimos en este momento no se aplaca en tan poco tiempo.
Siento la extensión y agradezco tu tiempo si has llegado hasta aquí. Un saludo afectuoso, @navedelmisterio

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9 Aug
Muy segura tiene que estar para asegurar que "los coles son seguros".➕
Pilar Alegría apuesta por un curso totalmente presencial y garantiza la seguridad
cadenaser.com/programa/2021/… a través de @HoyporHoy
¿Y en qué se basa para decirlo con tanta..."alegría"? Empieza por esto: “Iniciamos un curso escolar, el del 20-21 con mayor incertidumbre, con una situación de pandemia más complicada y sobre todo sin vacunas”
En realidad los niños venían de estar confinados el último trimestre del curso anterior. Incertidumbres había muchas. Este año hay certezas pero no se quieren valorar.
Read 42 tweets
8 Aug
La relación entre la apertura y/o cierre de escuelas y el virus en los niños no es concluyente, según estudio publicado el 1 de junio de 2021, basado en los numerosos estudios realizados a lo largo de la pandemia a nivel mundial🔻
ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/P…
En gran parte porque el control del virus (test) entre la población pediátrica no es uniforme ni estructurado. Una vez más lo que no se mide puede "no existir" pero estar ahí.
Otra razón es por las características tan heterogéneas de las condiciones de las escuelas y de su población.
Read 33 tweets

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