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Nuevo Bereano

15 Sep, 29 tweets, 7 min read

Pablo: una historia incesante de perdón

"(...) siento una gran tristeza y un dolor incesante en mi corazón; pues desearía ser yo mismo un proscrito, alejado de Cristo, por el bien de mis hermanos, los de mi raza según la carne". Romanos 9.2

Como saben, con estas palabras Pablo se dirige a sus hermanos de sangre: los judíos, quienes se negaban a aceptar que la promesa de la Escritura se cumplió, y que el Mesías ya había llegado.

Antes de seguir, quiero que se fijen en las palabras que utiliza para expresar su pena:

-gran tristeza: λύπη (lupé)
-dolor incesante ὀδύνη (oduné)

λύπη lo encontramos en distintos pasajes del NT, y, entre otras cosas, se utiliza para describir los dolores del parto (Ju. 16:21) o una pena tan intensa, que provoca que los discípulos de Cristo pierdan el sentido:

Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la tristeza. Lucas 22:45.

Pero me gustaría que se centraran en la segunda palabra, ὀδύνη, que, en el estilo altamente literario y retórico al que nos tiene acostumbrados, intensifica el pesar que inmediatamente ha expresado con la palabra λύπη. No se trata sólo de pesar, sino "de un dolor que consume"

O como lo define un léxico clásico, un "intenso dolor emocional, pena consumidora, emocionalmente letal si se experimenta al margen de la Gracia reconfortante de Dios".

Se trata de una palabra paulina, que sólo aparece una vez más en el NT:

(…) porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. 1 Timoteo 6:10

Ahora bien, no olviden que Pablo no sólo era judío, sino que también griego en formación, por lo que no es de extrañar que el uso de su palabra para expresar su "dolor incesante" beba de las fuentes clásicas. Veamos algunos ejemplos:

En la Ilíada se emplea en una ocasión: para describir el dolor que Zeus siente por los sufrimientos de su hijo Heracles provocados por la celosa Hera:

"Ni aun así mi ánimo se aliviaba del INCESANTE DOLOR que sentía por el divino Hércules".

En la Odisea, Telémaco, hijo de Ulises, lamenta la desaparición de su padre, del que piensa que ni tuvo la gloria de morir en Troya combatiendo, y la honra de un entierro apropiado (lo que en la cultura del momento era uno de los peores destinos):

"Mas al cabo los vientos furiosos lo han hecho en la sombra su botín; sin ser visto ni oído se fue, me ha dejado pesadumbres y llanto"

O el mismo Telémaco, en otro lugar, deplorando la suerte de su casa:

"(...) ahora, en cambio, ponéis en mi alma un DOLOR (ὀδύνη) INCURABLE.

Así dijo irritado y al suelo tirando su cetro prorrumpió en fuerte llanto; tomó la piedad a las gentes y en silencio quedó la asamblea no osando ninguno dar respuesta a Telémaco en ella con agrias palabras.

Por último, fíjense en estas palabras que Antígona dirige a su padre, después de comunicarle que su madre Yocasta se había quitado la vida y sus hermanos Polinices y Eteocles murieron en un duelo fratricida:

EDIPO. ¡Ay de mí, qué sufrimientos los míos! He ahí motivos de gemir y de gritar. ¡Tres vidas! ¿Bajo qué fatal suerte, cómo dejaron la luz?

ANTÍGONA. No te lo digo como censuras, ni por jactancias, sino entre dolores (ὀδύνη). Tu genio vengador, (...) cayó sobre tus hijos.

Un gran dolor, sin duda, el que siente Pablo por sus hermanos judíos. Y pone por testigos no sólo a Cristo, sino también al Espíritu Santo, por lo que no son palabras vanas. Pero, ¿Qué es lo que hace que este dolor sean tan extraordinario?

De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas de Cristo. Gálatas 6:17.

Pablo lleva en su cuerpo anciano y cansado las marcas del Señor. A causa de la predicación del Evangelio, no dejó de sufrir a manos de sus hermanos judíos:

De los judíos he recibido cinco veces los cuarenta azotes menos uno; tres veces he sido azotado con varas, una vez he sido lapidado, tres veces he naufragado y pasé una noche y un día en alta mar. 2 Corintios 11:24.

Azotes, lapidación...

Cinco veces sufrió la pena de los azotes, tal y como la recoge Deut. 25:3:

(...) si el culpable merece ser azotado, entonces el juez le hará tenderse, y será azotado en su presencia con el número de azotes de acuerdo con su culpa. Puede darle cuarenta azotes, pero no más.

Esto es un flagrum, con el que se pensaba se ejecutaba esta pena en tiempos de Pablo. Hay una tradición que afirma que el número de 39 se debe a que esta arma podía tener tres cuerdas, y que cada latigazo contaba por 3, por lo que se adminstraban 13 azotes en total (13x3 = 39).

La cantidad de sangre que podía perderse era tal que no era infrecuente que se produjera un choque circulatorio y la muerte. Eusebio de Cesárea nos describe el estado en el que quedaban algunos mártires tras ser flagelados:

¿Y cuál es la respuesta de Pablo?

-Llamarles "hermanos" (ἀδελφός, palabra con la que Cristo describe a sus discípulos -Ju. 20:17)

-Sentir "una gran tristeza y un dolor incesante" por ellos.

-Querer ser anatema en lugar de ellos y separarse de Cristo, perdiendo la vida eterna.

El amor de Cristo se manifiesta en las palabras del apóstol:

Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Efesios 4: 31-32

El amor de Cristo se manifiesta en las palabras del mártir Esteban en su lapidación:

«Señor Jesús, recibe mi espíritu». Luego, cayendo de rodillas y clamando con voz potente, dijo: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado». Y, con estas palabras, murió. Hechos: 59-60.

El amor de Cristo se manifiesta en la cruz:

Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen».