En 1969, Nixon quiso reducir a la mitad los 20 millones de presupuesto de la PBS, la televisión pública americana.
Para defenderse, los directivos de la PBS llevaron a la comisión del Senado que trataba el asunto a uno de sus presentadores: Fred Rogers.
Aquí no nos suena de nada, pero Mr. Rogers es un icono para los americanos, al nivel de Barrio Sésamo. Algunos lo calificaron de héroe nacional.
Era el vecino sabio que cada tarde, durante casi 40 años, abría las puertas de su casa para enseñar valores y gestionar sentimientos.
El pasado año, Tom Hanks protagonizó una película inspirada en el artículo que la revista Esquire le dedicó a Mr. Rogers a finales de los 90.
Aquí pasó sin pena ni gloria. Normal. Como si en EEUU se hubiese estrenado un biopic sobre Gloria Fuertes.
Volvamos a 1969 y al Senado.
Rogers le explica al férreo senador Pastore que la televisión pública es imprescindible para contrarrestar los mensajes con que se “bombardea” a los niños en otras cadenas.
Lo hace con calma, precisión, empatía y pasión.
Rogers usaba marionetas en su programa. No marionetas modernas y alocadas como Epi y Blas, Coco, Gustavo o el monstruo de las galletas; marionetas de toda la vida.
Dicen que el gruñón Rey Viernes XIII y el tímido y adorable tigre rayado Daniel eran sus alter ego.
Es normal que una persona tan afectada, con esa peculiar manera de hablar y que se empeñaba en tratar a los niños con respeto, fuera objeto de burlas y de imitaciones.
Una de las que más calaron fue la que Eddie Murphy hacía en SNL personando a un vecino un poco más gamberro.
1969. Senado de los EEUU.
Tenemos al senador Pastore atento a lo que le está contando Mr. Rogers.
Para acabar su intervención, le recita una canción que canta a menudo en su programa. Una canción que habla del control de la ira.
Lo que pasa a continuación te sorprenderá.
Al final el presupuesto no solo no se redujo como quería Nixon, sino que se incrementó en 2 millones.
Y así fue como, en solo 6 minutos y pico, Mr. Rogers salvó a la televisión pública americana.
Si os interesa, este documental os lo cuenta todo.
En 2018 se estrenó la serie 'Kidding' cuyo Mr. Pickles, interpretado por Jim Carrey claramente se inspira en la esencia y valores de Mr. Rogers, pero ahonda y construye sobre la parte más oscura y depresiva del protagonista.
"Nos vemos en el fondo".
La comparecencia de Rogers y su importancia la recogieron también en la serie 'Drunk History', en la que amigos borrachos relatan episodios míticos de la historia americana.
Y lo más gracioso es que Colin Hanks, el hijo de Tom Hanks, hizo de Mr. Rogers antes que su padre.
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Se ha criticado mucho la connotación xenófoba y humillante que John Cleese y su mujer Connie Booth vertieron sobre el personaje de Manuel cuando escribieron la serie.
Cleese explica el verdadero motivo del personaje. Algo así como el "Pay them more" de Joe Biden.
Pese a su voluntarismo y jovialidad, el limitado dominio del inglés de Manuel le impide ejecutar correctamente lo que su mezquino jefe o los clientes le piden.
Eso provoca infinidad de situaciones cómicas, que no son la esencia de la serie, pero sí las que más se recuerdan.
Al final de la segunda serie del 'Flying Circus', John Cleese (asiduo de los #MakeEmLaugh y lo que queda) advirtió al resto de los Monty Python que quería dejar la serie.
De hecho ya andaba con otros proyectos como la compañía 'Video Arts'.
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Lo convencieron para seguir una temporada más, pero al acabar la tercera sentía que se repetían y eso, junto a las divergencias personales y creativas con Graham Chapman, le empujaron a romper con la tropa.
Solo quería escribir algo con su mujer, Connie Booth, pero ¿sobre qué?🤔
Wilder tuvo diferentes coguionistas, aunque con dos tuvo una relación más fructífera: Charles Brackett, hasta 1950, y I.A.L Diamond, que lo acompaño durante más de 25 años.
Con Brackett era una colaboración; con Diamond, una hermandad. Se entendían. Se llevaban más que bien.
Empezaron a colaborar en 'Ariane' y desde entonces ya no dejaron de hacerlo.
En su haber: 'Con Faldas y a lo loco', 'Irma la dulce', 'Uno, dos, tres' y 'El apartamento', por la que ganaron el Oscar en 1960. Su agradecimiento es directo, preciso y sutil como sus guiones.