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Oct 21, 2021 27 tweets 13 min read Read on X
En Granada hay un monumental cubo de hormigón. Es la sede de un banco y, desde fuera, parece una caja hermética.

Pero por dentro es una catedral de piedra traslúcida donde llueve el material más lujoso del mundo: la luz.

En #LaBrasaTorrijos de hoy, la Caja de Granada.

HILO👇
Siempre que pensamos en Granada pensamos en algo único. En algo que ha hecho de la ciudad nazarí un destino universal, un emblema de la civilización, una cima en la comprensión del mundo:

Las tapas que ponen en los bares.
Bueno, sí, y la Alhambra. También la Alhambra.
Si alguien nos pregunta por la arquitectura de Granada muy probablemente le hablemos de los Palacios Nazaríes.
Tal vez del Palacio de Carlos V y, quizá, quizá, de la Catedral, obra de Diego de Siloé con FORMIDABLE fachada barroca de Alonso Cano.

Todos son edificios estupendos.
Lo que es casi seguro es que no hablemos de la sede de un banco, entre otras cosas porque, para estos casos, solemos imaginar una oficina más o menos anodina y más o menos oscura con empleados más o menos aburridos y clientes bastante aburridos haciendo cola para pagar recibos.
Pues hace casi 20 años, Alberto Campo Baeza construyó en Granada un edificio que desmonta la imagen oscura que se suele tener de un banco.

Porque la sede de la Caja de Granada es un regalo a todos los trabajadores y a quienquiera que se acerque a visitarla: el regalo de la luz.
Se levantó en una zona que, en ese momento, era un área urbana nueva, casi sin personalidad, al otro extremo de donde se alza la Alhambra.

Y esto es clave para entender el edificio. Porque no había competencia (ni diálogo) con nada.
Tal vez por eso (o tal vez porque porque forma parte de la filosofía arquitectónica de Campo Baeza), el edificio toma una forma absolutamente neutra. No destaca en ningún lado, no sobresale desde ningún lugar y en ninguna aproximación.

Es, efectivamente, una caja.
Sí, es un cubo de hormigón enorme, monumental. 57 metros de lado por 30 de altura dividido en módulos de 3X3 y flanqueado por dos patios arbolados.
Y, sin embargo, esta caja casi hermética, casi infranqueable, casi caja fuerte, no es ni hermética ni infranqueable.

Es una esponja de hormigón horadada por más de 500 agujeros.

Es un artefacto para recoger la luz.
Para entender lo preciso del mecanismo: los muros orientados al sur son enormes celosías profundas que tamizan el impacto solar, mientras que las fachadas al norte albergan las oficinas individuales que reciben la luz homogénea mucho más tranquila y adecuada para trabajar.
Pero es el espacio central dónde la Caja de Granada se entiende verdaderamente y casi de un vistazo.

Todo orbita alrededor de un gran patio cubierto sujeto por cuatro pilares masivos y atravesado por los haces de luz que se vierten desde la cubierta.

Un "impluvium" de luz.
Campo le llama "impluvium" a ese espacio como referencia a los patios de la villas romanas pero, también hay una referencia directa a Granada.

Las columnas. Las cuatro columnas tienen *exactamente* el mismo diámetro que las columnas de la Catedral.
(Exactamente)
Seguramente no son exactamente iguales y, de hecho, es posible que todo sea una de los precioso meandros narrativos con los que Campo Baeza describe sus edificios.

Pero a mí me da igual.
Y me da igual porque, la primera vez que entré dentro, me di cuenta de que el edificio no se adscribía a ninguna moda ni ningún posicionamiento.

Y que su auténtico material es atemporal e infinito.

Es la luz.
Es un dispositivo para que la luz de Granada descienda en rayos que varían con el tiempo.

Con las horas del día y con los meses del año. Desde la vertical del mediodía veraniego, hasta las lanzas anaranjadas horizontales que golpean las últimas plantas en un atardecer de otoño.
Me contó una vez Alberto Campo que a él le contaron que a un empleado del banco, un oficinista "raso", se le saltaron las lágrimas cuando entró por primera vez en el patio.

Se había emocionado genuinamente por la promesa de trabajar —de habitar— en ese espacio.
Quizá esto es otro de esos meandros narrativos o tal vez es una exageración, pero lo que sí es verdad es que TODOS los dueños del edificio (y han sido unos cuantos) están tan orgullosos de él que lo abren a los visitantes como si fuera un museo.
Y te llevan por todos lados y te pasean de arriba a abajo y, al final, consiguen que el edificio de un banco (quizá el tipo de corporación más antipática del mundo), se considere una joya del patrimonio contemporáneo.

Una caja fuerte pero abierta y porosa donde llueve el sol.
Y con estas tres imágenes que resumen muy bien el hilo de hoy, vamos a despedirnos de Granada, del banco, de la caja fuerte, de la luz y de #LaBrasaTorrijos de esta semana.

Si os ha gustado, hacedme RTs, FAVs, follows o regaladme dinero, mucho dinero, mwahahahaha!
Si os gustan las historias como esta, me he guardado las mejores para TERRITORIOS IMPROBABLES, el libro de #LaBrasaTorrijos.

Lo podéis pedir en la librería que más os guste y también en TODOS los sitios online de este link: tap.bio/pedrotorrijos
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Y si queréis leer los capítulos antiguos, están
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Las imágenes del capítulo de hoy son de:

Fernando Alda, Hisao Suzuki, Roland Halbe, PhotoLanda, GranadaTurismo, Ingo Mehling, Ra-smit, alhambravision y rtyx.
#LaBrasaTorrijos se escribe en directo todos los jueves desde el soleado barrio de Villaverde, aunque el episodio de hoy se ha escrito, también en directo, desde la soleada (aunque refresca por la noche) ciudad de Granada.

(Fin del HILO 🌞🌞🌞🌞🌆 💵)
(Y en el episodio del próximo jueves, especial #Halloween, vamos a conocer la historia de un pueblo que es un ataúd de madera).

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Oct 24
En Viena hay seis torres nazis de hormigón: colosales, indestructibles. Fueron fortalezas antiaéreas, pero hoy son acuarios o miradores.

Porque la ciudad ha entendido lo que hacer con su pasado: transformar la máquina de guerra en memoria.

Os lo cuento en #LaBrasaTorrijos 🧵⤵️
Si paseáis por Augarten, uno de los preciosoS parques al norte de Viena, enseguida os vais a encontrar, aunque no queráis, con una estructura que desafía la lógica: es la Flakturm G.

La Torre Flak G.
43 metros de diámetro, 55 de altura. Muros de hormigón de DOS METROS Y MEDIO DE ESPESOR Y UN TECHO DE TRES METROS Y MEDIO.

Una máquina de matar. Un símbolo nazi que aún sigue en pie. Image
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Oct 20
Estos son los Gasómetros de Viena, uno de los conjuntos más fascinantes de la arquitectura europea reciente. ¿Por qué? Pues porque es arquitectura industrial —y de hace un siglo— transformada en viviendas.

Son cuatro cilindros gigantes de ladrillo —setenta metros de diámetro, ojo— que fueron en su día depósitos de gas, construidos a finales del siglo XIX para alimentar la red de alumbrado público de la ciudad. Estructuras industriales, apenas utilitarias, y pensadas para desaparecer cuando el gas dejara de arder.

Pero Viena decidió no demolerlos. A finales del siglo XX, la ciudad optó por algo más inteligente y más difícil: transformar el patrimonio industrial en patrimonio habitado. Entre 1995 y 2001, cuatro arquitectos —Jean Nouvel, Coop Himmelb(l)au, Manfred Wehdorn y Wilhelm Holzbauer— intervinieron cada gasómetro para convertirlos en viviendas, residencias de estudiantes y espacios públicos.

Y el resultado es brillante. Porque aquí no solo se conserva una fachada: se recupera una memoria de la ciudad. Se demuestra que los restos industriales, tan olvidados, pueden convertirse en lugares para vivir, para estudiar, para encontrarse. Que el pasado no tiene por qué ser siempre un museo, puede ser una estructura útil.
Las viviendas —en su mayoría de alquiler asequible— se agrupan en torno a enormes patios circulares abiertos al cielo, donde la luz entra con una precisión casi teatral. En el exterior se conserva la piel de ladrillo original; dentro, todo se reinventa. Rampas, galerías metálicas, pasarelas suspendidas.

Un corazón nuevo latiendo dentro de un cuerpo antiguo.Image
El Gasómetro B, de Coop Himmelb(l)au, es el más audaz: un edificio inclinado, de acero y vidrio, que se acerca al muro histórico sin tocarlo. Apenas lo roza, como si entendiera que el respeto no consiste en quedarse quieto, sino en moverse con cuidado.
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Oct 15
Esto redondo que tengo detrás en el video no es una galería de arte ni una casa. Es, oficialmente, el país más pequeño del mundo. Se llama Kugelmugel, y está en medio del Prater de Viena. Su historia, aviso, parece una broma muy elaborada, pero es completamente real:

En los años setenta, en el otro extremo de Austria, un artista llamado Edwin Lipburger decidió construirse una casa esférica. Una bola de madera habitable, de unos veinticinco metros cuadrados, que iba a usar como estudio para sus cosas de artista (que, por lo visto, requerían mucha superficie curva).

Hasta que apareció la burocracia. Le dijeron que necesitaba licencias, permisos, sellos, tasas… y él, muy digno, contestó que no, que el arte no paga licencias. Que si Austria no lo entendía, se independizaba. Y se independizó.

Proclamó la República de Kugelmugel —que significa algo así como “la bola en la colina”—, y se declaró soberano. Diseñó una bandera (la austríaca, pero con los colores del revés), escudo propio, incluso sellos.

Austria, en un nada inesperado giro, no lo reconoció. Le cayeron diez meses de cárcel, aunque luego lo indultaron porque todo el asunto se había vuelto demasiado absurdo hasta para los austríacos.
Eso sí, Lipburger accedio al indulto (tócate las narices) con una condición: él cedía la bola, pero esta debía convertirse en galería de arte.

Y así, la Kugelmugel fue trasladada al Prater, con una última exigencia del artista: que su dirección oficial no fuera de Viena, sino de la Antifaschismusplatz, la Plaza del Antifascismo. El Ayuntamiento, probablemente ya un poco hasta las narices de todo, accedió.
Hoy sigue ahí, una esfera de madera rodeada de árboles y turistas, a pocos metros de la noria de "El Tercer Hombre".

Un país de un solo habitante que decidió que, si el mundo era cuadrado, lo más revolucionario era construirse una casa redonda.
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Oct 10
En 1915, una mujer le pidió a su marido que le comprase unas cortinas.

—Cariño, ¿traes lo que te pedí?
—No, pero he comprado otra cosa: un círculo de piedras que, por cierto, es el monumento más famoso de Inglaterra.

En #LaBrasaTorrijos, el tipo que regaló Stonehenge.

🧵⤵️
Ah, Stonehenge.

Lugar de mitos, de leyendas.

De reencontrarse con los dioses arcanos, con el poder sanador del sol y la luna, con los misterios de civilizaciones antediluvianas... Image
..y también con hostias de la policía, por cierto. Image
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Oct 7
En este video estoy en Viena, en la Michaelerplatz, y este edificio que tengo detrás es donde empezó todo. Aquí nació la arquitectura moderna.

Se terminó en 1909, hace más de un siglo, y es obra de Adolf Loos. Lo verdaderamente revolucionario no era su forma ni su función, sino su ausencia: fue el primer edificio del mundo sin decoración. Nada de molduras, guirnaldas, relieves o florituras. Solo piedra, proporción y ventanas.

Hoy se lo conoce como la Looshaus, la “Casa de Loos”, y tiene el más alto grado de protección patrimonial en Austria —y, siendo honestos, debería tenerlo en el planeta entero—. Pero en su momento fue detestado. Lo llamaron “un montón de estiércol”. El emperador Francisco José, que vivía justo enfrente, decía que era tan feo que prefería correr las cortinas para no tener que verlo desde el Hofburg.
Y algo de razón tenía si uno lo mira con ojos de su tiempo. En 1911, cuando se inauguró, las ventanas eran simples huecos rectangulares en una fachada completamente desnuda. Ni jardineras ni adornos. Nada. La ciudad de Viena obligó a Loos a añadir “algo”, lo que fuera, y él accedió con ironía: colocó unas jardineras con flores, que aún hoy sobreviven ahí arriba como una especie de concesión sarcástica al gusto burgués.
Abajo, en cambio, sí hay ornamento. La planta baja —entonces un banco, hoy una joyería— está revestida de mármol verde y tiene columnas dóricas. Loos lo hizo deliberadamente: quería marcar el contraste. La parte baja, ligada al espacio público, podía dialogar con la tradición; la superior, dedicada a la vida doméstica, debía ser limpia, racional, sin artificio.

De esa tensión —entre lo clásico y lo moderno, entre la plaza decorada y la vivienda desnuda— surgió uno de los textos fundacionales de la modernidad: “Ornamento y delito”, el ensayo en el que Loos proclama que el adorno es una forma de atraso moral. Desde aquí, desde este edificio que un emperador consideró insoportable, empezó el siglo XX arquitectónico.
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Oct 3
En la costa chilena hay un lugar donde la gente no se cambia de casa. MUEVE LA CASA DE SITIO.
Y la mueve tirada por bueyes, por tractores y hasta por barcos.

Pero no es solo eso. Es la expresión del lazo de una comunidad.

En #LaBrasaTorrijos, la minga de Chiloé.
🧵⤵️ Image
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En 1993, el cineasta colombiano Sergio Cabrera estrenó uno de los filmes más interesantes, más combativos y también más divertidos de la década: "La estrategia del caracol" Image
"La estrategia del caracol" es una dramedia que cuenta la historia de unos inquilinos que se rebelan contra su casero de una manera tan divertida como inverosimil: cambian de sitio el edificio donde viven y dejan apenas un trampantojo. Image
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