En California hay un pueblo congelado en el tiempo. Platos en las mesas, cuadernos en los pupitres y pianos a media canción. Todo idéntico al día en que se abandonó.
A finales del verano de 1859, un pequeño grupo de buscadores de oro se internaron en el valle de Willow Creek, al norte de California.
Entre ellos se encontraba un viejo pistolero retirado en busca, nunca mejor dicho, de un futuro mejor.
Se llamaba William S. Bodey.
Allí, junto a un riachuelo sin nombre, Bodey encontró una veta de oro y plata.
California estaba inmersa en plena fiebre del oro y ellos habían ganado. Habían cambiado su suerte.
Era 30 de octubre de 1859.
Tres días después, en medio del valle, junto a ese riachuelo sin nombre, se desató una terrible tormenta de nieve.
Faltaba más de un mes para que el tiempo fuese tan frío. Era inexplicable.
Pero sucedió.
Los buscadores se refugiaron en una cueva natural pero Bodey quiso salvar todo el oro que había conseguido.
Los fardos pesaban demasiado y el viejo pistolero se quedó atrás.
Al día siguiente, encontraron su cadáver bajo la nieve y lo enterraron sin demasiado boato.
Pero antes de enterrarlo le quitaron todo su oro. Al fin y al cabo, él no iba a necesitarlo.
Lo que no sabían es que, al hacerlo, al quitarle lo que era suyo, habían desencadenado una maldición que acabaría con un pueblo que aún ni siquiera había nacido.
Pasó un año y, en vista de que la veta no se acababa, los demás buscadores fundaron un pequeño pueblo junto al riachuelo.
Lo llamaron como a su antiguo amigo, pero como nunca habían visto su nombre escrito, lo deletrearon como recordaban. Había nacido Bodie, California.
Durante las siguientes décadas, Bodie creció más o menos al calor de la minería hasta que, en 1890, un enorme filón convirtió el pueblo en una pequeña ciudad, con más de 10.000 habitantes censados (más los que no quisieran aparecer en ningún registro).
En su apogeo, Main Street de Bodie contaba con 65 saloons, 40 tiendas de comestibles y materiales, 10 sucursales bancarias, dos bandas de música, tres funerarias y una cárcel.
Cada vez llegaba más gente a Bodie y cada vez *moría* más gente en Bodie. Las peleas y los tiroteos eran frecuentes y la ciudad cogió la fama de tierra sin ley.
A sus habitantes les llamaban "The Bad Men of Bodie". Y quizá lo eran.
Y entonces llegó el incendio.
El metal precioso había comenzado a escasear y, además, aparecieron nuevas vetas en Utah y Arizona que atrajeron a la gente de Bodie, quienes fueron abandonando el pueblo poco a poco llevándose sus cosas...
...llevándose lo que pertenecía al pueblo de William S.. Bodey.
A principios de 1912, cuando ya habían cerrado la mayoría de los saloons y los comercios y solo quedaba uno de los 7 periódicos que se publicaban en la ciudad, un enorme incendio se declaró en una de las minas.
En una de las más antiguas.
Y lo arrasó todo.
Dicen las leyendas locales que los pocos habitantes que quedaban se refugiaron en la iglesia y vieron deambulando por las calles del pueblo en llamas la figura fantasmagórica de un viejo pistolero.
Y dicen que le oyeron decir: "Que os sirva de aviso. NO TOQUÉIS LO QUE ES MÍO".
A la mañana siguiente, se habían consumido todas las casa de todos lo que habían abandonado el pueblo.
Solo quedaban en pie un puñado de edificios.
Y la iglesia, de madera pero milagrosamente intacta entre el pasto negro y consumido.
Por supuesto, el folclore y la leyenda atribuyó tanto el declive como el incendio al fantasma del viejo William Bodey, al que comenzaron a llamar Wakeman "el que despierta".
Sea como fuere, la leyenda creció y creció mientras el pueblo estaba cada vez más vacío.
Se decía que todos los que se llevaban algo del pueblo al abandonarlo sufrían terribles rachas de mala suerte: divorcios, muertes de hijos recién nacidos, enfermedades terribles...
Por eso, cuando los habitantes no tenían más remedio de irse del pueblo, porque ya no había nada que hacer y nada que comer allí, dejaban las cosas exactamente igual a como estuviesen ese último día de su vida allí.
Los platos en las cocinas, los tarros en las despensas.
Los cajones de las cómodas llenos, las estufas a medio consumir, los coches como si acabasen de surcar las calles embarradas.
Bodie fue abandonado definitivamente en 1942. En 1961 fue inscrito en el Archivo Nacional de Lugares Históricos y, en 1962, se creó el Bodie State Park, con el objetivo de conservar el pueblo tal y como estaba.
Es un símbolo de los Estados Unidos de América.
Desde ese momento, se organizan visitas guiadas en las que los guardas siempre avisan de que NADIE, NUNCA, BAJO NINGÚN CONCEPTO, se lleve nada del pueblo.
Ni un plato, ni un vaso, ni una tabla, ni un clavo. Ni una roca.
Porque, si lo hacen, caerá sobre ellos la maldición.
Y, aún así, lo hacen.
Casi cada semana, a los buzones del parque llegan paquetes con objetos robados de Bodie y cartas de disculpa. Desde que fueron allí, su vida está sumida en la desgracia.
"Este clavo es de Bodie. Esto no debería haber pasado. Nada debería salir de Bodie".
A día de hoy, la visita a Bodie es como viajar a un bloque de ámbar congelado en el tiempo. Casi se puede escuchar el sermón interrumpido en la iglesia y el billar repiqueteando en el saloon.
Eso sí, hay que tener mucho cuidado de dejarlo todo tal y como está, de no tocar nada, si no queremos que nos caiga encima una maldición inexplicable.
(Un momento. ¿Seguro que es inexplicable?)
(¿No será que el tuit anterior es un plot twist?)
Efectivamente, hay un plot twist y la maldición no es inexplicable y, de hecho, no es una maldición.
En realidad, la leyenda comenzó al poco de inaugurar el Bodie State Historic Park. Y la propagaron los propios guardas para evitar las continuas vandalizaciones del pueblo.
La idea era que, con lo de la supuesta maldición del pistolero fantasma, la gente se cortase un poco de robar recuerdos del pueblo.
Porque claro, la peña se llevaba tarros, jarrones, platos, sillas y hasta un piano entero.
Eran los 60 y los 70 y la gente se encontraba en algo muy parecido al decorado de una peli del Oeste, así que decían: "Kevin, trae la bolsa que estos cacharros nos los llevamos pa casa".
Y sí, durante un tiempo, la "maldición" funcionó pero entonces llegó otra maldición más grande: la del turismo masivo e idiota.
Parece que a la gente le hace mucha gracia lo de que haya una maldición por llevarse cosas y aún más gracia lo de devolver esas cosas en paquetes. Así que hay quien no entiende lo que es el patrimonio y roba cosas solo para luego devolverlas.
Desde clavos hasta retrovisores.
Por eso, en los último años, los guardas han decidido que YA NO VAN A CONTAR LA LEYENDA DE LA MALDICIÓN.
Han concluido que hay demasiada gente irrespetuosa y que, si quieren conservar el parque, lo mejor es dejarlo tranquilamente para que el tiempo lo oxide.
Y con estas cuatro imágenes que resumen muy bien el hilo de hoy, vamos a despedirnos de Bodie, del oro, del pistolero fantasma, de los turistas tolais y de #LaBrasaTorrijos de esta semana.
Si os ha gustado, hacedme RTs, FAVs, follows o compradme un revolver Colt 45!
Si os gustan las historias como esta, me he guardado las mejores para TERRITORIOS IMPROBABLES, el libro de #LaBrasaTorrijos.
Lo podéis pedir en la librería que más os guste y también en TODOS los sitios online de este link: tap.bio/pedrotorrijos
Y también podéis pasaros por mi IG, donde estoy contando historias chulas en otro formato❤️: instagram.com/p/CVfmOz-rIBj/
Las imágenes del capítulo de hoy son de:
Tahoenathan, Tom-, Thomas fanghaenel, Julie Brown, Daniel Mayer, Ashley Wood, Dennis Ariza, Alex Browne, Steve Smith, Boris Edelmann, Kanzos, JLeditor, Double Feature Films y un montón de @jcampog, a quien agradezco muchísimo la cortesía.
#LaBrasaTorrijos se escribe en directo todos los jueves desde el soleado barrio de Villaverde.
(Fin del HILO 🇺🇸🪙⚒️⛏️🏚️🏚️🏚️🤠👻)
(Y en el episodio del próximo jueves vamos a conocer a una pareja de arquitectos que, sencillamente, hacen que las personas vivan mejor).
• • •
Missing some Tweet in this thread? You can try to
force a refresh
En la costa chilena hay un lugar donde la gente no se cambia de casa. MUEVE LA CASA DE SITIO.
Y la mueve tirada por bueyes, por tractores y hasta por barcos.
Pero no es solo eso. Es la expresión del lazo de una comunidad.
En #LaBrasaTorrijos, la minga de Chiloé.
🧵⤵️
En 1993, el cineasta colombiano Sergio Cabrera estrenó uno de los filmes más interesantes, más combativos y también más divertidos de la década: "La estrategia del caracol"
"La estrategia del caracol" es una dramedia que cuenta la historia de unos inquilinos que se rebelan contra su casero de una manera tan divertida como inverosimil: cambian de sitio el edificio donde viven y dejan apenas un trampantojo.
En 1981, un hombre escaló los 442 metros de la Torre Sears, el edificio más alto del mundo. No era un espectáculo circense: fue una advertencia que puso en duda a todos los rascacielos y obligó a Chicago a repensar su propia ciudad.
Os lo cuento en #LaBrasaTorrijos.
🧵⤵️
En 1970, Sears encargó al arquitecto Bruce Graham, de la firma SOM, la construcción de su cuartel general en Chicago.
No era un proyecto normal, era un edificio para la mayor empresa de grandes almacenes del mundo, con más de 350.000 trabajadores.
Un coloso empresarial.
Como ese coloso no se iba a conformar con un edificio "normal", Graham les propuso otro coloso. Una sede que representara el tamaño de su imperio.
Les propuso construir el rascacielos más alto del mundo.
El precio del alquiler es un problema muy grave. A veces, por culpa de caseros chungos.
Pues en Irlanda hubo un casero TAN CHUNGO que su apellido se convirtió en un verbo que significa "Negarse a comprar o participar en algo como forma de protesta".
Esto es #LaBrasaTorrijos ⤵️
En 1854, un joven inglés llamado Charles Cunningham se trasladó a la isla de Achill, al oeste de Irlanda. Hijo de familia pudiente, salía de una carrera militar fallida y llegaba a las verdes tierras de Éire dispuesto a ser un hombre rico y de provecho.
En esa época, Irlanda vivía una situación bastante peluda: acababa de salir de la Gran Hambruna del 45, que había diezmado a la población, bien llevándola a los camposantos, bien obligándola a emigrar.
Por tanto, las verdes tierras de cultivo eran un bien muy preciado.
Este es el río Chicago. Un río que, además de vertebrar el centro de la ciudad, presume de una rareza única en el mundo: CORRE AL REVÉS. Es decir, fluye en sentido contrario al que debería. No desemboca en el lago Michigan, sino que, al contrario, nace de él.
¿Por qué? Porque le dieron la vuelta. Hasta mediados del siglo XIX, el río desembocaba en el lago, pero no solo llevaba agua limpia: también arrastraba las aguas sucias de la ciudad, las de los inodoros y las primeras industrias. Y como la ciudad bebía a su vez de ese mismo lago, el resultado era obvio: un cóctel de enfermedades y varios brotes de cólera bastante serios.
Así que, a mediados del XIX, Chicago decidió lo impensable: invertir el curso de su propio río. Y lo hizo con una obra de ingeniería monumental. Construyeron cauces artificiales con un lecho más profundo que el natural, levantaron diques y presas, y obligaron al agua a encontrar su nuevo camino. Desde entonces el río Chicago corre en dirección contraria.
¿Y hacia dónde corre?
Pues hoy desemboca en el Mississippi. Eso significa que las aguas del lago Michigan recorren de norte a sur los Estados Unidos enteros hasta llegar al golfo de México.
En su momento hubo bronca: de repente las aguas sucias de Chicago pasaban por San Luis, y a nadie le hacía gracia recibir semejante regalo. Al final la cosa se arregló y hoy, gracias a los sistemas de depuración modernos, el agua que baja y se une al Mississippi ya llega limpia.
Uno de los mejores edificios de la historia está construido con nenúfares. Nenúfares tan delgados que no respetaban la normativa.
Pero resistieron. Solo hubo que demostrarlo (y echarle valor).
En #LaBrasaTorrijos, la Johnson Wax y los cojonazos de Frank Lloyd Wright.
🧵⤵️
Se suele decir que los arquitectos tenemos un problema de ego. Que creemos que sabemos de todo y siempre tenemos razón y somos interdisciplinares y sabemos de música y de literatura y de coches y de fútbol...
En definitiva, que somos unos flipaos y unos cretinos.
Y la verdad es que es verdad. Si un arquitecto de poca monta como es mi caso, se cree el puto amo de la cultura occidental, imaginaos cómo sería un arquitecto que SÍ QUE FUE (uno de los) PUTOS AMOS de la arquitectura occidental.