Dice la Constitución que la meta de las penas de cárcel es la reeducación y reinserción social. La cuestión es obvia: ¿y si no se reeducan y no quieren reinsertarse? La conclusión, evidente: no deben salir de prisión jamás. La cadena perpetua (revisable) debería ser por defecto. 
La conclusión es absurda pero porque es absurda la premisa. Las penas de cárcel tienen, además de la reeducación, un componente de castigo que sirva de advertencia. Evidentemente muchos delincuentes ni aprenden el bien. Pero pueden aprender que el coste del mal no compensa.
Detrás de todo absurdo, como el de la Constitución española, hay un filósofo. En este caso nuestro sofista favorito, Sócrates, que mantenía que no existe el mal sino la ignorancia. Los delincuentes no son mala gente sino ignorantes de lo que es el bien. Bendito Sócrates.
También pensaba Sócrates que todo el mundo tenía capacidades intelectuales similares (ver el niño esclavo en el Menón). Por lo que todo el mundo podría aprender rápidamente qué es el bien. Y, claro, las cárceles deberían ser escuelas en las que se aprendería ética como geometría.
Luego pasa lo que pasa. Cuando daba clases de Filosofía en una prisión pasó algo parecido. Un hombre condenado por matar a su padre salió de prisión. Y lo primero que hizo fue violar a su madre. Creo que incluso Sócrates admitiría que su intelectualismo moral tiene fisuras.
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