Una de las ideas más interesantes que he leído últimamente sobre educación es la diferencia entre desempeño y aprendizaje duradero: no es lo mismo el desempeño d un alumno durante la realización de una actividad que el aprendizaje duradero que haya conseguido con dicha actividad.
Por ejemplo, en un estudio de Kerr y Booth de 1978 se escogieron un grupo de chicos y chicas para ver qué tal lanzaban a una canasta situada a 3 metros. Dividieron a los sujetos en dos grupos, uno practicando el tiro desde 3 m, y el otro grupo practicando el tiro desde 2 y 4 m.
Aunque este segundo grupo tuvo un desempeño inicial peor, resulta que a largo plazo fueron los que mejor lo hicieron lanzando desde los tres metros. Es decir, hubo un desempeño inicial peor, pero el aprendizaje fue mayor.
En el anterior artículo se indica que hay numerosas investigaciones que describen situaciones donde un mayor desempeño en clase está inversamente relacionado con el aprendizaje duradero.
De la misma forma, hay estrategias de aprendizaje diseñadas para disminuir el desempeño actual y aumentar el aprendizaje a largo plazo; son las llamadas dificultades deseables. Algunas de ellas son la práctica espaciada, la práctica entrelazada y la práctica de la evocación.
En la misma línea va el siguiente artículo, donde se comenta que aunque consigamos la participación activa en clase del alumnado, esta es un indicador insuficiente del aprendizaje: gregashman.wordpress.com/2016/09/23/eng…
En el anterior artículo, Greg Ashman indica que un buen indicador del aprendizaje podría ser un examen o una prueba realizada tiempo después de la actividad.
Además, como se señala en el siguiente artículo, sabemos que hacer exámenes mejora el aprendizaje y, si hacemos pruebas frecuentes, disminuye la ansiedad que estos provocan: medium.com/age-of-awarene…
Especialmente interesante me parece la propuesta de @NickSoderstrom de realizar «ENTRANCE tickets», es decir, pruebas cortas al comienzo de la clase:
Se va a poner en marcha una «revolución digital» en la enseñanza vasca. Se van a destinar 106,3 millones en tres años para dar impulso a una estrategia de digitalización de la enseñanza.
El objetivo es que todo el alumnado entre 5º de Primaria y 2º de Bachillerato de la red pública disponga de un ordenador portátil financiado por el Departamento de Educación.