Una vez trabajé en un cole que las tenía. Los profesores creían que eran un elemento puramente disuasorio, pero un día hubo un hurto y se descubrió al alumno culpable gracias a las grabaciones.
La que se armó.
Los profesores no querían cámaras en sus aulas. De hecho, algunos se negaron a dar clase hasta que las retirasen. Acabó apareciendo Inspección y ordenó la retirada.
¿Tú que opinas?
¿Y el #claustrovirtual?
Cámaras…
En este caso, no lo entendí:
Las cámaras no tenían monitores y no eran visionadas. Las imágenes se grababan en un bucle de 30 días y se borraban automáticamente las anteriores a ese plazo. Estaban solo por si era necesario revisarlas o probar algo ocurrido.
Solo tenían acceso a las grabaciones los miembros del Equipo Directivo.
Yo no comprendí muy bien el problema: de las familias teníamos consentimiento.
Los compañeros hablaron mucho sobre qué fiscalizaban su trabajo… a mí, sobre mi trabajo, las 🎥 solo me aportaban seguridad 🤷🏼♂️
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Hoy os traigo una historia con un triste final. Una historia que no debería resultarnos familiar. Una historia para la que el TRES será un número maldito. Una historia con una sorpresa oculta que no te dejará indiferente.
Hoy os voy a hablar de Alberto, un niño de 7 años muy especial y con un futuro prometedor. Todo parecía indicar que tenía altas capacidades y, como a todos los que las hemos tenido, al principio parecía más una dificultad que una ventaja.
En Alberto, sus peculiaridades se manifestaban en forma de una pronunciación y un vocabulario peculiar, algo que podía situarlo en el punto de mira de los acosadores de su colegio.
Un día tendremos que hablar de esa sensación de culpa que se implanta en las víctimas (y en las familias de las víctimas, en casos de menores) y de cómo todos los estamentos, que supuestamente están para ayudarlas, en su lugar… la fomentan.
Otro día habrá que hablar de cómo las víctimas son las que tienen que pasar por un calvario y millones de trámites para conseguir justicia, mientras que los agresores se limitan a esperar a que se cansen de luchar.
Otro día habrá que hablar de esos profesionales que están para atender a las víctimas y que, sin embargo, afrontan su labor intentando justificar al agresor y haciendo sentir responsable de su agresión al agredido.
Vale. Ya.
Me ha costado un poco más recuperarme del último, pero ya tengo las pilas cargadas y vuelvo al toro.
No puedo hablar claro del caso, porque tendrá recorrido judicial (espero). Pero sí quiero contaros una cosa.
¿Sabéis esos menores que se exhiben mucho en las redes?
Poses, posturas o ropas (ausencia de) híper sexualizadas…
Hay menores cuya perfil de IG o TL de TikTok parece querer emular un catálogo erótico…
A veces, esos menores no superan ni los 12 años.
A veces, hablamos de peques (niñas sobre todo) que aún no han alcanzado ni los 7 años y que sus padres exhiben así en cuentas gestionadas por ellos (y de las que obtienen beneficios).