Thread by @Damihibibere

CALENDARIO DE ADVIENTO

TERCER MARTES

"Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén" (Lc 2, 4)

Cuando la Biblia alude a Belén, lo hace con frecuencia en relación con peregrinos o emigrantes.

Así sucede, por ejemplo, con Rut, que regresa a Belén con su suegra, Noemí, porque «el Señor se había ocupado de su pueblo, dándole pan» (Rut 1,6)

Es ínteresante como empieza el libro de Rut : "los días en que juzgaban los Jueces hubo hambre en el país".

Sigue el libro diciendo

que una familia de Belén (Noemí y su marido y sus hijos) dejan la ciudad y van a Moab, allí viven en el destierro hasta que mueren el marido y los hijos. Desamparada y temiendo morir de hambre, Noemí oye que Dios ha "dado pan" a Belén.

Entonces vuelve junto con Rut, su nuera.

Así es como una familia que era originaria de Belén retorna a la ciudad con hambre de pan.
Belén significa Casa-del-pan y era desde antiguo, meta del peregrinaje de los hombres.

Sin embargo, el A. Testamento anuncia que lo sería en un sentido incomparablemente más profundo

. «Pero tú, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel» (Miqueas 5,2).

San José, procedente de Belén, retornará como Noemí a su ciudad natal, pero no con hambre, sino saciado, porque él hace "vivo" el pasaje de Rut.

Noemí "había oído" que Dios había dado pan a Belén, San José "lleva el Pan" para donarlo en Belén.

Para encontrarse con el hombre en el corazón de su vida. Jesús eligió el pan. Se hizo pan. Sí, una misteriosa complicidad se ha establecido entre Dios y el pan.

Cuando llegó la liberación de Egipto, los israelitas salieron corriendo llevando el pan en cuencos antes de que de fermente.

San José va con prisa a Belén con María (vaso insigne de devoción), la cual lleva en su seno el Pan antes de que se cumpla su tiempo.

En ambos casos se anuncia la liberación del pueblo de Dios.

Pero cuando en pueblo lleva tiempo en el desierto, tiene hambre. Se muere. Entonces Dios les manda el pan del cielo.

En la plenitud de los tiempos el "hambre" del Mesías era acuciante y Dios les envió a Jesús.

Para saciar el hambre de sus hijos, Dios escoge el pan. El pan es a los ojos de Dios algo inestimable. Para que su Hijo se hiciera Pan, pagó un alto precio. El grano de trigo tenía que morir, triturado, aplastado, regado con sangre y agua para que los hombres saciaran su hambre.

Es un misterio este. A causa de nuestra hambre, Dios envía a su Hijo.

No era suficiente la Encarnación, no. El hambre de los hombres necesitaba, exigía, que Cristo se hiciera Pan.

"¿Qué padre de familia si su hijo le pide pan le dará una piedra?"

El pan es para el hambre. Cuanto más hambre, más pan.

Por eso cuanto más crece nuestra hambre de Dios, más se nos da.

Hay que aumentar el hambre, necesitamos desfallecer de ella. ¿Pero cómo?

«El que me come tendrá más hambre, el que me bebe tendrá más sed» (Eclo. 24, 21).

¡La Eucaristía! La Eucaristía es el sacramento del hambre. Ella es la que da hambre y sacia a la vez. Porque nos sacia la pedimos y porque la pedimos, nos sacia.

Hoy es día de comulgar con hambre, pero con hambre de unión.

¡Danos hoy, ya ahora, el Pan! ¡Cada día!

Porque sin el Pan desfallecemos.

Oh, Señor, despierta en nosotros hambre de Ti. Mira que como peregrinos te buscamos. Ven una y otra vez a nuestras almas y saciános por tu bondad. ¡Danos siempre de este Pan! Amén.