Hace poco ha habido dos muertes en mi entorno cercano. No, no ha sido covid: sencillamente, la vejez que llega a su fin. Pero, como soy un melancólico, me ha dado por pensar cómo me gustaría irme, y qué me gustaría que pasase después. Dentro hilo.
Yo quiero quedarme seco durmiendo. Nada de largas enfermedades: qué aburrimiento. Si todo va bien, yo un día diré “buenas noches”, daré un beso a mi mujer y a mis hijas, me pondré a dormir, y bajamos telón. Que salga el Sol y yo ya esté como un Frigopié.
Que sí, yo quiero ahorrar a los míos ver cómo me apago. Las agonías son para dictadores bananeros y las telenovelas turcas. Además, eso de acabar en un hospital es carísimo. Que no, que yo un día estoy, y al siguiente ya he quedao con el de Arriba.
Además, que sea durmiendo. Paso de ser el abuelo que se queda seco durante la comida, y lo intentan reanimar. Ver morir a alguien en directo es muy de película italiana en blanco y negro. El yayo se cae sobre el bol de pasta, Sofía Loren llora. Un drama.
Asumamos que ya la he diñado. Pasemos a las practicidades. Eso del velatorio es un horror. No tendríamos que llorar la muerte: tendríamos que celebrar la vida (lo sé, la frase es cojonuda, se me acaba de ocurrir, luego se la repito). Total, que mi velatorio sería peculiar.
En la puerta de la sala del fiambre quiero dos Policías Nacionales de uniforme. Serían actores contratados, claro. Pero, a la que alguien les pregunte qué hacen allí, quiero que digan “Secreto de Estado: hay que asegurarse que el señor no escape”. Sería genial.
Dentro, yo. Quiero una urna de plexiglás. Que me metan dentro, desnudo. Como si fuese un Ferrero Rocher. Ahora, cubriendo de la urna, me van poniendo pastelitos Pantera Rosa, de forma que quede una estructura como la Naveta des Tudons, pero rosa. Adjunto foto para referencia:
Como soy diseñador, esto tendría reglas: yo estaría ahí, en mi urna como Lenin. Y cada invitado que venga, tiene que coger un pastelito como recuerdo. Así, al ir viniendo gente, se va revelando la urna, y acaba viéndose mi hermoso cuerpo desnudo. Precioso.
En el suelo de la sala, quiero una tonelada de algas. Me las traen de Mallorca, de la Playa des Caragol. Que yo ahí aprendí a nadar. Y le dicen a la gente que, para entrar, se quiten los zapatos. Así pisarían las algas, y la sala olería a mar. Sería una maravilla.
En la antecámara (sí: yo, como Tutankhamon, quiero antecámara), la comida que me gustaba: pan bimbo con Nocilla. Macarrones según mi receta (que sólo ese día revelaré al mundo). Pollo Shalimar. Baileys y Fanta de Naranja. Y de postre, fresas con nata.
Si es mi despido, quiero hacerlo a mi manera: que la gente venga y diga: “Dani era exactamente así”. Qué genérico y qué sabor vainilla es un velatorio. Toda la vida intentando ser interesantes, para cagarla en la última escena. Qué bajona oigan.
En las paredes, pegadas con cinta, quiero fotos de mi vida. Aquí viene otro de mis trucos: quiero que la mitad de las fotos sean reales, pero la otra mitad no. Mi vida es demasiado normal, vamos a jugar con la imaginación de los asistentes.
Yo quiero que alguien que controle coja el Photoshop y prepare estampas ficticias para generar conversación: yo en la cima del Everest. Yo hablando en la ONU. Yo haciendo de acróbata en un circo en Perú. Yo en una trinchera de la Segunda Guerra Mundial.
Desde mi urna, quiero oír gente decir “no sabía que Dani hubiese servido en la Guerra, parecía tan joven!”. Y un par de amigos estarían preparados para seguir la broma, y dirían “Ah, estuvo en Normandía, no lo sabías?”. Sería la risa ver las caras de la gente.
Pasemos al Hall. En los Tanatorios siempre hay la sala del fiambre, la antecámara y el Hall, que es donde coinciden todas las familias. El Hall es ese lugar donde sales cuando estás agotado de tanto drama en las salas interiores. Por tanto, ahí, quiero un mago.
Pero no una mierda de mago no, uno bueno. Mucha gente lleva a críos a los tanatorios, y me parece una crueldad. Hay que hacer algo por ellos, pobres. Así que me ponen un mago. Y al lado, quiero una especie de Garage Sale: pongan todas mis cosas de valor.
Quien quiera un recuerdo, se lo lleva. Y “de valor” no es mi coche (no tengo, por cierto): eso no vale nada. Son mis auriculares, mi piedra de lava del Kilauea, mi casco de stormtrooper, mi telescopio. Que otro lo disfrute. Y cuando los usen, se acordarán de mí, y sonreirán.
Si al final hemos de ser sólo recuerdos, que al menos sean buenos. Que dirán: este tío está chalado. Pues no, hablo totalmente en serio. Qué triste vivir 80 años para, al final, que te despidan en un santiamén, en un acto soso que no deja ni poso ni recuerdos ni ná.
Seguro que más de uno ha entrado en un velatorio, se equivoca de puerta, y ha acaba en el de otro muerto. Y, saben qué? Seguro que no se ha dado ni cuenta. Que oye, igual era buena idea, porque la comida era más rica y conoce allí a su futura novia, y tienen sexo loco esa noche.
Llega la hora de la misa. Odio estas misas, las evito siempre que puedo. Están diseñadas para pasarlo mal del comienzo al final. Pero claro, a la mía tendré que ir por narices, así que tengo un plan. En una tienda de artículos para fiestas, compren cojines de pedos.
Entones, en algunas sillas los ponen, y que no se vean. No se me ocurre nada más barato y efectivo para amenizar un acto de este estilo. Entraría la gente, caería en la broma, y los que entraron antes, mirarían, porque ya ven venir qué pasará. Y se reirían juntos.
Música: si me ponen el clásico cuarteto de cuerda con Imagine, o un tipo cantando What a Wonderful World, prometo resucitar. Así que les doy tres opciones: la primera, que les den Helio a los cantantes. Si no puede ser, que se comprometan a actuar absolutamente borrachos.
Si no, al menos pongan mi música favorita. Dejaré una playlist de Spotify, no sufran. Abba. The Cure. Pink Floyd. Los Smiths. Peter Gabriel. De hecho, si el cura se calla, y hay más ratos de música, se lo agradeceré. Fíese de mí: la gente ya se sabe lo de la Biblia.
Si alguien lo ve apropiado, me haría mucha ilusión que salgan tres personas diciendo “oye, yo me alegro mucho de haber conocido a Dani, hizo xxxxxx por mí”. Que al final de nosotros sólo queda la estela que dejamos en otros. Espero que la mía de el pego.
Un problema que tengo es qué hacer con el cuerpo. He leído mucho sobre el tema, y todas las soluciones estándar me parecen mal. Enterrarme? Una leche. Hace frío, y los barnices contaminan que no veas. Incinerarme? Peor. Contamina. Además, hueles a pollo del KFC.
Yo lo que quiero es cerrar el ciclo, déjense de permanencias ni leches. Así que, lo más higiénico que se me ocurre, es que me metan en una bolsa de cartón, alquilen un barquito, se alejan veinte kilómetros de la costa, y me tiran al fondo con 100 kilos de lastre.
Nota mental: tengo que dejar mil euros por si al equipo lo pilla la Guardia Civil, para pagar la multa. Imaginen la historia que podrían explicar a sus nietos: “sí, yo tiré un cadáver al mar, nos pilló la poli, pero todo salió bien”. No se trata de que nadie acabe en la cárcel.
Que se me coman los peces y se hagan gordos. Luego, se vuelven con el barco a la playa, y se comen una paella ahí, en la arena, en mesas de esas de plástico que había en los bares cuando yo era un crío. Y que venga quien quiera, y tiren petardos y suene Sisa.
De las fiestas hay que saber irse, y la vida es una fiesta. Celebremos la vida, dejemos de llorar la muerte. Y si, al salir el sol, a alguien se le escapa una lágrima y dice “Dani era un pirao, pero buena gente”, qué gran final para la mía. RT, gracias.
Quiero comentar lo sucedido en la final de la selección de Eurovisión. Que me dirán “vaya chorrada de tema”. Pues no: el buen diseño, la buena toma de decisiones, se ve en todo. Incluso en algo tan intrascendente como un concurso de cantar. Dentro hilo.
Vaya por delante que felicito a Chanel, faltaría más, y le deseo mucho éxito en la final de Turín. Si me preguntan a mí, dudo que haga mucho: esa fórmula de chica sexy con canción seductora está muy vista últimamente en Eurovisión. El mundo ha cambiado.
Lo que quería comentar no va por ahí. Fíjense: RTVE por una vez en la vida hace BIEN lo de Eurovisión: monta una selección nacional, y así da un altavoz a muchos artistas para presentarse. Dijeron ayer que más de 900 se han presentado, mola, mola mucho.
Como yo me dedico a analizarlo todo, y encima soy profundamente Eurofan, EVIDENTEMENTE quiero dar una opinión sobre las eliminatorias, y dar un par de recomendaciones desde el punto de vista del diseño de todo el asunto. Seré breve. Dentro hilo!
Primero: BIEN por haber montado un certamen abierto. Ven? La de veces que me he quejado de que en España parece que nos de miedo la meritocracia. Demasiada gente está en lugares "a dedo". Aquí pudimos ver una selección musical variada, y elegir qué opina cada cual.
Además, ven qué bien nos va cuando no enviamos robotitos salidos de un concurso de la tele? Como verán, las 4 favoritas son artistas de los de verdad, no una promo descarada de la última fotocopia de la fotocopia de David Bisbal o Chenoa. BIEN por la música.
Qué es el metaverso? Es un paraíso virtual, donde hacer realidad tus fantasías? O una jaula virtual, con la apariencia atractiva de parque temático, diseñada para venderte quincalla virtual, y vender sus datos personales a anunciantes sin escrúpulos? Vamos a verlo! Dentro hilo!
Antes de empezar, una disculpa: *mucha* gente me ha contactado sobre el hilo del otro día sobre NFTs. Entrevistas. Artículos. Libros. Empresas. Citas románticas. Si no les he contestado aún, es porque sinceramente no puedo colaborar: tengo muy poco tiempo disponible. Gracias!
Más allá de las definiciones superficiales que he puesto al comienzo (pero, no se engañen: un poco de las dos hay), hoy quiero explicar mejor de dónde viene esto del metaverso, por qué ahora, qué mola, y qué no mola de esta nueva idea. Venga, vamos allá.
NFTs. Lean la noticia y descojónense:
Apariencia: "Julian Lennon vende objetos de su padre".
Realidad: no vende OBJETOS, vende el "dato que dice que tienes ese objeto". Que no posees, porque no subasta el objeto.
Están destruyendo la credibilidad... variety.com/2022/digital/n…
... de esta tecnología. Si sirve para algo (que está por ver), desde luego no es para esto. Vean el texto que me pasan, muy en la misma línea. Los NFTs se están convirtiendo en el engañabobos del año. Pero creo que hay más: evasión fiscal. Les cuento...
a) Rico tiene un bien
b) Rico paga un huevo en impuestos
c) Rico no quiere pagar impuestos
d) Rico crea NFT del bien (que le ha costado 0, lo tiene por herencia)
e) Rico "dona" los beneficios del NFT a una fundación (suya, of course)
f) Se desgrava la donación en sus impuestos..
Escribí sobre NFTs y parece que gustó. Hoy, todo el mundo espera que hable del metaverso. Pues no, otro día será. Hoy quería ahondar en lo que dije, y hablar sobre el ocio, sobre cómo las tecnologías cambian el mundo, para bien o para mal. Dentro hilo.
Lo digo porque el hilo me quedó muy cañero, como si yo odiase los NFTs, y qué va! Como con casi todas las tecnologías, el problema es el uso, no la tecnología en sí, que tiene un potencial brutal. Pongo un ejemplo: el GPS (Sistema de Posicionamiento Global)
El GPS nos permite calcular rutas en coche. Saber dónde están nuestros hijos. Qué restaurantes tengo cerca. Joder, nos permite perseguir Pokemons imaginarios! Genial, no? Bien, si les cuento que se diseñó para guiar misiles balísticos en caso de guerra USA-URSS, cómo se quedan?
Me piden que hable sobre NFTs. Me lo ponen fácil: eso es de mi curro. Así que “juego en casa”. No hablo mucho de videojuegos, porque… no sé, ya me paso el día haciéndolos. Pero como parece que hay interés, pues vamos ello. Si les gusta, RT, gracias. Dentro hilo!
NFT, en inglés, "token no fungible". Básicamente, es un objeto virtual cuya propiedad está validada contra la blockchain. Simplificando mucho y por no aburrir: se sabe cuántos hay, y quién los tiene. Y, teóricamente, su propietario puede estar seguro de que no se los van a robar.
Si usted no se dedica a jueguicos, me dirá: a mí qué cojones me importa? Normal. En mi industria nos dedicamos a inventar capulladas cada vez más sofisticadas. Pero es que el problema es que hay gente que les encanta eso. Muchos. Millones. Ni se lo imaginan.