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Feb 19 68 tweets 16 min read
“METAMIAMI”: Pre-Crítica
Adelanto una pre-crítica antes de que salga el disco y estalle el asunto. Como siempre, parece que solo hay dos opciones: te flipa o lo odias. En lo que todos si estamos de acuerdo es en que Rosalía ya no huele a jamón. ¿Pero qué significa esto? HILO Image
Aún no ha salido el disco, pero creo que ya se puede intuir (ojalá me equivoque y nos sorprenda). Quede claro que no tengo info privilegiada ni un colega en Sony, cualquier coincidencia con la realidad será pura coincidencia.
Lo que sigue es una ficción, una pre-crítica, un pre-juicio, un comentario del disco como yo me lo imagino, el Motomami ideal, el Motomami a priori, el Motomami monstruoso que a mi me gustaría que fuese (MM aka MetaMiami).
MM me recuerda a la película Titane (2021). Sin duda una de las peores películas de la historia del cine. Trata de una chica que se f0lla a un coche y entonces nace un engendro de carne y hojalata que será el príncipe de un patriarcado homoerotico tipo el club de la lucha. Image
Pero eso te lo tienes que imaginar porque la película trata básicamente del embarazo de la chavala, que por cierto es una asesina y una tipa de la peor calaña. Pero al margen de eso, la peli es una especie de contra manifiesto cyborg. Image
Rosalía ha hecho algo similar: ha parido un híbrido de carne y hojalata; criatura mutante a escala de las preferencias agregadas de millones de usuarios que la productora y el algoritmo de Spotify se han encargado de cincelar.
Más allá de esto, me gustaría tratar el periplo generacional que nos ha traído hasta este punto. A continuación se describe el viaje milenial de lo hipster a lo trapero, del trap a lo latino, y de ahí al momento actual: la deriva Madrileño/Metamami
Contrasto los dos discos como si fueran representaciones de dos modos de posicionarse en el choque local/global: giro “conservador” o giro “aceleracionista”; Bar Manolo o McDonalds; torreznos o poke, reacción comunitarista/revolución capitalista, etc.
Recupero alguna idea que anoté cuando salió el disco del Madrileño hace justo un año. La historia de Rosalía corre pareja de la de Tangana: no se entiende el estrellato del uno sin la otra y viceversa. A su vez, es la historia idealizada de la generación milenial. Image
Lo primero es recordar que lo que ahora mola hace diez años era repugnante para la mayoría. Ya estaba cuajandose el kinkilleo que ahora es mainstraim,
pero no había todavía fenómeno trap, no había salido Criando Ratas (2016) ni se escuchaba a El Coleta. Callejeros seguía demonizando los barrios y todavía se empleaba la palabra "cani" (como algo despectivo). Image
Es el momento en el que cientos de miles de jóvenes españoles hicieron las maletas. Por aquel entonces, como tantos otros, Yung Beef estaba fregando platos en el extranjero.
A esa vez, corrían los años del boom de lo hipster; el recién autobautizado como C Tangana vestía náuticos y polos, momento “Loves” (2012), disco suavecito y poético, acorde a la aspiración milenial de esos años de Tumblr y proto-Instagram). Image
Esta década ha sido el viaje a través de su veintena. Se puede resumir en el intento milenial de digerir las consecuencias de la crisis del 2008 para llegar a la crazy pandemia en un periplo vital inverosímil.
En el plano material, es un camino hacia la precarización y la desesperanza (con ilusiones puntuales cuyo fracaso aumentaba la sensación de absurdo).
En el plano musical, es la década de la experimentación trap (síntesis de lo indie llorica y lo kinki marronero) que contra todo pronóstico acabó siendo hegemonía. Este viaje estético-retórico se ve muy claramente en los casos de nuestros protagonistas: Rosalía y Tangana.
Si en el caso de El Madrileño (2021), las líneas clave de la trama fueron la crisis de la masculinidad (hombre victorioso, pero obsoleto) y la nueva hispanidad (decadente, pero orgullosa), Image
en MetaMiami (2022) vemos justo lo contrario: la victoria de la feminidad empoderada (motorizada) y la neoliberalidad global (collage de estilos de la hegemonía estética mundial: yankis, japos, latinos, etc). Image
En El Madrileño había una (re)unión de elementos y personajes, cameos, pastiche, collage, álbum de cromos, esteticismo extremo, manierismo, kinkilleo rococó, flamenkish; puente generacional, herencia, neo-tradición, alquimia electrocañí y resurrección de un imaginario “hispano”. Image
En MM encontramos algunos de estos elementos en sentido formal, pero los ingredientes de la mezcla parecen haberse construido en una cadena de montaje, todo brilla demasiado, el duende ha sido suplantado por la máquina. MM es un recalentón de fast food de franquicia.
El Madrileño acabó gustando a todos porque a todos nos gusta la tortilla, las croquetas, el cafelito y el puchero (aunque quizá no para tomarlo todo a la vez). Quizá MM también guste finalmente a todos, pero por lo contrario: te lo vas a comer te guste o no. Te acabará molando.
En ese sentido, lo bueno del Madrileño es que no se trataba de un disco sino de piezas que hay que tomar como una carta de tapas, cada quien elige la que le apetece. Idea reforzada por la reciente "Sobremesa" (2022); Image
al que ya que estamos aprovecho para reprochar que hubiera molado más si realmente fuera un postre de 3 o 4 temas y no un refrito. Tal como está presentado debería llamarse “Abuela ¿puedo repetir?: la mixtape".
Total, que en el disco de El Madrileño su principal problema funciona como su mayor virtud: Ser un "disco" que en realidad es una lista de spotify que combina géneros, estilos y épocas.
Gozoso tanto para la little zoomer, que lo vive como una serie de Netflix, para los millennials perdidos y rotos que hemos madurado con él, para los puretas que van de modernos a la par que añoran el sabor de la grasa e incluso para mi abuela porque le suena a Benidorm.
La cosa es que Rosalía ha recorrido un camino inverso al de C Tangana. Si él quiso acercarse cada vez más hacia una “esencia” local (sea lo que sea esto) sin perder “mundo”; su gesto pasa por concretarse precisamente en la pluralidad (en este caso, el Madrid de las mil culturas)
Rosalía en cambio ha ido perdiendo la “densidad” de lo suyo específico (fuera lo que fuese). Ella se conduce cada vez más rápido hacia la disolución en la tendencia global (en su caso “lo latino” no es más que una coincidencia con la demanda de lo exótico en la mirada del yanki). Image
Mientras en C. Tangana se da una búsqueda que transita de lo hípster a lo castizo pasando por lo trapero. Rosalía parte desde algo “suyo” (aunque robado según muchos) para ir sufriendo transformaciones que la convierten en otra cosa. ¡Ella que ya era mariposa desde el principio! Image
Su evolución pasaba por echar a volar, no por bajar al barro de lo mundano a bailar sobre charcos de gasolina y a recrearse con el ruido del motor. En efecto, MM es un manifiesto neo-futurista: un artefacto que hubiera encantado a Marinetti; Velocidad, aceleración,
humo, neumáticos y una oda a la máquina que a las personas con sensibilidad ecológica les produce "eco-ansiedad". Y no es para menos. Nada más transgresor que acrobacias a lomos de un tubo de escape y el vacile de una jauría de motos en un mundo que colapsa.
Recapitulo hasta aquí: C Tangana cada vez huele más a jamón y tortilla de patata, representa una relectura de la tradición; Rosalía quiere oler a gasolina, representa la aceleración y un salto hacia el futuro bizarro. Una de las dos posturas ha de helarte el corazón.
En verdad, las dos poses tienen algo de decadente porque todo lo milenial es decadente (es la generación que recibió el golpe post-2008 y realmente no ha levantado cabeza). Esto no es incompatible con que a ellos dos les vaya de lujo. Hablo de algo más amplio.
Pero vamos al caso que nos ocupa: MM. Su decadencia consiste en que Rosalía se dio a conocer como un ángel y desde entonces su tragedia estético-teológica ha consistido en ir bajando a los infiernos (de la demanda del capital). La “caída” de lo sublime a lo grotesco. Image
Sin embargo, no podemos pasar por alto que Rosalía es una mujer (la Mujer) y C Tangana es un hombre (el Hombre). Esta década también ha sido la del feminismo mainstream. Esto ha influido en las carreras de los dos de manera decisiva (creo que los dos se han beneficiado de ello)
No obstante, el condicionamiento y la presión de los roles clásicos siguen ahí. Si a él le permitimos e incluso le exigimos ser un crápula y un chingón (y le perdonamos ser un farlopero al modo del rockstar torero),
de ella nos esperamos una musa portadora de la verdad y nos resulta aberrante su pose de perra. Por eso Metamiami de pronto parece una jugada transgresora: una chica dulce y más o menos inocente que deviene bruja poderosa y propone un aquelarre del perreo. Image
Esto funciona muy bien, es un tropo recurrente en la historia y un truco clásico de la industria (de niña Disney a perra endemoniada). El gesto parece querer tener algo de “emancipador”.
Esta lectura es posible y no del todo inverosímil. Pero a mi juicio es más impostura que desacato y lo peor es que se lo juega a todo a esta provocación. “Qué bonito sería si no fuera mentira” que decía el poeta.
En realidad, Rosalía no es una chica que canta sino uno de los mayores y más rentables productos que ha construido la industria en los últimos años. A estas alturas, que cante es anecdótico.
"Rosalía" es un equipo de guionistas a la altura de un reality show donde lo crucial es su faceta de empresaria (que se hace así misma). Es el mercado el que demanda ese personaje, dirán algunos; Rosalía tan solo pasaba por allí. Esto es, de nuevo, machista y paternalista.
Mientras que a Tangana se le percibe como el ingeniero de su destino y el cerebro detrás de cada una de sus operaciones, a Rosalía se la degrada a un rol pasivo de chica que no sabe lo qué está pasando y se deja llevar por lo que digan sus productores.
Yo prefiero verla como una chavala astuta que ha sabido moverse y en algún momento decidió que la convenía dejar atrás lo que hacía para producir juguetitos de plástico con tal de llegar al ultimo rincón del globo.
Otra comparación que puede arrojar cierta luz del camino que escogió Rosalía es la estridente y fantástica, madre de temazos, rompedora de caderas, Nathy Peluso. A mi juicio, la argentina es un buen ejemplo de carrera interesante. Image
Nathy Peluso se presentó a escena como una loca con clips extrañísimos y místico-herméticos, luego se alió con los chicos de Craneo Films con quienes produjo unos videos guapísimos y unos beats de boom bap donde ella pudo lucirse. Image
Luego desbordó el rap y empezó a hacer mil cosas, siempre orientadas a la sabrosura, saltó al mainstream y lo demás es historia. De genia indescifrable a musa latina de culo sandunguero. Maneja todos los estilos y siempre está brillando. Image
La cosa es que Rosalía lo tenía todo para ser Santa Rosalía de las Españas, azote del ranking con música profunda y potentísima. Se presentó al gran público con Los Ángeles (2017) de la mano del magnífico músico Raül Refree aka Rey Midas. Un álbum para la memoria. Una promesa. Image
Otro paradigma de carrera flipante: Refree ha producido también al siempre genial Rodrigo Cuevas, príncipe del Norte, voz del Cantábrico, además de ejemplo de ejecución excelente y un discurso fresco que aúna vanguardia y tradición; Image
la receta de la abuela revisitada: comer sano y simple sin dejar de cocinar sofisticado y sublime. Respeto y actualización de cierto pasado apuntando a un futuro amable con todo el mundo. Cuevas es popular y es de todxs. Image
Sin embargo, Rosalía es pop y populista. Es post-todo porque es vacío, es nihilismo, es autoparodia, es puro meme; MM se ríe de su propio absurdo y falta de consistencia (como Matrix 4).
Los artistas que yo más aprecio (caso claro de algunos que he mencionado) narran siempre historias universales, pero ubicadas y entretejidas en sitios concretos, lugares que los trascienden. La pregunta es: ¿Dónde se ubica el imaginario de Rosalía?
A mi juicio, es el puro no-lugar. Los grafitis en el videojuego GTA son el mejor ejemplo de lo que es MM. Su estética apunta hacia lo cyberkinki y lo hispano que se desenvuelve en USA. Pero tiene un pie en Japón. Aguas internacionales. Ningún sitio. El globo. Image
Ya pasó el simulacro de polígono, ahora el espacio de juego donde se presenta la pose es un mundo digital en la nube, sea un videojuego sean las stories de insta, el metaverso, etc.
La fantasía Rosalía es un mundo virtual extraño y ultra procesado, maquillaje sobre sombras. Rosalía como mujer serrana ya solo existe como idea en una película de Almodóvar (quien también hace mucho perdió su olor a jamón).
La Rosalía de MM existe solo como idea de la idea de la idea. Demasiada ironía, demasiada distancia con las cosas. Image
La pena es que se ha despegado demasiado rápido de lo que proyectaba ser. Tan solo al tercer disco es ya irreconocible. De hecho, MM tematiza la metamorfosis. Vende autosuperación, buen rollo, y la idea de cambio como algo positivo para justificar este giro (y los que vengan). Image
Cuando en realidad se trata de plástico, moderneo, tendencias de mercado y colorines neoliberales que esconden el drama material de los barrios como ocurre con los murales de Okuda y artistas orgánicos de ese palo.
El personaje de esta Rosalía 3.0 es un maniquí que performa e impone la última moda, en este caso cables y leds, un robot que nos trae el aperitivo o incluso un árbol de navidad diseñado por una mente enferma y megalómana como la de Abel Caballero: “¡Música y Luz!”. Image
Si bien hay que reconocer que justo por eso MM es un documento valioso. Rosalía realiza cierta psicología de la época. Entrepreneur, apolítica, artista orgánica del régimen mercadotécnico, burócrata de los gustos, traficante de las pasiones y los deseos, Image
no perreo caribeño sino meta-Miami, no azúcar moreno sino electrónica sacarina, neón, macarreo pijo y ostentación de nueva rica. Pero Rosalía no es jamón ni paleta, es adicción a los hidrocarburos, pirotecnia, intersección de Mad-max y el mdma, metaverso y cripto-putoamismo ancap Image
Sin embargo, esto es más o menos lo que hay en cualquier barrio a día de hoy. Quizá por eso MM sea un discazo, y una obra de arte que desvela lo real, da cuenta del mundo en el que estamos y de los meta-mundos hacia los que vamos.
Entonces, si acaso lo que que cabe reprocharle es la promoción de este desencanto del mundo. No es que MM sea música de mi€rda. Tampoco criticamos a Amancio porque no nos guste la ropa que produce sino por todo lo que hay detrás. Image
Por decirlo otra vez, si C tangana es cada vez más aceitunitas, arepas e incluso un durum y pollo frito en Cuatro caminos o Tetuán, Rosalía es Burger King en neoTokyo, no Street Food del sudeste asiático, ni Lavapiés (por mucho que quiera ponernos a comer tikka masala o teriyaki)
Sin embargo, más allá de las apariencias, el estrellato de Rosalía y C Tangana son uno y el mismo. Maquiavelismo —idea de gobernar el destino— para un tiempo de pobreza e incertidumbre donde proliferan los emprendedores (cuanto más riesgo asumas más emprendedor).
La consigna que ambos promocionan es la del “«No dejar pasar la ocasión»”. Filosofía del éxito. Amoralismo. Capitalismo. Neoliberalismo. En este sentido, al César lo que es del Cesar. Rosalía es la auténtica real player del juego del capital. Ella es la que ha ganado la partida.
Por otra parte, Tangana ahora parece que se está redimiendo de sus excesos y abrazando ciertos valores familiares. Lo cual es un camino más o menos trillado como tropo del vivalavirgen, pero también giro coherente. Veremos si lo mantiene o muta en otra cosa al siguiente pelotazo.
En cambio, el relato de la feminidad empoderada y motorizada no sabemos cuanto recorrido tiene. Desde aquí la deseo muchos años de temazos. Rosalía tiene talento y nos encanta.
En fin, podemos dar la época del descubrimiento de la música urbana por concluida. No el kinkilleo en sí, que eso nunca morirá, pero si el pico de popularidad y el apropiamiento de lo cañí y lo barriero por parte de los modernos. Y con ello el fin de cierto "materialismo".
Lo siguiente es otra cosa. Quizá transhumano, quizá post-callejero y meta virtual. Sea lo que sea la Rosalía de MM está asomándose a ello. Por eso creo que el disco de MetaMiami es la fakin bomba. Mis dieces. Ojalá que salga pronto a ver qué tal. Image

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