En el capítulo de hoy de #CómoOcultaralasMujeresenlaHistoria veremos cómo una mujer de la que no sabemos prácticamente nada se fue convirtiendo progresivamente en la mala de la película para enaltecer la imagen de un hombre muy conocido. Os presento a la griega Jantipa.
Posiblemente no conozcáis a Jantipa, y es que sólo ha pasado a la historia como una nota a pie de página dentro de la biografía de uno de los más importantes pensadores del canon de la Filosofía. Y es que Jantipa fue la esposa de Sócrates.
Una mujer de la que no se habla en los libros de historia, de la que apenas podemos esbozar una biografía, pero que protagonizó algún chistecito bastante machista por parte de alguno de mis profesores cuando estudié la carrera de Filosofía.
Comencemos por los escasos datos que conocemos de su vida. Sabemos que probablemente era mucho más joven que Sócrates cuando se casaron y que tuvo tres hijos fruto de ese matrimonio: Lamprocles, Sofronisco y Menexeno.
De ella nos hablan únicamente dos fuentes de la Grecia clásica coetáneas o próximas en el tiempo: Jenofonte y Platón.
Platón, en el Fedón, nos relata cómo el día en el que Sócrates se disponía a beber la cicuta y a ejecutar la sentencia de la Atenas que le había condenado a muerte, Jantipa se encontraba junto a su esposo en la celda, portando a uno de sus hijos en brazos.
Pese a este detalle tan importante que refleja apoyo y fidelidad a su esposo hasta el último momento, nos encontramos con que, “casualmente”, su figura no aparece en ninguna de las representaciones pictóricas sobre la muerte de Sócrates que nos legó nuestro arte contemporáneo.
En todos estos cuadros de historia vemos a los discípulos de Sócrates lamentándose y adoptando todo tipo de actitudes ante el destino fatal que le aguardaba mientras que la ausencia de Jantipa se convierte en un vacío flagrante.
Esta ocultación de Jantipa en la mayoría de las representaciones de la muerte de Sócrates la convierten en un personaje absolutamente irrelevante y prescindible, y contribuyen a forjar la idea de una filosofía y de una historia en las que las mujeres no tienen cabida.
Pero Jenofonte nos aporta algún dato más sobre la biografía de Jantipa en sus “Recuerdos de Sócrates”. En un fragmento se cuenta cómo Lamprocles, uno de los hijos nacidos de su matrimonio con Sócrates, se queja de las reprimendas de su madre.
En esta escena, Sócrates defiende a Jantipa, haciéndole ver a su hijo que su madre lo hace por su bien y que además lo cuida cuando está enfermo, cuida que no le falte nada y además reza a los dioses por él. Vamos, toda una madraza.
Pero, además, Jenofonte nos aporta otra anécdota, en la que ni siquiera interviene Jantipa, y que se convertirá en la base para su leyenda negra. En medio de un banquete, Sócrates afirma que las mujeres pueden aprender a hacer lo mismo que los hombres…
…a lo cual otro señor le pregunta con sorna que por qué no ha podido él entonces educar a Jantipa. Sócrates responde que se entrena mejor con los potros difíciles, en alusión a la etimología del nombre de Jantipa (caballo rubio).
Sin embargo, de los tres episodios que hacen referencia a Jantipa, los historiadores posteriores decidieron quedarse sólo con el último, un chisme de banquete entre hombres, y obviar a la Jantipa fiel que acompaña a su marido o a la madre preocupada por la educación de sus hijos.
Y sobre esta Jantipa supuestamente malhumorada, enfadada, de comportamiento problemático y beligerante, es como se construyó y reafirmó la imagen de un Sócrates extremadamente paciente y abnegado. Porque nada como una mujer mala para hacer parecer bueno a cualquier hombre.
Porque la biografía real de Jantipa al parecer no importa salvo para denostarla y para soltar unas cuantas invenciones que legitimen la idea de “qué malas que son las mujeres y cuánta paciencia hay que tener con ellas”.
Uno de los bulos que se construyeron posteriormente sobre la figura de Jantipa y que más éxito tuvieron (sobre el que hizo el chistecito mi profesor de Filosofía dándolo por cierto), fue creado por Diógenes Laercio ¡unos 700 años después de la muerte de Sócrates!
Supuestamente, después de una discusión con su marido, Jantipa decidió volcar una bacinilla con agua sucia sobre la cabeza de su esposo. Sócrates, sin mutar el ánimo, afirmó que “los truenos acaban en lluvia”.
Sobre esa anécdota inventada por Diógenes Laercio o recogida por él de algún otro escrito hoy en día no conservado, se generó la imagen de Jantipa como figura de la mala esposa, de ejemplo en negativo que servía a otras mujeres como pauta de comportamiento a evitar.
Y, como podéis comprobar, de este bulo de Diógenes Laercio sí que podemos encontrar infinidad de representaciones pictóricas a lo largo de la historia.
Así, esta invención se fue propagando en la literatura posterior y en los "Cuentos de Canterbury" de Geoffrey de Chaucer, Jantipa aparece mencionada dentro de un libro que versaba sobre historias de malas mujeres que una de las protagonistas afirma que solía leerle su marido.
No se olvidó de ninguna de las penas y molestias que tuvo Sócrates con sus dos mujeres; de cómo Jantipa echó orina sobre su cabeza y el pobre hombre, sentado e inmóvil como un cadáver, secó su rostro sin atreverse a comentar más que esto:Antes de que cese el trueno cae la lluvia.
Y así, como una mujer perversa que le hacía la existencia imposible a Sócrates es como ha pasado Jantipa a la memoria histórica colectiva, ignorando las facetas más verosímiles y conocidas de su vida.
En la construcción histórica del personaje de Jantipa encontramos la táctica de ocultación de las mujeres nº 6, que podríamos formular así: "tergiversa la biografía de una mujer real para que encaje en el estereotipo de mala y convierta en buenos a los hombres de su entorno".
Con esta táctica no sólo se ocultan los hechos reales y las contribuciones de las mujeres a la historia, sino que además tiene la "ventaja" de fomentar y forjar los estereotipos negativos de género y servir de modelo a evitar con vistas al adoctrinamiento de otras mujeres.
Así que recordad. Si una mujer aparece referida constantemente como mala, mala, malísima, sospechad. Es posible que la mayor parte de su biografía sea un invento o una tergiversación y que haya que reescribir de nuevo su historia.
En multitud de capiteles y canecillos románicos encontramos a una mujer desnuda de cuyos pechos cuelgan una serpiente y una rana. Esta extraña figura se ha interpretado muchas veces como el pecado de la lujuria… Sin embargo, mucho me temo que la cosa es más compleja.
Uno de los tópicos más extendidos en torno al románico es la culpabilización de los cuerpos femeninos representados en este estilo. Parece que cada vez que una mujer se muestra en piedra o pigmento en una iglesia se interpreta automáticamente como el pecado o el mal.
Sin embargo, esta concepción de los cuerpos de las mujeres como culpables depende inevitablemente de la mirada que dirijamos hacia ellos. Y esta mirada a veces proviene de nuestra contemporaneidad más inmediata y no de la Edad Media.
El 10 de marzo de 1914 la sufragista Mary Richardson cogió un hacha corta de carnicero, se dirigió hacia la National Gallery de Londres y, sin que nadie pudiera evitarlo, practicó siete cortes en la Venus del Espejo de Velázquez. ¿Por qué?, os preguntaréis.
Cuando se le pidió una declaración, ella explicó: “He intentado destruir la pintura de la más bella mujer en la historia de la mitología como una protesta contra el Gobierno por destruir a la Sra. Pankhurst, quien es la persona más hermosa de la historia moderna”.
Pero había más. No se trataba sólo de una venganza contra el gobierno que había arrestado a la famosa líder sufragista, sino que también se trataba de destruir una imagen que simbolizaba a la mujer en tanto que objeto de la mirada masculina, sometida a su control y a su deseo.
¡Regresamos con un episodio más de #CómoOcultaralasMujeresenlaHistoria! Hoy descubriremos una estrategia que nos enseñará a darle un nuevo sentido a esas incómodas imágenes femeninas que estropean las teorías más misóginas. Vamos a hablar sobre la iconografía de la “Paz de Dios”.
En primer lugar veamos a qué se suele llamar la “Paz de Dios” en el románico. Se trata de una escena recurrente en algunos capiteles de iglesias en los que se representan dos caballeros cuya lucha es detenida por una figura mediadora que para a los contendientes en su ataque.
En estas representaciones de gran belleza la intención de la figura central es, claramente, la de imponer la paz y detener la batalla, como vemos en el ejemplo de Fruiz y en el de los anteriores tuits, procedentes de Cezura y de Boada de Villadiego.
Pocas cosas hay más definitorias de la cultura vasca que el bertsolarismo,el arte de improvisar versos en euskera. Pero aunque en el bertsolarismo reciente las mujeres han estado excluidas, fueron las iniciadoras de esta tradición en la Edad Media. ¡Ven a descubrir su historia!⬇️
El cronista Esteban de Garibay (s.XVI) se refiere al s. XV como “el siglo de las mujeres improvisadoras”, y es uno de los primeros historiadores que nos habla de este arte de hacer poesía de las damas vascas.
Esteban de Garibay nos introduce de lleno en el mundo de las eresiak o endechas, poemas que las damas cantaban en los funerales frente a las personas difuntas de su linaje, honrando su memoria e incluso contándoles noticias de lo que había acontecido tras su muerte.
Hoy en #CómoOcultaralasMujeresenlaHistoria os voy a hablar del misterioso caso de la parturienta de Alaiza, que ha sido identificada casi con cualquier cosa menos con una dama dando a luz. Conozcamos su triste historia y las barbaridades que se han dicho sobre ella. ⬇️
Esta dama pariendo es una de las representaciones que nos encontramos en las célebres pinturas de Alaiza, en las que se nos muestran escenas de la vida cotidiana de la nobleza local del siglo XII.
Entre los personajes que nos podemos encontrar allí hallamos caballeros, soldados a pie, peregrinos y, por supuesto, mujeres, muchas mujeres.