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Feb 10, 2023 41 tweets 18 min read Read on X
El Arco de San Luis es alto como un rascacielos, hijo (legítimo) de Gaudí y se puede visitar POR DENTRO en unas cápsulas futuristas.
No sirve para nada y, a la vez, es el monumento perfecto.

Pero su autor nunca pudo verlo.

En #LaBrasaTorrijos de hoy, Saarinen y el cielo.

🧵⤵️ Dos imágenes exteriores y una del interior de una cápsula
(Se recomienda la lectura del episodio de hoy acompañada de la siguiente banda sonora).

open.spotify.com/track/6iLzFJhs…
Una mañana de 1947, el arquitecto finés Eliel Saarinen recibió un telegrama del ayuntamiento de San Luis anunciándoles que acaba de ganar el concurso para el nuevo monumento dedicado a Thomas Jefferson y a la expansión de los Estados Unidos al Oeste.
Eliel, que tenía 75 años, no podía creer que su proyecto hubiese ganado...

...y tenía razón. A las pocas horas le llamaron diciendo que, o sea, perdón, pero que él no había ganado; quien había ganado era su hijo Eero, que eso os pasa por llamaros E. Saarinen los dos.
Efectivamente, el ganador había sido Eero Saarinen, que tenía solo 37 años y hacía solo siete años que era ciudadano americano.

Y había ganado porque acertó con precisión lo que pedía el concurso: "Un objeto que simbolice la cultura y la civilización estadounidense". Eero Saarinen en su estudio junto a una maqueta del Gateway
Y sobre todo, que "trascienda en valores espirituales y estéticos". Es decir, que no pedían realmente un edificio, pedían un símbolo.

Y eso es lo que hizo Saarinen: un símbolo.

Una silueta contra el cielo. Wallpaperbetter CC NC
El concurso del que se llamaría Gateway Arch supuso un espaldarazo a la carrera de Eero que, hasta ese momento, había trabajado esencialmente en el estudio de su padre y era conocido apenas por un par de obras y, bueno, por las preciosas sillas que diseñó junto a Charles Eames. 1. Anuncio de una de las sillas Organic de Saarinen y Eames.
De hecho, aunque es muy famoso en el mundo de la arquitectura, Eero Saarinen no es una figura TAN conocida para los neófitos, pese a que casi todo el mundo ha visto alguna vez una obra suya.

Concretamente esta obra suya: la mesa y las sillas Tulip. 1. Paris on Ponce & Le Maison CC BY 2. Holger Ellgaard CC BY
Ahora bien, en la década de los 50, Saarinen revolucionó la arquitectura mundial, porque hizo algo que no estaba haciendo nadie: miró al mundo desde el futuro. nyc-architecture
Siempre que pudo, siempre que la función del edificio no era determinante, Eero se despojó de los encorsetamientos de la modernidad y exploró las formas y las siluetas; los materiales y los espacios con una mirada expresiva y casi artística.

En el rink de hockey de Yale... 1. Carol M. Highsmith DP 2. Eero Saarinen Estate_Fair Use. 3
...en el aeropuerto Dulles de Washington, que inauguraría un "estilo" aeroportuario que dura hasta nuestros días (y tiene 70 años).

O el delicadísimo Auditorio Kresge del MIT, con su finísima cáscara de hormigón que define la cubierta y, por tanto, toda la forma del edificio. 1 y 2. Exterior e interior del Dulles Airport.  1. Joe Ravi
Y, sobre todo, con la MONUMENTAL terminal de la TWA en el JFK de Nueva York.

Un ejercicio exquisito de comprensión de lo que significa el hormigón. Un prodigio voluptuosidad formal e ingeniudad futurista (chúpate esa, Calatrava). 1. James Vaughan CC BY-NC-SA 2. y 3. Steve Knight CC BY
Pero durante toda esa década de los 50, mientras construía por todo el país, Eero seguía definiendo el proyecto que le había lanzado y le consagraría: el arco de San Luis.

El Arco junto al río Mississippi. El Arco sobre el río Mississippi. Wallpaperbetter CC NC
En todos esos años desde que ganó el concurso, Saarinen fue perfeccionando el diseño del Arco.

Junto al ingeniero Fred Severud, decidieron que esa silueta, ese símbolo, debía ser la forma perfecta. Y la definieron con una única fórmula: una catenaria.
No voy a explicar la fórmula porque no soy ingeniero (y no me acuerdo de nada de estructuras) pero sí diré que una catenaria es la forma más eficaz que puede tener una estructura.

Una catenaria es la forma de una cuerda sometida solo a su propio peso.
Así que una catenaria invertida es la forma perfecta para un arco porque no hay ninguna tracción y ninguna flexión, solo hay compresión.

Pese a su altura y a su esbeltez, el Gateway Arch no está sometido a ninguna tracción y a ninguna flexión. Es una estructura PERFECTA. DP
(Esto es algo que, por cierto, empleó Gaudí en la maqueta polifunicular porque al construir con piedra, sabía que no podía someterla a flexiones.

Por eso, aunque no lo parezca, el Gateway Arch es, en realidad, hijo legítimo de la Sagrada Familia).
Las obras del Arco comenzaron en 1963 y, con unos cuantos retrasos, incluyendo protestas y juicios porque no se habían empleado a suficientes trabajadores de raza negra, el Jefferson National Expansion Memorial fue inaugurado en junio de 1967. Kevin William Kelly CC BY-SA.
192 metros de alto (como un rascacielos de 64 plantas) por otros tantos de ancho. 800 toneladas de acero inoxidable rellenas A POSTERIORI con barras de hormigón pretensado.

El trabajo era de tal precisión, que una desviación de un milímetro podía dar al traste con el encuentro. 1. Lucas Jans CC BY-SA 2. Hydro033 CC BY-SA 3. DP
Aunque inicialmente no tuvo el éxito que se esperaba, a fecha de hoy es uno de los monumentos más queridos de USA, con unos dos millones y medio de visitantes cada año.

Porque, efectivamente, no es solo una silueta: se puede visitar por dentro.

(Sí, eso son ventanitas) Kelly CC BY-SA
Gracias a un sistema de cápsulas (que parecen de cafetera Nespresso) y a unas escaleras que yo no usaría JAMÁS, se puede llegar hasta el Observation Deck y mirar la ciudad (y el cielo) desde una altura de 192 metros. 1. Atraction 360 2. DP 3 y 4. Daniel Schwen CC BY-SA
Porque, al final, una silueta se define como el contraste entre el objeto y el fondo.

Y el Gateway Arch es exactamente eso: un objeto que quizá no sirve para nada, pero simboliza, con la elegancia de un trazo, el esfuerzo de la especie humana para escribir en el cielo. Wallpaperbetter CC NC
(Pero Eero Saarinen nunca pudo verlo).
El 21 de agosto de 1961, justo el día después de su 51 cumpleaños, Saarinen fue al médico porque llevaba ya varias semanas con migrañas. Le hicieron unas pruebas y detectaron un tumor cerebral del tamaño de una mandarina.

Una semana después murió en la mesa de operaciones.
Nunca vio terminada la terminal de la TWA ni el aeropuerto Dulles y ni siquiera llegó a ver empezado el Arco de San Luis.

Pero sí que llegó a ver el cielo.
En 1950, el MIT le encargó el diseño de una capilla para el campus.

Tenía que ser un edificio espiritual pero no adscrito a ninguna confesión específica. Un lugar para que pudiesen ir a rezar judíos, cristianos, musulmanes y hasta agnósticos a meditar.
Eero supo enseguida que ese edificio debía aislarse conceptualmente de los ires y venires del campus.

Así que proyectó un espacio perfectamente aislado: un círculo.

Un cilindro de ladrillo al exterior, pero voluptuosamente ondulado al interior. 1. Madcoverboy CC BY-SA 2. Eero Saarinen Archives
Y, al fondo, la luz. Naquib Hossain CC BY-SA
La luz, que es el material más lujoso que hay. La luz, que es capaz de ponernos en conexión con lo trascendente.

Pero la luz que, en realidad, no se ve.

La luz solo existe cuando golpea algo, una pared, un altar de mármol, una nube de polvo.

Cuando nos toca. Olivier Jeannin CC BY-NC-SA
Eero confiaba en que la luz del lucernario impactase contra el altar blanco y elevase el espacio de la capilla hacia lo sublime...

...pero no era suficiente.
Por eso, le pidió a su amigo, el escultor Harry Bertoia que le enseñase la luz.

(Y si queréis saber qué hizo Harry Bertoia, pinchad en "Mostrar respuestas", que la historia no ha terminado).

⬇️⬇️⬇️
Lo que hizo Bertoia fue, sencillamente, transformar la capilla del MIT de Eero Saarinen en uno de los espacios más bellos de la historia.
Con una escultura de pequeñas planchas de acero inoxidable, la luz que entra desde el lucernario de la capilla, de repente, existe.

Vibra en cien parpadeos y en mil reflejos. Naquib Hossain CC BY-SA
Como una nube que ha bajado para ser más feliz allí, iluminada desde el cielo de Eero Saarinen. Madcoverboy CC BY-SA.
Si os ha gustado el episodio de hoy, hacedme RT al hilo, FAVs, follows o regaladme unas guirnaldas chulas!

Y si os gustan las historias como esta, en mis libros me he guardado las mejores. En todas las librerías y en todos los sitios online.

TERRITORIOS IMPROBABLES: amzn.to/3XHOSJI

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La última que he contado es la del edificio atravesado por una autopistas A MEDIA ALTURA: instagram.com/p/CoXrPiQsJpp/
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Todas las imágenes del hilo de hoy están acreditadas en la descripción de la primera fotografía de cada tuit. Todas se han usado bajo su correspondiente licencia.
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(Fin del HILO 🌈🌞 ☁️)

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Dec 7
El Cementerio de los Ingleses es un pequeño recinto tapiado frente a los acantilados de Camariñas, en A Coruña.

Pero ¿y si allí estuviese enterrado Jack el Destripador? (Y no, no es descabellado).

Esta es una historia de naufragios y patrimonio, en #LaBrasaTorrijos
🧵⤵️
Plymouth, 8 de noviembre de 1890. Un hombre sube al "HMS Serpent" como quien acepta una sentencia cuyo contenido desconoce pero cuyo peso reconoce al instante. Image
@DACTurismo El nombre que dio —Arthur, James, William, el que fuese— quedó casi disuelto en la humedad del muelle porque lo pronunció demasiado bajo, evitando el cruce de miradas con el oficial que anotaba en un registro ya curvado por la lluvia. Image
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Dec 1
Lo de que las estaciones del metro de Estocolmo son preciosas es algo digno de comprobarse in situ.

Pero también esconden una historia. Una historia de amor por los servicios públicos, por las infraestructuras públicas, por la gente que las construye y por la gente que las usa cada día:

La historia empieza, como empiezan casi todas las historias buenas de ciudades nórdicas, en la roca. Ni en el hormigón ni en el hormigón revestido de hormigón —que es la tentación internacional—, sino en la roca viva, la roca madre, el granito glacial que hace de Estocolmo una ciudad con vértebras de hielo fósil.

Cuando a mediados del siglo XX decidieron construir su red de metro, optaron por la solución más directa, casi geológica: excavar, dinamitar, abrir la montaña e insertar trenes. Y en algún momento de esa operación de ingeniería a mano armada surgió una pregunta casi infantil, tan evidente y, a la vez, tan peculiar que era muy raro que alguien se la preguntase: ¿y si dejamos la roca vista?

La respuesta tiene que ver con estética, sí, pero también con política y con época. Tras la Segunda Guerra Mundial, Suecia —como buena parte del norte de Europa— estaba articulando un nuevo pacto social: bienestar público, accesibilidad, democracia cotidiana.

Uno de los engranajes de ese pacto era la convicción tranquila, pero tenaz, de que el arte no debía ser un lujo sino un derecho. Así que, si el metro iba a convertirse en el gran espacio público donde cientos de miles de personas bajarían cada día, ¿por qué no convertirlo también en un lugar donde el arte descendiese con ellas? Un soporte para democratizar la belleza, para hacer país desde el subsuelo.

Esa respuesta convirtió al metro de Estocolmo en la frase con la que lo definen: la galería de arte más larga del mundo. Algo que va más allá del eslogan turístico; es una decisión conceptual. Si vas a perforar la ciudad, abraza sus entrañas. Si vas a mover a tanta gente bajo la tierra, ofréceles algo más que azulejos blancos y tubos fluorescentes.

Haz país. Haz estética. Haz política blanda —que es la mejor política—.Image
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La línea azul es el ejemplo más evidente. Basta bajar desde T-Centralen para entenderlo: la bóveda, pintada de azul profundo, conserva la piel rugosa de la roca. Tiene algo de caverna prehistórica, pero intervenida con brochazos gigantes. Parece la obra de un pintor expresionista que hubiera vivido aquí encerrado con un cubo de acrílico y demasiadas horas de invierno.

Además, en esa bóveda aparecen siluetas de obreros: un homenaje directo a los trabajadores que construyeron la red hace 75 años y que la mantienen cada día.

Tres cuartos de siglo de ciudad subterránea.
Sigue uno bajando por la línea y llegas a Solna Centrum, la estación más fotografiada de Suecia (y probablemente una de las más fotografiadas del mundo). Un túnel rojo, intensamente rojo, un rojo que no te abraza sino que te engulle.

Parece una bajada al infierno, sí, pero es un infierno con una intención: el mural, pintado en 1975, denuncia la deforestación sueca. El rojo del cielo frente al verde de los bosques como un aviso urgente en un país que hoy presume de sostenibilidad, pero que lleva décadas pensando en estas cosas.

Estando allí me pregunté si hoy ese mural se lee de otra manera. Si ya no habla solo de árboles sino del planeta entero.
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Nov 27
Estoy en Estocolmo, moviendo las manos porque hace tres grados bajo cero, y esto que tengo detrás es el ayuntamiento, el Stadshuset.

Visto así, con su ladrillo rojo, su torre alta y esta logia abierta al agua, parece un edificio medieval, casi un híbrido entre castillo nórdico y palacio veneciano. Podría colar como gótico italiano, o como algo que te encontrarías entrando en la plaza de San Marcos por la puerta equivocada.

Pero la gracia es precisamente que no es medieval en absoluto.
Es un edificio del siglo XX: se construye entre 1911 y 1923, lo diseña el arquitecto Ragnar Östberg y es uno de los grandes ejemplos del Romanticismo Nacional sueco, una arquitectura que mezcla referencias históricas con una idea muy moderna de lo que debe ser un edificio público.

Por eso está aquí, pegado al agua. Si esto fuera de verdad un ayuntamiento medieval, lo lógico es que estuviese bien adentro del casco antiguo, protegido por murallas, alejado de cualquier ataque por mar. Pero, en los años veinte, Suecia ya no está pensando en cañones y asedios: está pensando en democracia, administración y ciudad abierta.

El Stadshuset se coloca en la punta de Kungsholmen, justo donde el lago Mälaren se abre hacia el archipiélago que conecta con el Báltico. Es un gesto urbano clarísimo: el poder municipal se asoma al agua porque el agua es lo que organiza Estocolmo.
El patio donde estoy tiene ese aire muy veneciano: arcos de medio punto abajo y esa sensación de plaza porticada que se abre directamente al embarcadero. Te giras y podrías estar esperando que aparezca una góndola, pero lo que llega son ferris y hielo.

La torre, además, está claramente emparentada con el campanile de San Marcos, solo que coronada por las Tres Coronas doradas de Suecia, para que no haya dudas de quién firma el skyline.

Y luego está la obsesión material. El ayuntamiento está construido con unos ocho millones de ladrillos rojos, de los cuales cerca de un millón se hicieron a mano, precisamente para conseguir esta textura vibrante, nada uniforme, que ves en fachada: el típico ladrillo de monasterio nórdico, colocado alternando testas y tizones para que el muro nunca sea del todo plano ni del todo predecible.

Ragnar Östberg era bastante maniático con la textura: quería que el edificio, visto de cerca, tuviera una piel casi viva, con pequeñas variaciones en cada pieza.
Read 7 tweets
Nov 26
Estoy en Stortorget, la plaza central de Gamla Stan, el casco medieval de Estocolmo.
Hoy hay mercadillo navideño, con luces y turistas, pero bajo toda esta postal hubo, hace siglos, bastante menos encanto.

En esta plaza tuvo lugar la Boda Roja original:

Como sabréis por las novelas de George R. R. Martin y la serie Juego de Tronos, la Boda Roja es uno de los episodios más traumáticos de la historia. Martin lo escribió inspirándose en varios hechos históricos, uno de ellos fue el "Baño de Sangre de Estocolmo" de 1520.

Ese año, el rey Cristián II de Dinamarca conquistó Suecia y, para celebrarlo, organizó una gran coronación en el casco antiguo de Estocolmo. Tres días de fiesta, banquetes, vino caliente, diplomacia y buen rollo oficial. Hasta que, al tercer día, Cristián ordenó cerrar todas las puertas de la ciudad vieja.

Entonces empezó la matanza.
Entre ochenta y noventa personas —nobles, clérigos y ciudadanos influyentes de Estocolmo— fueron ejecutadas. Muchos fueron decapitados y sus cabezas expuestas en picas aquí mismo, en la plaza, durante semanas.

En este lugar tan bonito, tan instagrameable, con chocolates calientes y guirnaldas, a principios del siglo XVI se montó una escabechina monumental.

(Sí, ya sé que en el video digo 1580, es que me bailan las fechas más que Gene Kelly en El Pirata)Image
Hoy, Stortorget tiene otra cara.

Además del mercado de Navidad, uno de los edificios que dan a la plaza alberga la Academia Sueca, la institución que concede cada año el Premio Nobel de Literatura: el lugar soñado de Murakami, para entendernos.

Y, claro, aquí se levantan también las famosas Casa Roja y Casa Verde, dos fachadas del siglo XVII que, además de fotogénicas, son bastante tramposas.

La casa verde, por ejemplo: esas líneas blancas alrededor de las ventanas parecen molduras de piedra, pero en realidad son pintura. Querían simular nobleza, apariencia de sillería cara, pero no había presupuesto, así que resolvieron el asunto con pigmento.

En el fondo eran casas normales, con bodega abajo y almacén arriba. De hecho, la famosa ventana redonda superior no es un capricho barroco, es simplemente una forma eficaz de iluminar ese almacén.Image
Read 6 tweets
Nov 21
El Sexto Panteón del cementerio bonaerense de la Chacarita es, sencillamente, uno de los lugares más bellos y más estremecedores del mundo.
Un espacio casi desconocido que esconde un viaje de luz, emoción y la historia de una mujer.

Os la cuento en #LaBrasaTorrijos 🧵⤵️
A mediados del siglo XX, cuando Buenos Aires miraba a la modernidad como una hacia el futuro, una arquitecta recibió un encargo que, para cualquiera de su generación, ya habría sido enorme, pero que para una mujer en los años 50 era casi un desafío a la gravedad social. Image
Se llamaba Ítala Fulvia Villa y entraba en las reuniones de las oficinas municipales —llenas de ingenieros varones— con un cuaderno, algunos planos y esa paciencia feroz que sólo pueden tener las personas que saben que su talento será discutido antes incluso de ser visto. Image
Read 31 tweets
Nov 12
El edificio Kavanagh, en Buenos Aires, fue el primer rascacielos de Sudamérica.

Parece neoyorquino, pero tiene algo que los rascacielos de Nueva York no tienen: una leyenda. Porque el Kavanagh se construyó por un despecho amoroso.

Esta es la historia:
🧵⤵️
A principios de los años treinta, Corina Kavanagh, una rica heredera, compró una parcela frente al Parque de San Martín, junto a Puerto Madero, y mandó construir un rascacielos. Image
Inaugurado en 1936 con proyecto de Sánchez, Lagos y de la Torre, el Kavanagh, con su estilo Art Decó, recuerda ciertamente a los rascacielos de Nueva York, como el Chrysler o el Empire State.

Aunque este “solo” llega a 120 metros y 31 plantas. Image
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