Ayer, @_anapastor_ preguntaba cómo debe tratar el periodismo al fascismo para evitar impulsarlo. ¿Nos choteamos, los silenciamos o los tratamos como si fueran gente seria? Difícil. Mi propuesta es indirecta: Cómo tratar al lector/espectador/oyente para evitar el fascismo.
La clave es NO DIFUNDIR LA AGENDA FASCISTA. Si nos pasamos el verano dando espacios sin fin a la llegada de inmigrantes, como si viviéramos una oleada que no existe, da igual que el tratamiento sea serio y riguroso, el público creerá que tenemos un problema de inmigración.
Si dedicamos horas sin fin a contar que unos quitan lazos y otros los ponen, como si los catalanes estuvieran a punto de emprenderla a tiros, da igual que tengamos tertulianos o columnistas muy serios, el público creerá que estamos al borde de la confrontación civil.
Si toda la programación televisiva de las mañanas consiste en hablar de sucesos escabrosos, ignorando que en realidad tenemos los niveles de delincuencia criminal más bajos de la historia y de los más bajos del continente, la gente creerá que necesitamos endurecer el código penal
Si cada vez que un terrorista condenado obtiene un tercer grado o es excarcelado por motivos de salud dedicamos páginas y páginas a debatirlo como si no fuese lo normal en democracia (que la ley penitenciaria se aplica), el público creerá que hay oscuros pactos con el terrorismo.
Si a cualquier noticia sobre los pocos cientos de manteros que operan en Madrid o Barcelona le damos tratamiento de Cuestión de Estado el público creerá que nuestros barrios viven sometidos a un régimen de terror nunca visto, cuando todos los indicadores dicen JUSTO LO CONTRARIO.
Si apenas informamos de los desahucios pero hacemos debates sobre narcopisos, cuando el primer problema ha afectado a cientos de miles de ciudadanos y el segundo estadísticamente es residual, el público creerá que la amenaza al vecindario son los negros y no la ley hipotecaria.
Si cuando nuestras grandes ciudades hacen lo propio del momento, es decir, sacan vehículos contaminantes del centro, montamos debates de los años setenta sobre el supuesto "derecho" a hacer lo que te plazca con tu coche, degradamos e irritamos al ciudadano.
Si nos esforzamos en relatar el debate territorial del Estado en términos de selección de bandera, si decimos a los ciudadanos que son desiguales por su identidad y no por su renta, crearemos en el público la necesidad de elegir bandera.
Como no hemos hecho esto sino lo contrario, como hemos actuado de forma irresponsable como gremio en pos del debate cutre, el click y la audiencia, quizá no estamos ya a tiempo de hacer nada muy relevante contra el fascismo.
Porque el primer deber del periodismo es la selección de agenda. Esa jerarquización del mundo es lo más importante que hace cada día un periodista, mucho más importante que escribir bien o invitar a analistas sensatos. Y lo segundo no redime de lo primero.
La agenda no viene dada ni la marcan los políticos. La creamos nosotros. Si existe alguna posibilidad de detener el fascismo y si esa posibilidad pasa por el periodismo (son dos "y si"), no creo que dependa de cómo los tratamos, sino de silenciar su agenda racista e identitaria.
Hala, ya está, ya me callo. (Hasta que luego me acuerde de que se me ha olvidado algo).
APÉNDICE I. Lo enlacé hace días, pero viene al caso hoy: el periodista Manuel Ligero cronometró un informativo de máxima audiencia por temas. Explica cómo la elección de agenda traslada una distorsión sobre cómo está una ciudad, un país o el mundo. Leedlo: facebook.com/manuel.ligero.…
APÉNDICE II. Este es un gráfico conocido de Eurostat que explica de forma simple el divorcio entre la realidad de la inmigración y la percepción que tiene la ciudadanía, fruto en buena medida de nuestro desempeño periodístico.
• • •
Missing some Tweet in this thread? You can try to
force a refresh
La semana pasada hablaba con un político conservador sobre la peculiaridad del giro autoritario español respecto al de Hungría o al de Polonia, dado que allí, la ofensiva iliberal se produjo desde el Parlamento hacia el Poder Judicial, y no al revés.
HILO (cortito).
El Polonia se ha desmantelado el equilibrio de poderes arrasando al judicial desde el legislativo y el ejecutivo. En cambio, en España, como también en Brasil, la ofensiva reaccionaria iliberal procede de los togados.
La razón es muy simple: la ofensiva procede del legislativo (y nos sirve también el caso venezolano) cuando la opción iliberal es mayoritaria en las urnas. Es decir, ha ganado las elecciones y opera desde el ejecutivo y desde el legislativo, donde dispone de amplia mayoría.
Voy a hacer un pequeño repaso de noticias de esta mañana con un elemento en común: el mismo sujeto.
La Justicia ha decidido suspender la semipeatonalización del centro de Madrid, conocida como Madrid Central. Una medida para reducir el tráfico y mejorar la calidad de vida (y del aire) del centro de la ciudad viola la ley.
La Justicia ha desestimado los recursos de amparo de los condenados por sedición del 1-O, que deberán permanecer en prisión (al menos, en tanto se tramitan los indultos).
Llevamos 30 años sufriendo Montmelo, un circuito divertido para las motos, y un mojón del tamaño de un niño de primaria para la F1. O vamos a otro circuito o quitemos el GP de España, porque esto es insufrible año tras año.
Hagamos un change.org para quitarnos Montmelo del campeonato.
Hay cosas que me parecen un secreto a voces, un elefante en la habitación, y me pone nerviosísimo que no se mencionen, que se conviertan en una especie de tabú, así que voy con un pequeño HILO TRUMPIANO sobre mi perplejidad.
Una de las características sobrevenidas del trumpismo, como versión posmoderna del viejo reaccionarismo es que lo que creíamos que era un avatar, estar encabezado por un perfecto idiota (Donald Trump lo es en el sentido estricto) no parece ser accidental.
Durante todo el mandato de Trump se ha evitado decirlo, se hablaba de que es estrafalario, de que no tiene filtro, de que es un desalmado y, en general, se subrayaba que su equipo de asesores eran linces de la comunicación política. Vale.
Hemos leído a expertos por doquier explicarnos lo bueno que es el trumpismo movilizando voto, hasta el punto de que Trump mejoró resultados en noviembre. Lo votó bastante más gente que hace cuatro años.
Pero eso no explica por qué perdió. Unos dicen que un candidato tan moderado como Biden logró aglutinar a la izquierda y al centro. Otros, que el papel de los perfiles de izquierdas que lo apoyaron sin medias tintas, como Sanders o Alexandria Ocasio-Cortez, fueron determinantes.
Será todo verdad, pero yo, en cambio, creo que si en vez de un candidato, los Demócratas hubieran puesto un ficus, también habrían ganado. A pesar de la subida de Trump. Porque creo que el factor de movilización anti-trump es el propio Donald Trump.