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17472 ... bueno, antes o después tenía que explicarlo. Para entender la cifra, tenemos que remontarnos a hace aproximadamente 9-10 años atrás. Dentro mi primer hilo, y sólo porque la ocasión lo merece.
Esta es una historia un poco privada, pero al fin y al cabo, aquí hemos venido a jugar. El caso es que ni mi pareja ni yo tuvimos hijos, ni de parejas anteriores, ni copulando entre nosotros como posesos.
El tiempo fue pasando feliz entre coito y coito, pero cuando quisimos tenerlos: HORROR, el embarazo no venía, y para cuando quisimos comprobar si había algún problema médico, resultó que AMBOS teníamos problemas: no, imposible, no habría niños.
Los dos éramos yermos, estériles, volquetes de mala puntería, cementerio de espermatozoides.
La situación es tan traumática como podáis imaginar; en un momento crees que todo es culpa tuya, que has hecho las cosas mal, que tenías que haber cambiado de vida, que eres imbécil, un fracaso, o discapacitado.
Agotamiento físico y mental para aburrir, auto-reproches, y cuanta carga negativa puedas imaginarte.
TIP GRATIS: si esperas a que las circunstancias económicas, laborales y personales te permitan ser padre, probablemente no lo serás nunca. Duralex, Sed lex. Y no vendo vajillas.
Total, que como llevamos las negativas muy mal, y a testarudos sin causa no nos gana nadie, empezamos el periplo habitual de Inseminaciones Artificiales: vitaminas, inyecciones, estimulación de los ovarios con fármacos, controles, monitorización…
inducción de la ovulación, recogidas de muestras y carreras en coche con botecito al hospital antes de que "aquello" se enfriase. No es tan desagradable o estresante como pueda parecer: es mucho peor.
Tras 5 IAs fallidas a lo largo de un par de años, decidimos de común acuerdo abandonar los intentos, por una cuestión de pura salud y superviviencia: ella no podía más, física ni anímicamente. Y yo tampoco.
Respiramos un tiempo, con el reloj corriendo en contra (37 y 36 años respectivamente), y un buen día nos encontramos con ánimo para gastar el último cartucho: la FIV.
FIV, o Fecundación In Vitro, algo que recordaba vagamente haber visto anunciado en Informe Semanal en mi niñez casi como ciencia ficción, pero que ahora si, estaba extendido y al alcance del común de los mortales. Por un coste. Económico. ALTO. Y vital. MUY ALTO.
Un 50% de esperanza media de embarazo en condiciones óptimas, eso para empezar, con óvulos que pierden la capacidad reproductiva en un proceso irreversible que suele intensificarse a partir de los 35 años, dos menos de nuestra línea de salida.
Vuelta a las inyecciones, vuelta al control y estimulación de los ovarios (medicaciones no disponibles en tu ciudad? quizá tengas que dar una carrera loca a Portugal a buscarlos, ojo, sin romper la cadena de frío)
Luego la novedad de la extracción de los óvulos y fecundación in vitro, la espera por viabilidad con los dedos cruzados, el palo de los escasos óvulos viables, con un informe de entre el 5% y el 15% en nuestro caso particular.
Y facturón tras facturón, palo tras palo, agotando la última llama de esperanza.
Y un día la transferencia del más apto de los embriones, y criopreservación del resto, sin apenas viabilidad. Y calendario. Y espera. Siempre preparándote para la nueva decepción. Y el análisis de control. Y la beta alta. ¿Sabes lo que es una beta?
El análisis de la hormona beta-hCG determina si hay o no embarazo, y es el Santo Grial de cuantos alguna vez hemos intentado tener hijos con ayuda médica. Cuando el valor inicial es positivo, aún debes esperar su evolución hasta la primera ecografía, pero la cosa pinta bien.
Y nuestra beta fue alta en la revisión. No muy alta, pero lo suficiente. Mucho cuidado, mucho mimo, mucha espera... y embarazo viable. Incredulidad. Alegría a raudales. Conmoción. Risas. Celebración. Acojone.
Apenas recuerdo los 9 meses de gestación, porque entre preparativos, un embarazo con complicaciones y cólicos nefríticos, y el día a día normal, estuve en una nube de testosterona.
Pagamos como pareja, y muy duro, los nervios y el exceso de hormonas tras años de tratamientos: broncas, nervios, y matarte vivo día si y día también es el precio moral y hormonal de someterte a estos tratamientos.
Tip gratis 2: La Iglesia católica se opone a cualquier tipo de tratamiento de reproducción asistida y los rechaza por antinatural. Mi hija sí que es un milagro estadístico: me pueden comer los huevos por detrás.
10 meses después (WTF??? no eran 9???) nació @YoSoyArya, y el resto es historia. Han sido 6 años de vértigo, manteniendo en equilibrio el caos que la mayoría conocéis: gestionar trabajo, casa, y niños.
Por supuesto, no nos arrepentimos de nada, por muy mal que lo hayamos pasado, y lo hemos pasado MUY mal en bastantes épocas. Ser padre es una experiencia inigualable, pero no hay caminos de rosas para nadie, por más ganas que tengas.
¿Y QUÉ COÑO TIENE QUE VER TODO ESTO CON EL 17472? te preguntas defraudado mientras clavas en mi pupila tu pupila azul, si es que has llegado hasta aquí. Ya acabo.
Pues el caso es que, haciendo fast forward 6 años hasta la actualidad, y con Arya hecha una mocita, su madre se empezó a encontrar mal de repente el verano pasado, con una brutal debilidad.
Preocupados, fuimos a hacerle un chequeo médico completo, alarmados y con el corazón en un puño, sobre todo porque la incidencia del cáncer en su familia es bastante alta.
Tras los pertinentes análisis de rigor, la pusimos en reposo absoluto hasta saber resultados, que recibimos en unos días por email en un PDF (Long live science). Y entre leucocitos, colesterol, y docenas más de medidas en sus valores normales, allí estaba.
Cualquiera que haya pasado por esto no puede evitar saltar con la mirada a esa columna. Y es capaz de identificar a primera vista una beta alta: 17472. ¿Sabes lo que es una beta?
Niveles casi de embarazo gemelar en un momento tan temprano. Que no es el caso, pero significaba un embarazo viable, y consolidado. Por supuesto, corriendo al médico, a descartar los dos test de embarazo positivos que fuimos a comprar a una farmacia de guardia.
Que tenemos ahora ya 43 y 42 años, y hace 7 nos dijeron que era poco menos que matemática y físicamente imposible que Arya llegase a existir. Asombro por parte del cuerpo médico. Incredulidad por la nuestra. Estábamos embarazados. Una niña.
Y sanísima, como comprobamos con infinito alivio, tras completar test de ADN en EEUU por el alto riesgo del embarazo. Y bueno... eso es todo. 17472. Un dígito como cualquier otro. Que no significa nada. Y que lo significa todo. Y que nacerá sobre el 15 de Mayo.
Y que no tenemos nombre, porque pusimos el listón demasiado alto con Arya, y ahora nos matamos vivos de nuevo, esta vez a ver qué nombre puede estar a su altura: A GIRL HAS NO NAME
Gracias por llegar hasta aquí. Me apetecía compartirlo, aunque su madre va, literalmente, a matarme :)
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