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¿Qué tienen que ver un emperador santo, un puñado de estrellas y el fortachón de Hércules? ¿No lo sabes? ¿Te reconcome la curiosidad?
Si te gusta la iconología y a veces se te aparece Panofsky en sueños, desenrolla este 🧶 y lo descubrirás.
Era la fría mañana del 6 de enero de allá por el año de Nuestro Señor de 1014, más o menos. El silencio reinaba en palacio. Heinrich Sacsen bajó ilusionado para ver los regalos que le habían dejado junto a la chimenea.
De rancio abolengo, su árbol genealógico estaba plagado de coronas, mitras y largas espadas. Su padre había sido Heinrich der Zänker (o sea, el Pendenciero, como todos hemos entendido enseguida), duque de Baviera y descendiente en séptimo grado del augusto Carlomagno.
Tan relumbrante plantel de antepasados le llevó al trono del Sacro Imperio Romano Germánico en 1002, aunque la coronación efectiva todavía se haría esperar más de una década. Por eso, el joven Heinrich se encontraba deprimido, aunque aquel día de Reyes iba a levantar su ánimo.
Y es que entre los regalos habrá uno que resalte sobre los demás. ¡Una capa de seda asargada de color azul oscuro y con motivos bordados en oro! Por allí ve un Pantocrátor; más allá hay un Tetramorfos... Pero la mayoría de imágenes eran una representación del cielo estrellado.
Llegados a este punto, los ojos le hacen chiribitas al bueno de Heinrich. A él... y a todos los que al instante han acudido al oír sus gritos de alegría. Allí están su esposa Kunigunde, el señor obispo y toda la corte al completo, bufones incluidos.
Ante la inminencia de su coronación como emperador por el papa Benedicto VIII, ya se veía revestido con aquella capa y sentado en el trono, mientras todos los asistentes quedaban deslumbrados por los dorados reflejos que provocaría la luz de las velas.
Heinrich admiró los bordados, casi sin atreverse a tocarlos. De repente, reparó en una imagen: se trataba de un musculoso personaje que portaba una clava y una especie de piel de animal; arrodillado, estaba luchando con una serpiente que estaba enroscada alrededor de un árbol.
Venía acompañada por una leyenda en latín: HERCULES SERPENTEM OCCIDID[IT] AUREA MALA SERVENTEM. El obispo se aprestó a traducirlo: “Hércules mató a la serpiente que custodiaba las manzanas doradas”. Y la mente de Heinrich se vio asaltada por historias oídas en la niñez.
Sus preceptores le habían hablado de un personaje fabuloso que, mucho tiempo atrás, había realizado doce trabajos imposibles para cualquier otro mortal y cómo, en premio por tales hazañas, el señor de todos los dioses lo había colocado en el cielo a modo de constelación.
Al recordar esto, la sonrisa de Heinrich se trocó en gesto serio y preocupado. ¿Un símbolo pagano en su capa? De repente, la imagen de la coronación triunfal, revestido con semejante manto, se le vino abajo. ¿Qué diría el papa? ¿Qué sería de su fama de buen cristiano?
Fue el promotor de la inserción de la expresión FILIOQUE en el Credo, defendiendo que el Espíritu Santo procedía del Padre, pero también del Hijo. Si no lo habéis entendido, ved el dibujo que hizo Gioacchino da Fiore en el siglo XII, versión cristiana del “tetragrammata” hebreo.
¿O quizá preferís un nudo borromeo que aclare más las cosas? O no...
El caso es que la idea de Heinrich fue una innovación teológica de primer orden, pero que no sentó demasiado bien a la Iglesia ortodoxa, que la utilizaría décadas después para justificar el cisma de Oriente del 1054. Pero no nos vayamos por las ramas y volvamos con Heinrich.
Nuestro emperador fue oblato de la Orden de San Benito y se dedicó con ahínco a la difusión del cristianismo. En corrillos áulicos lo llamaban “el Santo”, aunque malas lenguas decían que era con sorna, pues estaban mosqueados con su apoyo a la Iglesia en menoscabo de la nobleza.
Por eso no ha de extrañarnos que nuestro pío emperador pusiese reparos al uso de un manto con imágenes paganas que podían olerle a azufre a algún tonsurado puntilloso. Y así hubiese seguido de no ser por la intervención de su sabia (y también santa) esposa, la reina Kunigunde.
Ella, que era una mujer “muy leída”, se puso la corona de las ocasiones solemnes y enseguida vio con claridad el simbolismo que el bordador había querido transmitir en su trabajo. Su creación había que verla como una especie de metáfora textil creada por un trovador de la aguja.
Kunigunde lo había comprendido al instante: no era un héroe pagano quien estaba allí representado matando a una serpiente monstruosa, sino que había que ver a aquel Hércules como prefiguración de San Jorge o incluso del propio Cristo, en lucha permanente con la sierpe del pecado.
De hecho, y aunque Kunigunde no lo sabía, el tema de Hércules como representación iconográfica del enfrentamiento contra el mal ya había sido utilizado incluso por los primeros cristianos, como muestran los frescos de las catacumbas de Vía Latina en Roma, obra del siglo IV.
Heinrich respiró aliviado. Y con él la corte entera tuvo gran alborozo. ¡Que comenzasen, pues, los preparativos para la ceremonia de coronación! ¡Que repicasen las campanas de la catedral de Bamberg! Gracias a su esposa, el emperador había renovado su fondo de armario.
Apéndice: Heinrich o Enrique II (973-1024) y su esposa Kunigunde o Cunegunda de Luxemburgo (975-1040) son personajes reales. Canonizados en 1146 y 1200 respectivamente, sus restos reposan en la catedral alemana de Bamberg.
El llamado “Manto de las Estrellas” se data hacia 1010-1020, pero no está claro que fuese utilizado en la coronación de Enrique II. Realizado posiblemente en jun taller de Ratisbona (actual Regensburg) fue realmente un regalo del duque Melo da Bari, también enterrado en Bamberg.
Los bordados de este manto hay que relacionarlos con la dimensión universal que se quiso dar al imperio de los Otones, reforzada por la inscripción del borde que comienza O DECUS EUROPAE CESAR HEINRICE... (“Oh tú, gloria de Europa, emperador Enrique…”).
Se puede ampliar información sobre la coronación de los reyes otonianos (incluido Enrique II) en el siguiente artículo de investigación: dialnet.unirioja.es/descarga/artic…
Y hasta aquí llega esta historia en la que se funden la realidad y la imaginación, como heredero de logógrafos griegos y de analistas romanos que soy. Espero que algo de provecho le hayáis sacado. Valete!
@monicanienor @VanesaRegaladoV @ChifladoEl @martolius @fernandoplazap
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