Una reflexión sobre el desafío tan importante que tiene por delante la Unión Europea y sobre el impacto de las decisiones que deben tomar los veintisiete jefes de Estado y de Gobierno en próximas fechas para paliar los efectos económicos de la actual crisis sanitaria (hilo):
Uno de los ingredientes del cocido del Brexit fue la histórica desafección de los británicos con las políticas comunitarias. Aquello que encontró un catalizador en el buen resultado del UKIP en las europeas de 2014 y que acabaría desembocando en el referéndum sobre la UE de 2016.
Existían en Reino Unido entonces (como ahora) fuerzas abiertamente euroescepticas como el UKIP, corrientes fuertemente contrarias al club comunitario (fundamentalmente en el Partido Conservador) y un caldo de cultivo al que apenas bastaba dar un calentón.
Una de las certezas de esta crisis sanitaria, volviendo al presente, es que ningún Estado miembro de la UE (desde luego ninguno de los más afectados, y ahí está España) va a poder hacer frente en solitario a las consecuencias económicas.
En 2012, España, como Italia, como Grecia, como Portugal... pedían instaurar los eurobonos. Una forma de mutualizar la deuda de forma solidaria. Endeudarse en las mismas condiciones que, por ejemplo, Alemania. Alemania que, por supuesto, se negó. Se impusieron los rescates.
Hoy Alemania se sigue negando. Como lo hacen Austria o Países Bajos. Pero hay dos factores “novedosos” que pueden poner en riesgo la Unión tal y como hoy la conocemos (esto igual es un poco pesimista... quizá sea el tono de estos días). Me explico:
El primero, que ya no contamos con el Reino Unido. Nos enfrentamos a una crisis casi sin precedentes y de consecuencias absolutamente desconocidas e imprevisibles sin el que era uno de los socios más importantes del club comunitario y que más aportaba.
El segundo: visto que son Francia, España, Italia, Grecia... los que vuelven a insistir en la necesidad de los eurobonos (aunque ahora los llamen ‘coronabonos’), la brecha Norte/Sur vuelve a hacerse patente...
Pero ahora, y a diferencia de 2012, todos estos países tenemos fuerzas bien de extrema derecha, bien populistas, bien euroescepticas (incluso todo junto) en nuestros respectivos parlamentos e instituciones.
Si los ciudadanos de estos países de la UE percibimos esa misma desafección que percibía una mayoría de los británicos, si no sentimos que exista un sentido de pertenencia, de solidaridad, de identidad europea...
...estamos abocados a que esos partidos enarbolen con mayor vehemencia aún la bandera del euroescepticismo en sus programas en proximas citas electorales. Y que les vaya bien... y que ganen muchísimos votos... y que luego no sólo hagan política europea con ellos, sino doméstica.
Pesimista tal vez, pero una desacertada gestión de esta crisis sanitaria y económica puede abocarnos a un nuevo orden europeo.
