-Mañana voy a hacer torrijas.
-No hace falta Carmencita. Dijo mi madre.
-Sí, sí, sí, sí, que mañana hago torrijas para desayunar y merendar.
-¡Antes me como las aspidistras y los geranios! -gritó mi padre en plan shakesperiano.
-¿A que viene ese exabrupto de tu marido? Es tita Carmen ofendidísima.
-¿Le recuerdo a tu hermana las torrijas de la Semana Santa de 1978?
Cuando se enfadan, mi madre se convierte en el Embajador Suizo.
-Normal, aquellas torrijas nos dejaron marcados a todos. Acuérdate. Pesadillas tengo
-No me refiero a eso, sino al panorama que tengo en el patio.
- Pasará, mamá, pasará…
-Tú lo ves fácil, ¿cómo estás tan a gusto en tu casa…? Claro, qué sufra tu madre.
Me río.
-Encima te ríes de mí. Los hijos sois como cuervos, Jacobo. Cuervos...
-Mamá…
-Y tú, el peor. Un cuervo y un buitre carroñero. Luego querrás heredar, ¿no?
-Eso es cosa del Código Civil, mamá, no mía.
-Da igual. Ya lo arreglo yo.
Cuelga.