-Cuquita, querida, Cuquita.
-¡Paca, Paca, Paca! Empezaron a corear los ocho monstruos.
Ante el desaliento de la pobre señora que sonreía como una muñeca de porcelana, se pusieron a hacer palmas con ritmo de grada de campo de fútbol de tercera.
-¡Paaaaaaaaaaca!
Y el resto contestó:
-¡Vaaaaaaaaaaca!
El sueco no entendía nada y la pobre tía Cuquita tragaba saliva y se secaba el sudor con un pañuelito rosa que había sacado del bolso.
Los demonios coreaban a grito pelado:
-¡Paca, Paca, Paca!
-¿Estás constipado, Jacobo? – preguntó doña Cuquita.
-No, no, he carraspeado para llamar la atención de Pancho.
-Es un viejo código secreto entre nosotros, tita.
-¿Y? – inquirió la buena señora
-Por favor, jovencito –terció el intruso escandinavo– unos chicos tan encantadores no serán un estorbo.
El vikingo, bebido o inconsciente, decidió adornarse…
-Estoy seguro de que en el Rastrillo se respirará un ambiente de alegría, paz y amor. ¿No te parece?
-De la inconsciencia nacen los héroes, señor mío– contesté
-¿Qué ha querido decir tu amigo, Pancho?
-No seáis cenizos, los llevamos – sentenció tía Cuquita.
Los cuatro nos miramos y sentimos, en lo más profundo de nuestros corazones como se empezaba a mascar la tragedia. Al menos, elevamos la gabela a diez mil por barba.
-Mirad, mirad… Alfonso lleva medio cuerpo fuera de la ventanilla
-¿Para qué?
-Juegan a la diana, nos aclaró Chimo
-¿Cómo?
-Tus primos son unos bárbaros, Pancho.
-Ya me lo dijo mi madre…
-La niña me cae muy mal pero esa crueldad … dijo Paco.
-Ya se vengará – intervino Pancho.
-Pues vaya pito más raro que lleva colgando
-¿De quién hablan?–pregunté mientras intentaba encontrar al árbitro
-Del Obispo.Contestó Chimo
-¿Y por qué lleva un silbato el Obispo?
-Es la cruz pectoral,Jacobo
-Para cruz la nuestra, dije
-Amén. Contestaron todos
-¡Viven en pecadooooo! – jaleó Diana.
-Pero pecan poco. Son muy viejos – terció Blanca.
-¡Goooooooool!¡Gol de la Real Sociedaaaaaaad!
El pobre Magnus estaba lívido, Cuquita arrebolada, el Obispo epatado y doña Rafaelita, feliz, repartía caramelos a los niños
Aplausos en la sala.
La tormenta se declaró de inmediato. Ante el señor Obispo, que departía con tía Adelita, esos monstruos cantaron la letra que transcribo con pudor infinito:
San José era carpintero
Y vendía las virutas
El dinero que ganaba
Era pa’gastarlo en p...