-Señorita, señorita. Dice tita Carmen haciendo aspavientos.
-Joven. Insiste mi madre.
La chica se vuelve. Sonríe.
-Venga, venga.
-Disculpen, señoras. Pero es que yo es que no trabajo.
-Eso no es ningún problema, querida. Nosotras tampoco. Le dice mi madre.
-Es que venimos a comprar un pupitre para nuestro Juanito.
-Hija -dice tita Carmen- ¿vas a dejar a dos pobres ancianas abandonadas entre este maremágnum de cajas?
-Carmencita, que bien te ha quedado lo de maremágnum
-¿Has visto? Lo oí el otro día en la radio.
-Señoras… yo me tengo que ir.
-A ver, un momento. La chica se rinde.
Se va muy decidida y vuelve al minuto con un empleado de la tienda.
-Mujer, haber dicho que eras la jefa de todo esto.
-Señora, yo no he dicho nada de eso.
-Pues muchas gracias, querida. Se despide mi madre mientras coge del brazo al empleado que va a atenderlas.
- ¿Qué desean, señoras?
-Pues verá.Hemos visto un pupitre para un niño.
-Pues no sé, señoras. No sabría decirles.
-Verá usted, dice mi madre. Son una mesa y una silla que cuando el niño es mayor se convierte en -Y en una cama incluso. Una cama grandísima según la foto, dice tita Carmen.
-Ya me acuerdo, joven. Es de Playboy, de Playboy -grita tita Carmen.
-Señora, si existiera algo así y de Playboy tendría una cola de adolescentes para comprarlo.
Ellas son así.