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Si hay un lugar del mundo donde se entrecruzan de una forma absolutamente descarnada todas las miserias del imperialismo capitalista mundial, pasado y presente, ese es sin duda África.
Puede ser interesante, como deber internacionalista para con el proletariado de África, comentar algunas cosas al respecto, centrándonos sobre todo en el problema de la debilidad de los Estados africanos y en el candente problema nacional que sacude a muchos de ellos.
Antes de nada, ya que de Camerún apenas hablan las referencias que usaré para el hilo (indicadas al final), refloto este otro que examina, desde una visión marxista, internacionalista (o al menos eso intenta), el problema de Ambazonia, en Camerún ().
También puede ser útil el que se centra brevemente en Somalia (), ya que también va a ser un país apenas tocado en las fuentes que emplearé.
Aclaro que la idea de reflexiones como esta, aparte de ayudarme (y quizá ayudar a otros) al conocimiento científico del mundo desde una cosmovisión revolucionaria, es cultivar el necesario espíritu internacionalista que debe alentar a todo comunista que luche por la revolución.
Tarea imposible para cualquier comunista, que hoy debería estar interesado en volver a hacer del comunismo un referente de vanguardia, si no estudia la realidad de todas y cada una de las partículas nacionales o estatales que constituyen el todo del sistema mundial capitalista.
Una precisión: al hablar de África excluiré el Magreb, que seguramente requiera un análisis específico (un aporte: ) y porque, aunque presenta particularidades y problemas nacionales irresueltos, su desarrollo histórico es muy diferente en muchos aspectos.
Problema amazig en Argelia y Marruecos, fundamentalmente, o la cuestión del Sáhara, en la que el Estado español tiene una responsabilidad indiscutible. Dicho eso, hay muchos académicos burgueses que han estudiado las causas de las crisis recurrentes de los Estados africanos.
Uno de ellos, Kabunda, atribuye dichas causas al carácter "arbitrario y superficial" de las fronteras impuestas, a los conflictos interétnicos avivados por las fracciones burguesas en el poder, y a lo que llama “etnonacionalismo” y “etnofascismo” de las élites políticas.
El tema de las etnias y los conflictos interétnicos en África es enormemente complejo. Gente como Benavides de la Vega ha analizado el tema a fondo. Gran homogeneidad étnica no significa necesariamente ausencia de conflictos que embotan a los explotados (véase el caso zambiano).
Tampoco una gran disparidad de etnias implica forzosamente que la debilidad del Estado se deba más a dicha disparidad que a otros factores (ahí están Senegal y Tanzania). Tienen que darse muchos factores para que la heterogeneidad étnica envenene y enfrente a explotados entre sí.
Es complejo el tratamiento que recibieron, por parte de las potencias coloniales, instituciones precoloniales africanas como los distintos sistemas de explotación de la tierra en régimen de aparcería (caso de los kgotlas, de Botsuana, o similares en Costa de Marfil y Somalia).
Tal y como sucede en otros Estados burgueses altamente dependientes de los centros imperialistas, el marco estatal de muchos países africanos empuja a la monopolización del poder político por una sola fracción burguesa.
Traducción a un lenguaje de clase de lo que Benavides de la Vega denomina “que los grupos de fuera del poder central son excluidos del sistema político y económico”. Por tanto, no hay, en general, cogestión del poder político por diversos sectores de las clases dominantes.
Al menos no al modo en que se produce en las democracias imperialistas más desarrolladas (aquí también está en crisis tal "modelo", por cierto). En la imagen resumo e interpreto los rasgos básicos de los regímenes políticos burgueses africanos según el análisis de Gazibo:
El mapa geopolítico del complejísimo continente africano, desde el punto de vista de la estabilidad del Estado capitalista y de su capacidad para afrontar las crisis políticas, internas, puede organizarse en cuatro grandes grupos de “protoestados”*:
(*El modelo es de Fossaert y tiene ya sus años [es de 1996], pero creo que puede estar vigente si no en todos, al menos en casi todos los Estados africanos, en esas “monarquías de nuevo cuño”, como las caracteriza Beng.)
Los dos primeros grupos, caracterizados sobre todo por el peso específico del aparato militar y sus camarillas, así como por la altísima dependencia respecto a poderes imperialistas:
Y los dos últimos grupos de Estados africanos, virtualmente fallidos o en riesgo permanente de implosión.
Como decía, el modelo puede estar algo desfasado (Etiopía o Yibuti, por ejemplo, han cambiado considerablemente a lo largo de las últimas dos décadas), pero a grandes rasgos me parece correcto y plenamente vigente.
A nadie se le puede escapar que los cuatro siglos de esclavitud y el siglo y medio de sojuzgamiento colonial dejaron y siguen dejando una marca casi imborrable en el desarrollo de África, en especial en lo que afecta al problema de la conciencia nacional (burguesa).
El periodo de esclavitud, la división de África a escuadra y cartabón por parte de los imperialistas (recordemos la Conferencia de Berlín de 1885) y el infradesarrollo capitalista fueron las causas principales de la fallida construcción nacional en muchos países africanos.
Si el tardío y débil desarrollo del capitalismo en ciertos lugares de Europa o de Asia provocó una nacionalización malograda o incompleta, ¡imaginemos en un continente convertido en botín de guerra y coto de caza por los explotadores y sus aliados de los países imperialistas!
Kabunda, Barreau o Bigot apuntan a la paradoja de un modelo de Estado centralizado (burocrático, no democrático), pero con una estructura federalista impuesta por la coalición del capital imperialista y de la burguesía autóctona (en términos de Mao, “burocrático-compradora”).
Cada potencia imperialista imprimió su sello particular de dominación: Francia apoyó a las clases dominantes locales sin atender tanto a la diversidad de etnias, cosa que sí hizo el imperialismo británico, el cual apoyó en Uganda al reino de Baganda en detrimento de los Bunyoro.
Bélgica favoreció también a determinados grupos étnicos, mientras que los imperialistas portugueses incentivaron más el enfrentamiento entre unas etnias y otras. El resultado de tal legado se tradujo en Estados, en general, altamente dependientes de las antiguas metrópolis.
Y, en relación con la construcción nacional, en un aparato estatal que, con una pátina de “modernización”, usaría las lenguas de las antiguas potencias coloniales y elevaría a determinados grupos étnicos y nacionales, excluyendo del poder al resto de nacionalidades y etnias.
La colaboración de la Unión Africana (UA) ha sido fundamental en todo este proceso. Tenemos, así, Estados burgueses infradesarrollados en lo nacional y cuyas rivalidades interétnicas, alimentadas y potenciadas por el imperialismo, han sido y son una bomba de relojería.
Se podría hablar de la “Françafrique”, de las redes Foccart, de los intereses del imperialismo norteamericano (USAFRICOM) o, más recientemente, de la creciente presencia del socialimperialismo chino en territorio africano ().
A la débil nacionalización se agrega la política imperialista de lo que Meillassoux llama “desconexión de las nacionalidades”. De ahí que, salvo en los países africanos más consolidados, el Estado sufra en general un descrédito absoluto entre buena parte de las masas africanas.
De hecho, las tasas de abstención electoral son extremadamente altas en numerosos Estados africanos. Un hecho significativo es que todavía hay una gran cantidad de población africana no censada, sin documentación oficial.
O con porcentajes de analfabetismo elevadísimos, como en Malí, Burkina Faso, Níger o Chad, a lo que hay que sumar que no pocos Estados africanos no pueden garantizar elecciones en condiciones de relativa normalidad. Terreno muy fértil... ¡de haber sujeto revolucionario!
¡Cómo no recordar aquí lo que decía Marx sobre lo poco expandidos que estaban los tentáculos del Estado entre las masas de la España decimonónica! La pradera africana está sequísima, pero, como en todo el mundo, no hay ningún pirómano que la prenda consciente y planificadamente.
El panorama africano también se podría comparar, en este sentido, con la región afgano-pakistaní y la construcción nacional en esa región (). Observo muchísimas diferencias, pero también algunas similitudes importantes.
El problema es que, en ausencia de referente revolucionario en África, lo que Nnoli llama “la descomposición político-económica del Estado africano” potencia las rivalidades existentes entre proletarios y explotados por razones de etnia, nacionalidad y religión.
Nnoli habla de un Estado africano fracasado como consecuencia de “la quiebra del nacionalismo estatal de las élites”. Este proceso no es exclusivo de los Estados africanos (incluso el español sabe de eso: ), pero sí está muchísimo más acentuado en África.
Como es lógico, las “soluciones” que propugnan los “africanólogos” y reformadores varios no trascienden los estrechos límites del horizonte burgués. Así, por ejemplo, Kabunda defiende la construcción de un “Estado sólido”, como el existente en los países occidentales.
No obstante, respecto a la cuestión nacional sí hay diagnósticos y ciertas terapias, en clave democrática (burguesa), al menos dignos de conocer.
Por ejemplo, se habla de combinar una política “endofederativa” (reconocimiento de las “naciones coloniales sin Estado”) con otra “exofederativa” (es decir, encaje de “los Estados poscoloniales sin nación”).
O, por decirlo mejor, de Estados poscoloniales plurinacionales, plurilingüísticos y pluriétnicos. Serían políticas contrarias a lo que Kabunda llama “etnonacionalismo agresivo”.
Otros, como Clapham, defienden que la inexistencia de un sentimiento nacional homogéneo en muchos Estados de África no puede justificar la negativa antidemocrática a reconocer el derecho de autodeterminación.
Aquí se podría "balancear" la praxis legada por la República soviética no solamente respecto a las distintas naciones que conformaron la URSS, sino también en relación con nacionalidades más o menos formadas e incluso grupos étnico-lingüísticos con características particulares.
Rasgos que, si no les hacían constituir como tales naciones en lugares donde ni siquiera existía un sustrato económico, territorial, lingüístico, histórico y psicológico-cultural para ello, sí los convertían en entidades colectivas reconocidas por el poder soviético.
Nadie, más que los proletarios conscientes de los distintos países africanos (pertenezcan a la nación o etnia a la que pertenezcan), puede propugnar una solución única y “práctica” para todos los conflictos nacionales que envenenan a los desposeídos de muchos países de África.
Solución proletaria e internacionalista que, independientemente de las adaptaciones a cada caso particular (véase el problema federal, que ahora tocaré), es universal y, como algunos no nos cansaremos de repetir, sigue en vigor un siglo después de haber sido formulada.
Ya se sabe que el marxismo revolucionario contrapone el internacionalismo (fusión internacional del proletariado, igual de derechos entre naciones y derecho de autodeterminación nacional) al nacionalismo, al federalismo y al "derecho a la federación".
Pero eso no significa para nada que el comunismo no contemple, si la situación así lo exige, fórmulas temporales federales o confederales (véase la propuesta de Marx para Irlanda y Gran Bretaña, o la propia URSS). Sospecho que algunos países africanos podrán ser otra "excepción".
En todo caso, el federalismo quizá más representativo de África, el nigeriano, no parece ser una fórmula muy... internacionalista. Por no hablar de que genera más problemas entre nacionalidades o etnias de los que solventa.
El gigante africano, que cuenta con unos 250 grupos étnicos y 500 lenguas habladas (a nuestros chovinistas, que se agobian por que se hablan unas cuantas lengüitas, les daría un chungo), está constituido como Estado federal, subdividido en 36 estados hasta la fecha.
"Federalismo multiplicador", lo llaman algunos. Nigeria es un Estado capitalista acostumbrado a utilizar la represión más brutal contra las masas (), y su modelo federal responde a la estrategia de la fracción hegemónica, la hausa-fulani, norteña.
En detrimento de los grupos desplazados, fundamentalmente igbos y yorubas. Fracción hausa-fulani encarnada por la camarilla militar y burocrática que tiene como principal baza de poder económico la rentista industria petrolera nigeriana y el clientelismo político asociado a esta.
Como dato relevante sobre Nigeria, la lengua oficial del país es el inglés, pero el hausa, el igbo y el yoruba son idiomas reconocidos también a nivel regional. Desde luego, la "solución" federal nigeriana no entraría en ningún caso dentro de una posible "excepción" africana.
A los conflictos nacionales hay que sumar la dominación imperialista foránea, que forma un todo, a través de los históricos mecanismos de dominación, con los intereses de las burguesías dependientes africanas.
Mecanismos como los famosos programas de ajuste estructural del FMI y del BM, las distintas formas de sobrexplotación del proletariado y las masas semiproletarias de África, la entrada de nuevos competidores imperialistas, como China, etc., etc.
Los planes implementados por el FMI y el BM en África han alimentado las rivalidades etnicistas y chovinistas entre las masas africanas, puesto que han sido vehículos para una mayor "desconexión de las nacionalidades" de la que hablaba Meillassoux.
Aunque hay economías africanas que descuellan cada vez más (Ghana, Namibia o Gabón), en África siguen dándose explosivas y recurrentes crisis monetarias y financieras, deuda externa disparada, niveles muy altos de economía informal, infraempleos, miseria relativa y absoluta, etc.
Ojo, de todas formas, con la “brocha gorda” aquí, porque, si bien las disparidades entre clases continúan siendo brutales en casi todo el continente, la imagen del África prácticamente en estado de "estancamiento perpetuo" no se corresponde con la realidad.
Repito el caso de Ghana, auténtica potencia regional, o incluso de Kenia, Botsuana, Lesoto, Gabón o Namibia. Cuidado, entonces, con equiparar a países muy distintos que solo desde un conocimiento insultantemente superficial se pueden ver como idénticos o casi iguales.
Y qué decir de Sudáfrica, una potencia africana de primer nivel, uno de los BRICS. Aun así, pese a que su renta media supera a la de muchos países africanos, concentra gigantescas bolsas de miseria en Ciudad del Cabo o Johannesburgo (también entre población blanca, afrikáner).
La división internacional del trabajo ha desembocado en África en economías rentistas, de monocultivo, basadas en la exportación de productos primarios, lo que se ha potenciado tradicionalmente con la acción de los organismos económicos del imperialismo occidental.
Todo ello con la complicidad directa de las burguesías africanas instaladas en el poder, en la mayor parte de los casos con niveles de deuda altísimos y más deslegitimadas aún ante las grandes masas proletarias, campesinas y semiproletarias.
Las clases dominantes de Nigeria, Sudán, Etiopía, Mozambique, Ghana, Tanzania, Uganda o Angola se han beneficiado considerablemente del periodo largo de revalorización de materias primas e, indirectamente, de la explotación capitalista de las tierras africanas.
Es la clásica relación, sin obviar los cambios históricos producidos, entre burguesía imperialista y burguesía burocrático-compradora. Salih y Nordlund comentan que los partidos burgueses africanos supeditan sus programas políticos a los intereses de las grandes potencias.
Realidad que tiene su traslación en el problema nacional, pues fragmenta las identidades nacionales, dando lugar a lo que Robertson llama “glocalización” (relación entre lo local y lo internacional con muy poco peso, en África, de estructuras nacionales débiles y frustradas).
Y, con ello, potencia las pulsiones centrífugas localistas, etnicistas, nacionalistas y chovinistas, que desdibujan y ensucian el terreno para el enfrentamiento entre clases.
En todo este mapa geopolítico y socioeconómico tan complejo (con conflictos nacionales candentes inclusive), de más está decir que el gran drama del proletariado africano es el de todo el proletariado mundial: la ausencia de un sujeto revolucionario, de Partido Comunista Mundial.
Está ausente la forma superior de organización del proletariado consciente, para lo cual es imprescindible que se levante un sector de avanzada del proletariado africano que cumpla en sus respectivos marcos de actuación con las tareas que hoy nos exige esta época de interregno.
De no ser así, la pradera africana se seguirá secando, pero no arderá, y si lo hace, como en Sudáfrica, Níger, Burkina Faso o Togo, no será para derrocar a las burguesías africanas e internacionales que someten a las masas a las peores formas de explotación y dominación.
Algunas de las fuentes utilizadas:
Y algunas otras más:
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