-A ver, queridas, ¿qué ocurre?
-Pues que Victorita quiere hacer algo peligrosísimo, dice doña Cristina
-Y además, es inmoral y pecaminoso- tercia doña Carmencita
-Oiga, señora, que mi hijo lo hace cada dos por tres, dice Anita, su doncella,a lo lejos
-Trapichear, me dice doña Victorita.
-¿Trapichear? Pregunto.
-Si, como el hijo de Anita. Contesta convencida.
Verán, el hijo de Anita tiene pinta como de dedicarse al comercio sin disponer de las oportunas licencias administrativas. No sé si me explico.
-Si, ¿qué pasa? ¿por qué no puedo? Contesta desafiante
-Si es que lo ve en la tele, Jacobo, me dice doña Carmencita.
Me extraño porque, que yo sepa, ellas están todo el día viendo la programación religiosa y no me imagino que en esos programas inciten al trapicheo, sinceramente.
-Lo he visto en los telediarios y se lo voy a hacer al Notario.
-¿Por qué al Notario?
-Por lo de los maceteros del zaguán, Jacobo. Me dice doña Carmencita.
-Es por eso, querido. Corean las hermanas.
-¿Qué maceteros?
-¿Se los va a vender usted?
-¿De dónde saco yo los maceteros? Que los compre en la tienda.
-La Comunidad tiene dinero pero el muy tacaño no quiere.
-Toda, toda y toda. Él es el presidente de la Comunidad, de acuerdo, pero actúa como un dictador. ¿Quién se ha creído que es, Franco?, remata la protagonista.
-Bajito es, dice doña Cristina. Y se ríen las tres a carcajadas
-Poniéndome en la puerta de su casa con un cazo y una cacerola.
-No, no, no, -es doña Carmencita- con las cacerolas, no. Esa batería de cocina la compró mamá y es de FAGOR, nada menos.
-Y que aún nos tienen que durar muchos años, remata doña Carmencita.
-Pues hago el trapiche con otra cosa. Se trata de hacer ruido. Mucho ruido.
Ahí he respirado. Lo comprenden, ¿verdad?
-Usted lo que quiere es hacerle un escrache, querida.
-Nos tiene en un sinvivir, Jacobo.
-Pero eso es un escrache, queridas, no un trapicheo.
-¿Y qué?
-Pues que si es con el Notario lo pueden hacer sin problema. Yo les presto las cacerolas y los cazos. No se preocupen.
-Pero esto es la revolución, hijo, dice doña Carmencita.
-Pero sólo afecta a la Comunidad, querida. Sin locuras incómodas e inapropiadas.
-Y yo soy, joven, Carmencita. Y la juventud es revolucionaria.