Hay edificios que son espacio y tiempo, otros son fachada y memoria. Otros son caminos.
Hay uno en un campo de estrellas que es un camino al final del camino más famoso del mundo: el camino de Santiago.
En #LaBrasaTorrijos de hoy, el Centro Galego de Arte Contemporánea
HILO 👇
Hay uno en un campo de estrellas que es un camino al final del camino más famoso del mundo: el camino de Santiago.
En #LaBrasaTorrijos de hoy, el Centro Galego de Arte Contemporánea
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Abrir caminos es una de las actividades más definitorias de la condición humana. Cada vez que alguien se atreve a poner un pie detrás de otro por un terreno inexplorado, convierte lo extraño en civilización.
Por el norte de la Península Ibérica corre un camino. Es un camino antiguo, muy antiguo, que desemboca en muchas partes. Algunos dicen que acaba en la tumba milenaria de un apóstol. Otros afirman que no termina hasta el océano, hasta Fisterra, hasta el fin de la tierra.
En realidad, el Camino nace y muere en la sección transversal de nuestra galaxia. Una espiral de más de trescientos mil millones de soles que arrojan sus rayos transparentes sobre esa porción de tierra que los romanos llamaron campus stellae. El campo de estrellas.
Compostela.
Compostela.
Los que vienen desde Francia sostienen que el Camino confluye en una colina al noreste de Santiago de Compostela, en el límite de la ciudad nueva. Desde allí se ve, al fin, la Catedral y el casco histórico. Solo queda bajar por un parque. El Parque de Bonaval.
Al caminar por sus laderas envueltas en césped fresco y verdescente, vamos acercándonos hacia el convento dominico de San Domingos de Bonaval, que le da nombre.
Atravesamos terrazas como las de los antiguos huertos gallegos mientras la ciudad se va colocando a cada metro que descendemos. Pasamos junto al viejo cementerio que ahora es nuevo y, a veces, multicolor. Pisamos hierba y tierra y piedra antigua y piedra contemporánea.
Y también pisamos chapa metálica.
Casi al final del parque, cuando ya solo queda un árbol y un fragmento de baldosas, hay una placa escrita con una fecha y dos nombres. 1994. Isabel Aguirre y Álvaro Siza.
Casi al final del parque, cuando ya solo queda un árbol y un fragmento de baldosas, hay una placa escrita con una fecha y dos nombres. 1994. Isabel Aguirre y Álvaro Siza.
La paisajista coruñesa y el arquitecto portuense no quisieron que su nombre se impusiera al terreno ni al parque ni mucho menos al convento de San Domingos de Bonaval. Por eso apenas figuran en una chapa prácticamente oculta.
Al otro lado, la callejuela entre el convento y el Centro Galego de Arte Contemporánea funciona como una grieta junto al nuevo museo y el edificio Barroco con su formidable escalera triple helicoidal.
Allí comienza el camino al final del Camino.
Allí comienza el camino al final del Camino.
Si Bruno Zevi decía que la arquitectura es el espacio recorrido en el tiempo, entonces, el Centro Galego de Arte Contemporánea son cien arquitecturas, porque son cien recorridos que en realidad son uno solo. Un camino al final del camino.
Cuando a Álvaro Siza le encargaron la construcción de un nuevo museo en la capital de Galicia, se enfrentó al reto de enfrentar la arquitectura contemporánea con una ciudad como Santiago.
Literalmente, al borde del casco histórico.
Literalmente, al borde del casco histórico.
¿Cómo resolvió este enfrentamiento? Precisamente sin enfrentarse. No enfrentó su arquitectura a Santiago. El CGAC es una pieza de dos alturas, a veces tan alta como tres, que no se agacha ante la historia pero tampoco la mira por encima del hombro.
Dialoga con el Casco y con el convento de San Domingos en un idioma conocido por todos, el del granito; pero vocalizado con palabras nuevas. No hay ventanas sino paños ciegos y volúmenes quebrados, huecos que sobresalen.
Y hay una pared, una pared MARAVILLOSA, que desciende por el acceso pero no toca el suelo. Cae sobre una viga de acero a un metro de la escalera.
Es una joya y una demostración de maestría.
Fijaos a la derecha: es una tapia que flota.
Es una joya y una demostración de maestría.
Fijaos a la derecha: es una tapia que flota.
Pero el edificio del CGAC no es solo una conversación entre lo antiguo y lo nuevo. No hay en el museo ningún alarde estructural, ningún desafío constructivo y ningún artificio imposible. Todo se organiza con la sencillez de un juego.
El espacio es una sucesión de maclas de aire y volúmenes ensamblados como lo harían los engranajes de un reloj en un mecanismo tan intrincado como preciso.
Fijaos en el ALUCINANTE hall de acceso.
Fijaos en el ALUCINANTE hall de acceso.
Desde el vestíbulo se abre bajo la escalera que se descuelga en un hueco que diluye paredes y barandillas. Hasta la pasarela inaccesible de la última sala de la última planta que desemboca en otro prisma truncado que es cubierta y es azotea y es sala de exposiciones.
Esta es la pasarela inaccesible.
Hasta los anti-lucernarios, que son mesas colgadas, invertidas, ingeniosos artefactos difusores de la luz natural y, por tanto, protectores de la pieza artística.
Y FIJAOS EN LOS RODAPIÉS: son piezas de chapa embebidas bajo cada tabique, remetidas un centímetro de la pared. Solo un centímetro. Lo suficiente como para diluir el encuentro entre el plano vertical y el horizontal. Entre la tapia y el suelo.
Otra vez la tapia que flota.
Otra vez la tapia que flota.
Siza no necesitó palabras grandilocuentes ni exposiciones poéticas para condensar el edificio en una frase: -(...)la entrada está en zigzag, va subiendo y termina en la azotea-. Exacto: el indefinible CGAC es un lugar que solo se comprende cuando se recorre.
El CGAC es un paseo fragmentado y quebrado a través de la piedra, el espacio y los objetos de arte. Es tiempo en trayecto.
Es un camino.
Es un camino.
Un camino que se cruza en itinerarios múltiples, sólidos y también invisibles. Desde la colina noreste por donde llegaba la ruta francesa del Camino de Santiago y bajando en terrazas, líneas de pavimento y mantas de hierba fresca.
Un camino que atraviesa puertas antiguas y cementerios multicolores, en el intersticio entre la ciudad vieja y la nueva. A la sombra de una tapia de piedra.
Al final de un árbol y junto a una escalera de triple helicoide.
Al final de un árbol y junto a una escalera de triple helicoide.
Un camino al otro lado de una pared que flota bajo el campo de estrellas
Y con estas cuatro imágenes que resumen nuestro paseo por ese camino tan especial que creó Siza en Santiago, nos vamos a despedir del CGAC y del episodio de #LaBrasaTorrijos de hoy.
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Por eso, he abierto un patreon muy chulo donde, si queréis, podéis ayudarme de verdad.
patreon.com/pedrotorrijos
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Habrá contenido exclusivo, capítulos de #LaBrasaLITE especiales, fancines digitales y en papel y hasta copias dedicadas de mi primer libro.
Si os gusta, yo os pido que me echéis una mano a seguir haciendo todo esto: patreon.com/pedrotorrijos
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Nos vemos en un nuevo capítulo el próximo jueves a la misma hora.
Si queréis conocer más territorios improbables, recordad que todos los episodios de #LaBrasaTorrijos están archivados en mi tuit fijado, que es este:
Si queréis conocer más territorios improbables, recordad que todos los episodios de #LaBrasaTorrijos están archivados en mi tuit fijado, que es este:
Ah, y recordad que el domingo tenemos el décimo (y quizá último) capítulo de #LaBrasaLITE a las 18:00h.
Las fotos del episodio de hoy son de:
Anxo10, Manuel G. Vicente, Antony Gormley, NASA, Richard Parrish, Antía Dobaño, y cuatro que no he sido capaz de encontrar su autor o autora.
Fin del HILO (🛣️ 🏛️)
Anxo10, Manuel G. Vicente, Antony Gormley, NASA, Richard Parrish, Antía Dobaño, y cuatro que no he sido capaz de encontrar su autor o autora.
Fin del HILO (🛣️ 🏛️)
(Y en el próximo capítulo vamos a visitar la ciudad de los rascacielos hechos de adobe y que tienen 500 años de antigüedad)
