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Pues se ha quedado un buen día para someter a crítica este documentadísimo trabajo del historiador hispanista francés Guereña sobre Estado y nación en la España decimonónica.

books.openedition.org/pulm/765?lang=…
Guereña se interroga acerca de cuáles son las bases histórico-materiales que explican el desarrollo del moderno Estado burgués español y su incompleto proceso de nacionalización, directamente relacionado con la forma en que se despliega el modo capitalista de producción.
"¿Cuáles son entonces los modelos de Estado de los que se dota España en la época contemporánea (...)? ¿Por qué el Estado español resulta de hecho incapaz de "nacionalizar" y suscita tales cuestionamientos?", se pregunta Guereña.
En la misma línea, Fusi y Palafox constatan que el nacionalismo español, a fines del XIX, es "políticamente débil como instrumento de cohesión social y de vertebración nacional", y Linz habla de estatalización de la nación española sin nacionalización del Estado español.
¿Cómo es posible que, de entre dos Estados tan próximos (como el español y el francés), dos viejas monarquías europeas, uno, el francés, se haya convertido en el paradigma por antonomasia de moderno Estado-nación burgués, y el español no?
Para el marxismo revolucionario (y para cualquier científico serio y no sometido a prejuicios de ningún tipo), es evidente que tal especificidad española hunde sus raíces en el proceso de penetración y desarrollo, especialmente desigual, lento y a trompicones, del capitalismo.
Algo magníficamente estudiado por Jordi Nadal o Josep Fontana (entre otros muchos), fuentes ineludibles en esta cuestión. Pues bien, la débil nacionalización omniestatal española explica en última instancia por qué los símbolos patrios españoles no operan como en Francia.
Guereña, citando a Vilar, muestra cómo el irresuelto problema nacional en España tiene como base el desigual desarrollo de la formación socioeconómica burguesa, el cual —en Cataluña es palmario— no permite ensamblar social y políticamente las zonas más desarrolladas con el resto.
"Le développement inégal de l'Espagne est bien connu". ¡Vaya, quién le iba a decir a un comunista que la fallida (uni)nacionalización española se relaciona directamente con el desarrollo particular del capitalismo español! Qué misterio insondable para el materialismo histórico...
Brevísimo matiz sobre el "Mezzogiorno" español: realmente, el sur, con Málaga y Sevilla a la cabeza, sí tuvo un potente y pionero despegue industrial durante la primera mitad del s. XIX, pero, por motivos complejos que han abordado científicos como Nadal, el proceso fue fallido.
Como, más tarde, Asturias o núcleos aislados como Valladolid. En todo caso, eso no altera el cuadro general de descompensación entre dos grandes centros capitalistas, el catalán y el vasco, y una estructura socioeconómica (relativamente) muy atrasada en el resto del Estado.
Esa disimetría interna está bien condensada por Vilar, cuando en su "Historia de España", en relación con el problema catalán, demuestra la falta de encaje entre un centro con más poder político que económico y una periferia con más poder económico que político.
Se trata de un problema cuyo origen, como corrobora Guereña, se remonta más atrás aún, y tiene que ver con las particularidades de la conformación del Estado, ya en la Monarquía Hispánica, y su incapacidad para centralizar con solidez, asunto bien investigado por J. H. Elliott.
Y es que la Monarquía Hispánica, cuyo mérito indiscutible es haber servido de gran cabeza de puente para un desarrollo formidable del mercado mundial, articula su unión entre coronas de tal modo que los conflictos en su seno serán casi permanentes.
A diferencia del "pattern" de Estado francés, el español se muestra incapaz, cosa que supo ver bien el propio Marx, de desarrollar *realmente*, y no mediante fórmulas político-burocráticas sin correspondencia social y económica, el poder centralizador estatal.
Hay una conferencia de Fontana (¡mucho vídeo!), que espero poder comentar pronto, donde este proceso se desgrana muy bien. Bien, semejante debilidad nacionalizadora es percibida por las mentes más lúcidas de las clases dominantes españolas del XIX, como Muñoz Torrero:
Si el impulso nacionalizador francés del centro político coincide con el centro económico de desarrollo burgués, en la España decimonónica ambas fuerzas van en direcciones opuestas: ¡de nuevo, poder político sin poder económico (capitalista), poder económico sin poder político!
Ahí reside el sustrato económico-histórico, junto con lo lingüístico, lo territorial y la conciencia nacional, que fundamenta el carácter plurinacional del Estado español. Al fallar tal base, los conatos por "españolizar" el Estado chocan contra sus limitaciones de partida.
Barrera que no podrán superar los persistentes y abortados intentos de fines del XIX por declarar formalmente, una y mil veces, que no hay más nación que la española. Se busca nacionalizar por vía "superestructural" lo que no se ha logrado mediante las fuerzas económico-sociales.
Una debilidad de fuerzas económico-sociales que se traduce igualmente en la falta de capacidad del Estado español —de nuevo, en contraste con el francés— por crear y alimentar escolar y culturalmente una única comunidad nacional en todo el territorio español.
Ídem respecto al factor de las fuerzas armadas y el servicio militar, el cual, en contraste con el caso español, sí cumple en Francia "su papel de integración y de cohesión nacionales".
Y, en efecto, que prácticamente el único "servicio público" que funcione con gran eficacia, para "el mantenimiento del orden", sea la Guardia Civil dice mucho a propósito de la cuestión...
Ni los intentos de modernizar la administración del Estado desde el punto de vista local ni el proyecto federalista del 73 lograrán resolver el problema, pues el desequilibrio de base, en última instancia económico, no hará sino acentuarse en el último tercio del siglo XIX.
Sobre todo tras el Desastre del 98. Mercado como primera escuela donde la burguesía aprende el nacionalismo, que diría Stalin. Antes, en el 83 y en el 92, ya han tenido lugar dos hitos fundamentales en el problema catalán: el Segundo Congreso Catalanista y las Bases de Manresa.
Se plantea así "la existencia política de Cataluña". Dos décadas después, con la Mancomunidad, se abre la vía para "un primer reconocimiento por el Estado de la pluralidad nacional". Nada más, y nada menos.

Complementaré en otro momento este análisis con los de Fontana y Nadal.
Y animo a leer con calma "El ciclo político de la revolución burguesa española (1808-1874)", del Comité por la Reconstitución, con mayor variedad de fuentes y, sobre todo, con mayor perspectiva y profundidad que la lograble por un individuo en particular.
reconstitucion.net/Documentos/LP_…
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