Tras la desigualada batalla naval en las islas Azores, el navío español El Glorioso continúa su travesía hacia España, dejando atrás a una humillada escuadra británica. Sin embargo, la caza no ha hecho más que empezar, la Royal Navy se juega su orgullo contra un español. Hilo. 
Después del primer combate, el Glorioso continuó navegando; ya en las proximidades del cabo de Finisterre, los vigías divisaron en el horizonte tres velas inglesas. Se trataba del navío de línea Oxford, de 50 cañones; la fragata Shoreham, de 24 y la balandra Falcon, de 14.
Esa tarde, los tres buques sobrepasaron al Glorioso por ambas bandas a distancia prudencial sin hacer fuego. El Oxford por sotavento y los dos pequeños por barlovento. Pedro Messía, al comprobar que el navío más grande mareaba su trinquete para venir sobre él, tomó la iniciativa.
El comandante español ordenó virar en redondo y se dirigió decidido hacia el buque inglés, ganándole el barlovento. Al ponerse a la par, ordenó que ambas bandas dispararan. La fragata y la balandra, situadas a barlovento del Glorioso, también dispararon sus baterías.
Con la mar picada, Messía observó que le había entrado mucha agua por las portas de su primera batería, así que volvió a virar en redondo y se colocó a sotavento del Oxford, sorprendiéndolo. Con la maniobra había conseguido dejar a los tres barcos enemigos a su costado de babor.
Con esta hábil maniobra evitó volver a combatir entre dos fuegos enemigos y ganarle la posición a la pequeña escuadra inglesa. Después de dos andanadas del Glorioso, el Oxford, tocado, salió del fuego aprovechando el viento, huyendo ignominiosamente del combate.
El duelo había durado casi tres horas, un enfrentamiento donde el sentido táctico y la audacia del capitán español don Pedro Messía de la Cerda había vencido a la superioridad numérica y le habían dado la victoria. Prueba de ellos fueron las escasas bajas: cinco heridos leves.
Al día siguiente, los tres bajeles británicos volvieron a pasar a unas 2 millas de la proa del Glorioso, esta vez sin hacer maniobra alguna por buscar el enfrentamiento. Dos días después, por la noche, el Glorioso consiguió arribar al puerto de Corcubión, provincia de La Coruña.
La mañana siguiente, la tripulación de El Glorioso desembarcó su rico cargamento de plata, oro, géneros medicinales, grana fina y silvestre, vainilla, azúcar, bálsamo, cacao, cueros y hasta un valioso regalo personal del virrey de Filipinas destinado al rey Fernando VI.
Tras descargar su preciado cargamento, y transportarlo hacia el interior de la ría del mismo nombre con la ayuda de la población civil de la zona, permaneció en Corcubión donde sería reparado. El Glorioso y su dotación cumplió con su deber y su misión “sin novedad”.
Don Pedro Messía, capitán de navío y comandante de El Glorioso, fue ascendido a jefe de escuadra por su meritoria acción naval. Los capitanes de los buques ingleses fueron sometidos a consejo de guerra por su ineptitud en el combate. Sin embargo, la caza no había terminado aún...
Hasta aquí la segunda batalla naval frente a las costas del cabo de Finisterre. Mañana la tercera en el cabo de San Vicente.
Deseo que les haya gustado.
Láminas de Ferrer-Dalmau, Parrilla y Vallespín.
Gracias por leer.
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