Parece más fácil derribar al gigante que subirse con esfuerzo sobre sus hombros. Colón, Churchill, Lincoln... hombres llenos de contradicciones que dejaron huella con sus elecciones.
Porque el ser humano está lleno de contradicciones. Herencia, formación, carácter, elecciones... vidas encarnadas, no etéreas. Vidas marcadas, sin victimismos. Vidas en construcción permanente, jamás satisfechas.
Pero no. Somos tan autoconscientes, tan puros, tan comprometidos. ¿Quién quiere componendas con el pasado? ¿Quién quiere componendas con la misma naturaleza humana? Ha llegado la nueva humanidad, que se erige autoindulgente para consigo misma e implacable para con el pasado.
Sus rodillas en el suelo y sus eslóganes no son un acto penitencial por el presente de sus vidas, son juicio y condena para las vidas pasadas. Están tan desconectados de su propia naturaleza que la usan de forma bastarda para castigar al hombre del pasado en su ser corporal.
Satisfechos con esta nueva forma de hacer justicia, ¿cómo conciliar esto siquiera con la posibilidad del equívoco en sus relaciones interpersonales o sus relaciones de buena vecindad? No hay proyecto que construir, es una humanidad dispuesta a ser vivida ya en las rentas.
Y ante este espectáculo una inmensa multitud duda de si la lucha convencional por las virtudes merece la pena. De si la naturaleza del hombre presente no merece una mirada más benévola a costa de traicionar la memoria de los gigantes del pasado.
Sin gigantes que se alzan hacia el cielo, aún tambaleantes en sus contradicciones, no hay tampoco sombras que se alargan escarbando las entrañas del averno. No se trata de ser dioses, dirán los que aún se reconocen cristianos. Solo basta ya ser el hombre completo, conseguido.
Y se olvidan de que la tentación primigenia se revistió hace tiempo de un nuevo humanismo, en donde ya no hace falta ser dios para ser el hombre superado.
Benditas contradicciones. Que se marquen a fuego, que me recuerden lo incompleto e incoherente que soy. Y escalaré gigantes.
Benditas contradicciones. Que se marquen a fuego, que me recuerden lo incompleto e incoherente que soy. Y escalaré gigantes.
