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El Deísmo es el caballo de Troya en el pueblo cristiano. Creo que me acabo de dar cuenta.
Es terrible. Es la protestantización oculta. Sin humanidad deificada, el mensaje cristiano se hace irrelevante.
El Deísmo es la domesticación del Dios cristiano. Es la espiritualización de la encarnación, es un proceso inverso.
Muchos cristianos somos deístas antes que cristianos. Es mucho más cómodo e implica mucho menos. Todo -casi todo- es justificable si eres deísta.
Cualquier cambio moral es justificable si eres deísta. Dios se adapta a tus elecciones, Cristo no. Cristo es tremendamente correoso, no es dúctil.
Hablar con Jesús es confrontarte en algún momento con su palabra, desde la revelación del abismo hasta el más alto consuelo. Hablar con Dios puede ser cualquier cosa, casi siempre un monólogo autojustificante. Es tremendo.
Puedes ser cristiano deísta, y dar por buena casi cualquier cosa en el orden social. Ser cristiano a secas es oír antes a Cristo, y caer en la cuenta que no hay negociación posible. Es terrible.
No puedes negociar, te sientes como Jeremías. Ser cristiano es tremendamente inoportuno. “¿Por qué precisamente ahora me hablas? ¿No ves que si te escucho he de bajarme del carro y ponerme en evidencia?” Y el hecho es que lo hace, es el Dios del hablar inoportuno. Qué humano.
Pero es más fácil ser deísta. Es más fácil hablar cuando quieres y oír la respuesta que esperabas. Echar una moneda en la máquina dialéctica y recibir tu palmadita programada en la espalda. ¿Cuantas veces he orado así? :(
El Dios del “no” resulta que, efectivamente, es el revelado por Jesucristo. Fuera de la aceptación del “no”, del imperativo existencial -moral encarnada- no hay salvación. O sí, si eres deísta. Qué fácil es serlo.
La encarnación es la gran obra de arte de la revelación de lo más salvaje e inasible de Dios. Lo llamamos compasión, muerte, misericordia, cruz... siempre queda un elemento de ignorancia que la encarnación hace precisamente patente. ¿Cómo atreverte a adelantar su respuesta?
Un Dios salvaje, inasible, no domesticable. Pero con un nombre -Jesús, el nombre sobre todo nombre- que, cuando es invocado, te pone en evidencia y te marca el curso. Eso sí, con una sonrisa que vela y revela lo oportuno de hacerle caso. Aunque llores.
Al carajo con el deísmo.
