-A ver, Dionisio, ¿qué ha pasado?
-Pues que estaba yo con mi cuñado Fernandito y mi hermana y más gente en el campo.
-He ido a buscar espárragos trigueros.
-Y ¿se ha caído? ¿un golpe?
-No señor, que de pronto me ha dado un dolor muy fuerte en el pingajo y se me ha contraído todo. Un dolor horroroso, como un latigazo
-Vaya… a ver, bájese los pantalones.
Dionisio lo hace obediente.
-No, me han puesto una inyección nada más llegar y mano de santo.
El doctor se acerca, observa, mira, ve que no se aprecian heridas, rojeces ni bultos más que los que la Madre Naturaleza entiende como necesarios y habituales en cualquier entrepierna masculina.
-¿Y tú qué hiciste? -le preguntó mi padre cuando se lo contó entonces.
-Pues mirar al techo y pensar en Paqui la carnicera con su mostacho de guardia civil y sus verrugas en el mentón a ver si aquello se contraía. Y cayó a plomo, oiga.
-A ver Dionisio, ¿a usted dónde le duele?, remarcando mucho ese «dónde»
-Aquí, doctor, aquí.
-¿Al coger los espárragos?
-Sí, señor,
El médico se volvió sonriendo y miró al bisoño doctor que había iniciado el entremés:
-Es que me dijo le dolía el pingajo
-Que me había dado un dolor muy fuerte en el pingajo y se me había contraído todo.
-¿El pingajo?
-El barranco del Pingajo. ¡Qué espárragos trigueros!
-¿Y entonces -es el médico bisoño- por qué ha dejado usted que todo el mundo le palpe y le mire ahí?
La concurrencia médica se disolvió y como contaba Dionisio a mi padre:
-Don Luis y yo contraído que me había quedado, pero de la espalda. Bueno y luego de lo otro que parecía un muelle con tanto meneo.
DEP, Dioniso el «Contraído» protagonista del Congreso Médico del Pingajo. (El barranco, claro).
Les deseo un feliz domingo, amigos.