Los caballeros también somos humanos. Aunque nuestra exquisita flema deba y parezca obviarlo. Por ello, en cuanto aprieta el calor, es natural sentirlo. Sin excesos. Por eso, cambiamos la lana por el hilo y el sombrero de fieltro por el panamá. Y sacamos los abanicos. Va hilo 👇
Un abanico se compone de cuatro elementos; las guardas, que son las piezas exteriores, más gruesas y con volumen; el varillaje, que lo constituye el conjunto de varillas finas y planas; el país que es la tela, papel, vitela, etc. plegado y el clavo, que une varillaje y guardas.
Una dama puede lucir cualquier abanico. Desde el de más pequeño, de bombonera, que se llevaba al teatro o a un concierto para no molestar con su uso, hasta el gran pericón de plumas de marabú que se lucía en las fiestas de traje largo, tocado, joyas y guantes hasta el codo.
Igualmente, el color, tanto del varillaje como del país y la decoración de este, admiten toda los motovos que la libertad artística permite. El país puede estar profusa o mínimamente adornado, llevar o no encaje, las varillas ser lisas o esculpidas y las guardas de todo material.
El abanico de caballero es diferente. Una dama se adorna con su abanico, un caballero se refresca. El de caballero ha de ser pequeño. Como de un palmo de largo. El varillaje del color natural de la madera, mejor clara, -olivo o cerezo- y el país, liso, sin adorno ni orla alguna.
Tradicionalmente, el país era blanco, amarfilado o negro. Aunque ya hace mucho tiempo que se admite y resulta muy elegante lucirlo en colores lisos, sin brillo y sólidos como azul, crema, verde, rojo apagado, teja, etc. para combinar con el pañuelo de bolsillo o la corbata.
El caballero lleva el abanico en el bolsillo interior de la chaqueta. Lo saca como si fuera la pitillera, sin ruido, ni alharaca alguna. Con absoluta discreción. Lo abre sin hacer ruido alguno. Un caballero no extiende el abanico con un golpe de muñeca, lo despliega con cuidado.
Cuando un caballero se abanica, debe seguir siéndolo y no recordar al gran Miguel de Molina -Dios lo tenga en su gloria- cantando «Ojos Verdes».
El abanico de mueve con suavidad y cadencia y muy cercquita de la cara, con la mano a la altura del hombro y jamás contra el pecho.
El abanico de mueve con suavidad y cadencia y muy cercquita de la cara, con la mano a la altura del hombro y jamás contra el pecho.
Al terminar de abanicarse, lo pliega y lo devuelve al bolsillo con la indiferencia y sprezzatura quien sabe que quien lo critica o es un zafio o un envidioso y un caballero, tiende a evitar a ambos.
Regálenlos a los suyos y disfrútenlos, mis queridos amigos. El verano lo requiere
Regálenlos a los suyos y disfrútenlos, mis queridos amigos. El verano lo requiere
Alguno camina hacia el siglo, mis queridos amigos. 
