A los tres les une un descubrimiento, un libro, el cine y una epidemia que probablemente ignoras.
Este #HiloYTal juega con los puntos y seguidos para hacer un poco de historia.
La epidemia.
Seguro que estáis pelín cansados de escuchar hablar de la gripe española.
Pues entre 1917 y 1928 surgió una enfermedad que no daba tos pero que derivó también en miles de muertos.
La encefalitis letárgica o epidémica.
Reconócelo.
De eso se derivaban muchos síntomas neurológicos, obviamente.
Se desconocía su causa.
Incluso hoy no se tiene claro qué provocó aquella epidemia invitada.
Se habla de más de medio millón de muertes.
Sí.
Medio millón de muertes.
Cuatro de cada diez fallecían.
Muy pocos quedaban sin secuelas. En otros se observaba temblores (parkinsonismo) y en un porcentaje esa letargia que ya dije.
Algunos apostaron por un efecto colateral o secundario de la gripe española.
Otros por una rara forma de una bacteria común de la garganta, el estreptococo.
No se sabe qué pudo ser el gatillo, pero sí se conoce bien la consecuencia.
Tras el fin de la epidemia en más de un hospital los afectados por la enfermedad debieron ser atendidos.
El tratamiento se basó en la rehabilitación neurológica y el uso de fármacos más o menos efectivos.
¿Cómo ayudarlos?
En aquel momento el ensayo-error constituía la base para administrar determinadas sustancias.
Al mismo tiempo el conocimiento de los clínicos era fundamental ya que cuanto más sabes mejor eliges (casi siempre).
Personas que llevaban hasta cuarenta años sin moverse.
Oliver empleó junto a sus compañeros multitud de teorías e hipótesis.
Y producto de esos razonamientos tuvo una idea.
Aquellos años se había desarrollado un fármaco que parecía ser efectivo para una enfermedad en la que el temblor lideraba los síntomas: la enfermedad de Parkinson.
El doctor Sacks tenía una hipótesis plausible y continuó monitorizando efectos secundarios y administrando el fármaco.
Día tras día.
Hasta que uno de sus pacientes abrió los ojos.
La L-dopa era capaz de rescatar a los enfermos de aquella cárcel en el que se encontraban.
Pero ya sabéis que las buenas noticias tienen por costumbre durar solo un tiempo.
Y eso fue lo que ocurrió.
El efecto de la medicina se agotaba. Como si las neuronas tuvieran demasiada sed y necesitaran de dosis cada vez mayores de fármaco.
Aquello fue tan solo un despertar.
No hay uno malo.
Falleció en 2015 por cáncer, su artículo en New York times en el que anunciaba su enfermedad terminal es ejemplar.
nyti.ms/3dXnrEj
Son un murmullo en las publicaciones científicas, hijos de una epidemia probablemente olvidada por muchos.
Porque eso somos un poco eso en todo lo que nos ocurre. Pequeñas partes de un relato que continúa todo el tiempo.
Una transición hasta el siguiente párrafo.
Una transición hasta la siguiente historia.