Está cerrado y no he podido evitar pararme a pensar sobre qué significa la normalidad.
Lo hacía pensando en que aquello no era una pausa. Más bien era un punto y seguido al que le quedaba muy lejos el párrafo de continuación.
Nos iba a costar pasar página.
Mujer de aspecto cansado, mayor, de esas personas en las que adivinas entereza bajo una imagen tranquila y dulce.
Era dueña de aquel espacio desde no hacía demasiado tiempo.
Un par de años quizá.
Sabía cual era mi profesión.
Enseguida percibí que en sus ojos no solo latía la curiosidad por saber si compraba.
De forma inesperada desapareció y surgió de uno de los laterales.
Estaban envueltas en unos guantes de latex transparentes que la convertían en una especie de cirujana fuera de contexto.
Me sonreía quedándose quieta.
Tardó poco en separar los labios.
- ¿Te puedo preguntar?
Termina por adivinarnos.
Prensa deportiva.
Generalista.
Revistas de cultura, cine o teatro.
Intuirá si tenemos hijos o sobrinos.
Se crea una confianza robusta ya que somos lo que compramos.
- Claro - respondí.
Dio un pequeño paso al frente y luego regresó al lugar en el que estaba. Distancia social antes de volver a hablar.
- Pienso que debo cerrar el quiosco, aunque no me obliguen, ¿crees que esto irá a peor o mejorará?
La sensación en los hospitales era la de universo paralelo. Las paredes de esos edificios repletos de enfermos eran un campo de fuerza.
Dentro el caos.
Fuera calma perversa.
- No lo puedo asegurar, pero creo que irá a peor. Ya estamos mal.
Ella no se inmutó.
Éramos muchos los sanitarios los que pasábamos por allí.
Quizá yo era uno más y aquello era en una encuesta.
Transcurrieron unos segundos en los que el silencio dio muchas respuestas.
- Te entiendo - le dije.
- Sí, una multitud a veces - le dije. - Creo que es normal que pienses que no debes abrir. Tienes que cuidarte, piensa en ti y en lo que es importante. Nada más.
Puede que tan solo estuviera buscando argumentos para la conciencia. Le había costado mucho consolidar la clientela y un periodo largo de cierre podía diluirla. Hay competencia en el barrio. Perder el sitio podía ser perderlo todo.
Asentí.
No hacia falta más.
Cuando uno da o recibe determinadas noticias lo mejor es no decir nada si no hay nada que decir.
Ella regresó a su ventana al otro lado.
Al llegar me devolvió una ligera sonrisa.
Me hizo un gesto para indicarme dónde debía dejar el dinero.
Después nos despedimos.
- Mañana no pasaré, así que cuídate y nos vemos.
- En cuanto pueda regreso y abro, a ver si pasa rápido - me dijo.
Iba más cargado de lo necesario y al llegar a casa no tuve ánimo para leer los periódicos que había comprado.
Era extraña esa sensación de no necesitar que te cuenten una noticia que ya estás viviendo.
Estaba cerrado.
Las calles ya estaban vacías y la estructura metálica era una parte más de ese decorado que nos ha estado acompañando en los últimos meses.
Madrid se rompió cada uno de esos días.
La calle goteó gente con mascarillas.
Todo recuperaba la velocidad con la excepción del quiosco que se mostraba en suspenso y sin cambios.
Casi tres meses desde aquella conversación.