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«La desproporción entre el mercado —los sujetos del intercambio— y el capital, la desproporción de la producción en un país determinado, impele hacia el mercado mundial (...) La [producción proporcionada] (...) de la industria moderna requiere (...) el globo terrestre».
Y requiere el globo terrestre «para suscitar por medio de la producción la producción de un equivalente y, por tanto, una demanda activa».

Marx. Cuaderno de extractos VIII, sobre David Ricardo. Grundrisse.
El capital es, al pasar «por encima de las barreras y prejuicios nacionales», al desdivinizar la naturaleza como un poder ajeno al ser humano y al aumentar de una forma inédita el intercambio humano, históricamente revolucionario.
Es, nada más y nada menos, el creador de las condiciones objetivas para el pleno desarrollo universal de las fuerzas humanas.
Quien dice reivindicar el proyecto universal del comunismo revolucionario, pero no ve en tal internacionalización un progreso histórico inédito y la base objetiva para la genuina libertad, no tiene una visión comunista del mundo, sino nacionalista y puramente reaccionaria.
Pero que el capital, máxime en su estadio imperialista de desarrollo, pase por encima de las barreras nacionales no significa que supere la división de la humandiad en naciones. De hecho, en sus momentos más críticos se refuerza la contratendencia al repliegue nacional-estatal.
Lo que hace el capital (como relación de producción histórica cuya naturaleza es valorizarse explotando trabajo vivo), sin ser consciente de sus implicaciones potencialmente revolucionarias, es abrir la posibilidad para construir una sociedad realmente universal y libre.
No es casual que Marx incidiera precisamente aún más en el carácter históricamente revolucionario-universalizante del crédito, del llamado capital ficticio, del capital productor de interés, por un lado, y de las sociedades internacionales por acciones, por otro.
El primero, como forma más desarrollada y puramente mixtificada del capital que no encuentra más límite que el propio capital, que su valorización. Las segundas, además, por prefigurar ya en su seno una comunidad que difumina, pero no de modo consciente, las barreras nacionales.
Y que, asimismo (y este es el otro «efecto civilizador» del capital para Marx), concentra y centraliza la producción a escala mundial, sin que por ello deje de operar la competencia como necesario motor interno de desarrollo contradictorio.
Y eso que Marx no pudo conocer, aunque sí intuyó, el fabuloso crecimiento posterior del capital financiero, la fusión entre dicho capital productor de interés, o entre lo que él denominó la bancocracia, y la gran industria moderna, que ha internacionalizado la producción aún más.
Los efectos económicos y políticos del entronizamiento del gigantesco entramado crediticio, de capital ficticio, son tremendamente significativas, pues modifican incluso al propio capital y a las dos partes de la plusvalía, según Marx: el interés y la ganancia de empresario.
Para Marx, la «separación cualitativa» entre ganancia de empresario e interés no era una intuición subjetiva del capitalista industrial y del monetario, sino el reflejo del hecho de que el segundo detentaba la «propiedad del capital antes del proceso de producción y fuera de él».
«[A]ntes del proceso de producción y fuera de él»... Pareciera que Marx hubiera conocido el desarrollo de los grandes fondos de inversión (propietarios posicionados en la cima de toda la cadena de valor mundial), de los BlackRock, de los Fosun International...
...de los mercados de futuros de la Bolsa de Chicago, de los derivados financieros, etc. Por cierto, Marx llega incluso a afirmar (libro III, sección 5.ª) que «la ganancia de empresario afluye al capitalista simplemente en funciones, que no es propietario del capital».
Si queremos saber en qué medida se ha internacionalizado el capital, al mismo tiempo que la competencia interimperialista se ha hecho cada vez más feroz, no tenemos más que ver quiénes participaron en 2018 en la venta del grupo gasista español Redexis por Goldman Sachs:
O el mosaico internacional tras la alianza formada por Renault-Nissan-Mitsubishi (exponente cristalino de pasar por encima de barreras nacionales para un único objetivo: valorizar más capital que los competidores), que habría asombrado seguramente al propio Marx.
Ante esta realidad insoslayable e irrversible, el nacionalismo pequeñoburgués, horrorizado, pide dar marcha atrás en la rueda internacionalizadora del capital; se espanta, se revuelve e implora patéticamente revertir el «globalismo cosmopolita del capital».
En las antípodas, el comunismo revolucionario saluda tal proceso internacionalizador y lucha por llevarlo hasta sus últimas consecuencias, pero de nueva planta, derrocando a la burguesía, subvirtiendo el orden capitalista y apostando por la verdadera comunidad humana mundial.
Es fundamental comprender que no hay ninguna antinomia entre la idea de que el nacionalismo militante de la burguesía sigue siendo el hecho político fundamental de nuestro tiempo, por un lado, y la tendencia progresiva hacia una mayor internacionalización del capital, por otro.
El capital en tanto que relación social histórica es crecientemente internacional, pero la burguesía como clase, más aún su fracción más anclada al estrecho marco nacional, es de modo inevitable rabiosamente nacionalista en el marco de la competencia mundial entre capitales.
Aun el capital financiero, el sector hegemónico de la clase capitalista en el imperialismo, pese a ser la más internacional de las fracciones burguesas, no puede sustraerse del marco estatal-nacional. Ni los Goldman Sachs ni los Fosun International serían nada sin sus Estados.
Las lamentaciones del nacionalpopulismo, del fascismo y del ala más a la derecha del comunismo hegemónico respecto a la supuesta oposición entre capital y Estado no son solo ultrarreaccionarias, sino puro sofisma, ya que no hay despliegue capitalista sin marco estatal.
El capital, incluso el capital financiero, no solo no debilita al Estado, sino que lo refuerza. Puede suceder, y de hecho sucede, que la mayor internacionalización coincida con el mayor peso del Estado y de lo nacional. Todo a la vez. Pura dialéctica capitalista mundial.
«[E]n Norteamérica misma el poder del gobierno central crece con la centralización del capital».

Marx, extractos del Cuaderno III de los Grundrisse sobre Bastiat y Carey.
«Carey ["único economista original" de EE. UU.] no investiga hasta qué punto esas influencias estatales, public debt, taxes (...) surgen (...) de las relaciones burguesas y se presentan (...) no (...) como resultados del feudalismo, sino (...) de su disolución y sometimiento».
«No bien el interés y el beneficio se escinden, esto es, tan pronto como el capitalista industrial tiene que pagar interés, una parte de la plusganancia se convierte en 𝑐𝑜𝑠𝑡𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑝𝑟𝑜𝑑𝑢𝑐𝑐𝑖𝑜́𝑛 desde el punto de vista del capital». Marx, Grundrisse, Cuaderno VII.
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