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Pongan atención que hoy les voy a contar la verdadera historia del pianista:
Wladyslaw Szpilman nació en la Polonia rusa en diciembre de 1911, no sabemos mucho de su infancia pero sabemos que desde niño demostró tener grandes habilidades para el piano gracias a que su madre, Esther, le dio sus primeras lecciones.
Con el tiempo sus padres lo enviaron a Berlín para que desarrollara su talento artístico y en su adolescencia logró ingresar a la academia de artes donde rápidamente destacó como uno de los mejores alumnos de su generación.
Compartió aulas con músicos que tambien fueron muy distinguidos, tales como Franck Schreker, Leonid Kreutzer y Artur Schnabel.
A pesar de que los nazis cada día ganaban más y más adeptos en Berlín, Wladyslaw jamás se imaginó lo que vendría. Aún así, luego de que Hitler fuera nombrado canciller en 1933, él regresó a su natal Polonia sin imaginar que la sombra del nazismo lo perseguiría.
Ahí consiguió trabajo como músico y en 1935 consiguió trabajo en la radio donde tocaba en su mayoría música clásica y algo de jazz. Su fama le valió ser invitado para escribir piezas musicales en un par de películas y con el paso de los meses ya era un músico de mucho renombre.
Pero la sombra de la guerra lo persiguió y Polonia fue invadida, la estación de radio donde trabajaba fue bombardeada, ya no había espacio para él en un mundo en guerra y con tristeza vio cómo se iban imponiendo prohibiciones para los judíos en su ciudad.
Wladyslaw relató que tocó hasta el último día que pudo, dijo que era lo único que podía hacer para mantener la moral y la normalidad, pero todo fue inutil, los nazis ganaron y él y su familia terminaron por usar un brazalete en el brazo que los identificaba como judíos.
Los judíos ya no pudieron realizar su vida normal, sus propiedades fueron confiscadas y se les prohibía llevar más de cierta cantidad de dinero, pero lo peor llegaría en octubre de 1940, cuando ordenaron que todos los judíos se trasladaran a un barrio para ellos.
Un mes despúes se levantó un muro de 3 metros que rodeó el infame gueto y las cosas fueron empeorando, el hacinacimiento fue provocando todo tipo de epidemias y la gente empezó a morir de tifus, se les impuso un toque de queda y todo aquel que lo rompía, recibía brutales palizas.
Fuera de eso y de que no podían introducir muchos alimentos, los judíos se acostumbraron a esa vida, incluzo Wladyslaw encontró trabajo en un café llamado “Stuka”. El más grande del gueto y a pesar de los horrores, cada tarde estaba a rebozar y Szpilman volvió a tocar el piano.
Con penurias pero pudo satisfacer las necesidades de los 6 miembros de su familia y se acostumbró a ese precario estilo de vida. Sin embargo en 1942, él y su familia fueron llevados por la fuerza a una estación donde los subirían a un tren con destino a un campo de concentración.
El pianista narra en su autobiografía que faltaba poco para subir al tren y junto a todos sus seres queridos se resignó al funesto destino que les esperaba, debimos revelarnos y luchar, mencionaron algunos con voz entrecortada.
En el último momento, antes de subir al tren, una mano amiga lo sacó del montón sujetandolo con fuerza del cuello y cuando trató de volver a entrar un policía le dijo; “Que haces, vete, sálvate”.
Wladyslaw jamás volvería a ver a su familia.
Consiguió trabajo destruyendo el muro del gueto que cada vez tenía menos habitantes, era un trabajo terrible, pero Szpilman se sintió feliz de poder pasar del otro lado del muro.

Tan feliz como puede ser un esclavo con una ametralladora apuntando todo el tiempo a su nuca.
Cuando los soldados se aburrían, seleccionaban obreros al azar y les disparaban.

Szpilman salvó la vida varias veces pero vio a sus compañeros e incluso colegas del arte morir bajo las balas de los inmisericordes soldados.

Al menos tenía trabajo, se decía constantemente.
Finalmente el trabajo se terminó y tuvo la suerte de ser reasignado en otra obra.

Ahora construiría una residencia para un oficial de la SS, pero cada día había menos comida y sus fuerzas disminuían cada día, vivía con miedo de ser elegido para ir a un campo de concentración.
Tuvo la suerte de que viejos amigos lo ayudaron a que le asignaran una tarjeta que contenía un permiso destinado a los judíos indispensables en la administración, si bien no lo podían matar tan fácil, los malos tratos y las palizas estaban a la orden del día.
Para ese entonces se empezaron a organizar grupos de resistencia en el gueto, al ver que la mano de obra se revelaba, las golpizas disminuyeron pero la tensión fue aumentando.
Szpilman se unió a la resistencia y cuenta que un gran aliado fue un joven llamado “Majorek”. Él tenía permiso de moverse a placer por el gueto y la resistencia usó eso.

Szpilman introducía alimentos de manera clandestina junto con otros judíos y Majorek la distribuía
Pero no sólo eso, Majorek también pasaba información sobre la resistencia y con el tiempo empezaron a introducir explosivos y municiones para una eventual batalla.

Cuando las limpiezas etnicas se reanudaron, Szpilman supo que si no lograba escapar de ahí, moriría.
Con ayuda de Majorek logró contactar a una pareja de amigos, el actor Andrzej Bogucki y su esposa Janina, una cantante que sentía simpatía por el joven pianista y ambos le ofrecieron refugio fuera y dentro del gueto, teniéndolo que cambiar de ubicación varias veces.
La resistencia contra los nazis empezó y Wladyslaw tuvo que ver desde la distancia cómo el 29 de julio, los polacos se rebelaron (aunque las fuentes oficiales mencionan que fue el 1 de agosto).

Todo terminó con el brutal uso de la fuerza, y los judíos perdieron de nuevo.
Durante meses, se paseó en las ruinas del gueto esperando encontrar algo de comida para sobrivir sin ser descubierto, pero poco a poco iba muriendo, sus esfuerzos eran inutiles y sabía que si no lo mataban los enemigos, lo mataría la sed y el hambre.
Una tarde, en noviembre de 1944 estaba escondido en un ático y fue descubierto por un oficial alemán llamado Wilm Hosenfeld, (Szpilman, no menciona su nombre en su primer autobiografía porque no lo sabía en ese momento).
El ofical sacó su arma al verlo y Szpilman le dijo hazme lo que quieras, no me voy a ir de aquí.

Pero no crean que lo hizo de forma retadora, más bien el pianista ya no podía más, no tenía fuerzas para luchar y al decirle eso al oficial, se entregó a la muerte.
Hosenfeld, cuya vida les contaré en otro hilo, bajó el arma y le preguntó a qué se dedicaba antes de la guerra y cuando Szpilman respondió que era pianista, el oficial le pidió que tocara algo en un viejo y destartalado piano que se encontraba en dicha casa.
Szpilman tocó una pieza de Chopin y Hosenfeld, le aplaudió y le dijo que él trataría de ayudarlo.

Le compartió un poco de comida y así surgió una improbable amistad.
De hecho por eso se prohibió y censuró la biografía de Szpilman hasta hace unas cuantas décadas, porque los nazis tenían que ser todos malos, Hosenfeld era un punto en medio y la historia se trató de silenciar

Pero ese compañero improbable le salvó la vida a nuestro protagonista
Hosenfeld lo ayudó a esconderse en un edificio que serviría de cuartél de operaciones para un grupo de oficiales alemanes y durante meses, el oficial nazi lo alimentó en secreto y lo ayudó a sobrevivir de los horrores que se vivían fuera de las paredes en las que se escondía.
En diciembre el oficial se despidió de su “amigo” y le dijo que resistiera todo lo que pudiera, le comentó que su unidad se tenía que ir de austria pero que los rusos estaban por tomar Varsovia, le dejó toda la comida que pudo y ambos se despidieron.
Permanecería escondido un par de meses más y con mucha suerte logró salvarse de varios bombardeos

Finalmente, en enero del 45, el hambre le obligó a salir, y con tristeza vio la ciudad destruída, sabía que el ejercito polaco había recuperado la zona pero aún así avanzó con miedo
Hacía mucho frío pero llevaba puesto un grueso abrigo nazi que Hosenfeld le había regalado con la esperanza de que lograra protegerse del cruel invierno, Szpilman caminó por las calles temeroso hasta que vio a un soldado polaco y pensó que por fin estaría a salvo.
Le pidió ayuda educadamente pero el soldado vio su abrigo y corrió unos metros para luego darse la vuelta y disparar contra Szpilman, las balas rebotaban en la pared a sus espaldas y el débil hombre se metió en las ruinas de una casa mientras el oficial seguía disparandole.
Otro joven oficial polaco entró a la casa pistola en mano, y Szpilman gritó suplicante que no le dispararan, que era polaco. Los oficiales bajaron las armas y escucharon su historia, todo había terminado, Wladyslaw estaba a salvo, pero no iba a dejar las cosas así.
Trató de ayudar a Hosenfeld, pero fue inutil, con todo y la ayuda de los polacos, su benefactor murió en un campo de concentración soviético en 1951.

Luego de eso, recuperó su trabajo, se casó, tuvo 2 hijos y se dedicó a escribir sus memorias (que fueron censuradas hasta 1990).
Finalmente murió en el año 2000 y nos dejó esta impresionante historia, que nos enseña que…
No hacer nada y ser indiferente ante el dolor te hace ser parte del mal, no te calles, no ignores a alguien que necesita ayuda, no sigas tu camino y verás que cambiarás para bien muchas vidas.

Cuando veas a alguien en la oscuridad, ilumínalo.

Fin.
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