Cuando pensamos en pingüinos, pensamos en frío. La primera imagen que nos viene es asociar a estas aves buceadoras y no voladoras con las nieves y hielos australes. Pero su origen está muy lejos de esos fríos. 
Desde que perdieron la capacidad de volar, desarrollaron unos huesos más densos que los del resto de las aves. Huesos que fosilizan con más facilidad.
Haciendo que su registro fósil sea mayor que en otras aves. El primero de sus fósiles lo reconoció Thomas Huxley en 1859. Posteriormente se han ido encontrado más, permitiendo su distribución andar en el tiempo buscando su origen.
Donde llevan los fósiles sorprende. No es las regiones frías australes, sino en Nueva Zelanda. No sólo los fósiles, un reciente estudio genético de las 18 especies de pingüinos actuales ha llegado a la misma conclusión.
El origen del grupo hay que situarlo en las costas de Nueva Zelanda y Australia, hace unos 22 millones de años. Poco después, algunos de ellos se aventuraron a colonizar zonas subárticas.
Estos fueron los que dieron lugar a los actuales pingüinos emperador (Aptenodytes forsteri) y al pingüino rey (Aptenodytes patagonicus) que habitan las agua antárticas y subantárticas.
Esta dos especies son las más diferenciadas del resto de especies. La gran diversificación de las 16 especies restantes tendría que esperar bastante más tiempo. No tuvo lugar hasta hace 12 millones de años.
Antes se acababa de abrir el Mar de Drake o Mar de Hoces, el tramo de mar que hoy separa América del Sur de la Antártida. Su apertura aceleró la Corriente Circumpolar Antártica.
Una corriente que se mueve en el sentido de las agujas del reloj alrededor del polo sur. Una suerte de autopista marina que los pingüinos aprovecharon para dispersarse desde Nueva Zelanda al resto de continentes.
Gracias a estas corrientes alcanzaron las costas de Sudamérica y del sur de África. El aislamiento geográfico dio lugar al amplio número de especies actuales.
Una vez más, el estudio genómico ha vuelto a revelar que los procesos de especiación no son tan sencillos, observando que varias de las especies hibridaron en su momento.
Es posible que el intercambio de genes en esos primeros estadios de diversificación facilitara su adaptación a distintos ambientes térmicos y de salinidad.
El trabajo también ha permitido detectar genes bajo selección que les permiten procesar en distintos entornos. Algunos relacionados con la regulación de la temperatura.
Ello les ha permitido adaptarse a las temperaturas antárticas bajo cero o las temperaturas tropicales de las especies que habitan cerca del Ecuador.
Otros genes están relacionados con la presión sanguínea, el metabolismo o la coagulación, posiblemente relacionadas con su capacidad de buceo y de mantener la temperatura.
La reconstrucción de las temperaturas de la superficie del mar junto con los datos genéticos han permitido establecer el papel de la Corriente Circumpolar Antártica en la dispersión y diversificación de los pingüinos.
Enlace al artículo original.
pnas.org/content/early/…
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¡Muchas gracias por bucear hasta aquí abajo!
