Murió Don Pablito Pegueros. Una pena.
Lo conocí en 1990, cuando la ahora Avenida Paseo Constituyentes era una carretera libre de dos carriles y acotamiento de tepetate apisonado: un compadre de mi papá nos invitó a comer su plato estrella, el chamorro adobado.
Lo conocí en 1990, cuando la ahora Avenida Paseo Constituyentes era una carretera libre de dos carriles y acotamiento de tepetate apisonado: un compadre de mi papá nos invitó a comer su plato estrella, el chamorro adobado.
https://twitter.com/MpioCorregidora/status/1323110157430214657
Don Pablito era puro folclor, un buen anfitrión. Tanto, que mi papá se volvió cliente asiduo, y nosotros con él.
En aquella ocasión la hija de los compadres de mis papás, que como yo en su vida había debido atacar un chamorro completo, terminó manchándose con el platillo.
En aquella ocasión la hija de los compadres de mis papás, que como yo en su vida había debido atacar un chamorro completo, terminó manchándose con el platillo.
No fue gran cosa: una porción que trataba de desprender fue a dar, llena de abobo, sobre su vestido blanco, cerca de la entrepierna.
Yo estaba sentado a su lado y vi su cara toda consternada; no supe si por su vestido o por lo que creyó una torpeza imperdonable.
Yo estaba sentado a su lado y vi su cara toda consternada; no supe si por su vestido o por lo que creyó una torpeza imperdonable.
Mi reacción natural fue retirar el trozo de chamorro con una servilleta, y luego espolvorear sal sobre la mancha: en alguna ocasión mi madre me había dicho que la sal absorbía la grasa y eso disminuía la mancha. Algo así. Me pareció oportuno.
Mi audacia dividió opiniones: mientras mis papás se pusieron de todos los colores y me reconvinieron, sus compadres me agradecieron y la señora mencionó algo sobre mi "aplomo".
"No le celebres, comadre"- la atajó mi papá.
"Por qué no? Estos son hombres!"- le reviró.
"No le celebres, comadre"- la atajó mi papá.
"Por qué no? Estos son hombres!"- le reviró.
Don Pablito, atraído por el mitote, me miró con cierto aprecio.
Y yo, adolescente ñoño, pensé: "saweeeebooo, así somos los hombres".
Ha corrido mucha agua desde entonces.
Y yo, adolescente ñoño, pensé: "saweeeebooo, así somos los hombres".
Ha corrido mucha agua desde entonces.
Mañana tendré la ingrata tarea de avisar a mi padre que otro amigo suyo ya se fue.
Y recordará, seguro, aquella primera vez en su restaurante bar.
Pero será mañana. Hoy no.
Y recordará, seguro, aquella primera vez en su restaurante bar.
Pero será mañana. Hoy no.
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