Thread by @farmagemma

El agua sanguinolenta fue la gota que colmó el vaso con los vecinos, llegaba incluso a teñir de rojo el agua del río Esgueva.
Habían aguantado esos extraños ruidos, llantos...
Era necesario avisar a las autoridades, en la casa de Andrés de Poraza, portugués y sefardí, pasaba algo

Andrés había llegado a Valladolid en el año 1550, cuando se fundó la primera cátedra de anatomía humana de España en la facultad de Medicina.
Estaba dirigida por Alonso Rodríguez de Guevara, conocido por llevar a cabo las primeras disecciones humanas gracias a un permiso real.

Andrés llegó desde Portugal con 22 años, emocionado y dispuesto a aprender todo sobre anatomía humana.
Estaba en el sitio indicado en el momento apropiado.

Las traseras de la casa de Andrés daban a la calle de la Solanilla, muy cerca de la Antigua, que le miraba imponente.
Él agachaba la cabeza cada vez que pasaba por allí. No es fácil aguantarle la mirada a la Antigua y menos aún, él.

Los niños jugaban y correteaban por los alrededores, sacaban un poco de pan haciendo pequeñas tareas, pero duras, que otros no querían hacer.
El pequeño tenía 9 años cuando desapareció, sus padres, preocupados, denunciaron que faltaba de su casa.

Tampoco era algo tan infrecuente, ya aparecería, estaría jugando por allí.
Las autoridades tenían cosas más importantes que hacer, necesitaban saber qué había ocurrido para que el río Esgueva se tiñera de sangre.

Siguieron el reguero hasta la casa de Andrés, el hallazgo fue terrorífico.
El cuerpo del niño desaparecido estaba despedazado. Se le había practicado una autopsia vivo.
Los cadáveres de perros, gatos, ratas inundaban la estancia. El hedor era insoportable.

Entre los cadáveres se encontraba un viejo escritorio y una silla de brazos desmontables, madera de nogal, con respaldo de cuero marrón.
Sobre esa mesa, Andrés escribía las anotaciones de las autopsias que practicaba con los seres vivos que había cazado.

No sabemos cuántos niños compartieron final con el pequeño desaparecido.
Andrés confesó que había hecho un pacto con el diablo: cada vez que se sentaba en esa silla, el diablo le contaría toda la sabiduría sobre el mundo de la medicina.
Todo por la medicina.

Andrés fue condenado a morir en la hoguera, todos sus muebles acabaron en subasta pública pero nadie, nadie, quiso quedarse la silla del diablo.
Durante un tipo estuvo colgada patas arriba del techo de la capilla universitaria.

Actualmente la puedes encontrar en el Museo Arqueológico de Valladolid.
Un pequeño cordón rojo es lo que impide que nadie más se siente en ella... como si el diablo necesitara que te sentaras para llegar a ti.

#LeyendaLaSilladelDiablo #Valladolid